La enorme cantidad de despropositos en los que viene incurriendo desde el comienzo de su mandato presidencial el inquilino de la Casa Blanca, a cada cual más grave, suele ser despachado en las conversaciones de amigos y familiares con la ya reiterada frase ¡Trump está loco!.

Ciertamente, lo descabellado de sus declaraciones y actuaciones podrían hacernos pensar que el personaje padece un considerable desequilibrio mental; excéntrico, egocéntrico, maleducado, insolente, fanfarrón, soberbio, cínico….; una salida, en nuestra opinión, bastante cómoda y superficial, dado que  a poco que nos esforcemos en reflexionar llegaremos a otras conclusiones bastante más preocupantes que justifican y dan origen a que, alguien con esas caraterísticas, se encuentre al frente del gobierno hasta ahora más poderoso del planeta. Porque en realidad lo verdaderamente deleznable, más allá de las poses que el personaje pueda adoptar en cada momento, es su comportamiento racista, misógino, machista, homófobo, insolidario, belicista…., así como las acciones que sin el menor reparo protagoniza contra los derechos humános y los principios más elementales del derecho intrenacional.

No pasa semana en la que no veamos nuevas agresiones, y a la larga lista ya conocida, suma estos últimos días otras tres que ponen de manifiesto a qué -y no solo a quién- nos estamos enfrentando: a nivel externo y en plena ola de la pandemia anunciando la suspensión de las aportaciones comprometidas por EEUU con la Organización Mundial de la Salud, y a nivel interno aprobando un paquete de medidas fiscáles cuyos beneficiarios serán los multimillonarios, que acapararán, según las estimaciones, el 82% de las ayudas, unos 82.000 millones de dólares; así como alentando -como un auténtico hooligan- las protestas en diversos Estados para presionar a los distintos Gobernadores al levantamiento de las restricciones adoptadas con motivo del coronavirus.

La actual situación está sacando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros, individual y colectivamente, y el rostro que están mostrando desde el gobierno estadounidense es desde luego extraordinariamente condenable, poniendose una vez más de manifiesto su verdadera naturaleza y, paradógicamente, al mismo tiempo, un indisumulado temor a perder la hegemonía mundial.

Trump no está solo en esto. Lo primero que no podemos perder de vista es que Trump llegó a la presidencia de EEUU a través de las urnas, y que a pesar de su gestión en estos años sigue contando con serias posibilidades de revalidar su triunfo en las elecciones presidenciales que se celebrarán en noviembre de este mismo año. Resulta por tanto inevitable concluir con que, más allá de del poder que ostenta y los medios de todo tipo con los que cuenta, sus acciones  conectan con amplísimos sectores  de la sociedad y del electorado estadounidense. Y no solo eso, es innegable que cuenta también en el terreno internacional con la simpatia de siniestros personajes que se ecuentran al frente de ciertos países – muchos de ellos empobrecidos- ,la connivencia intersada de algunos, o sencillamente la temerosa inacción de otros.

Y es justamente ahí donde deberían centrarse las preocupaciones del resto de la humanidad, ¿qué le ocurre a una sociedad que se identifica en esa proporción con un supuesto loco de atar?, ¿cómo es posible  que un personaje de tales caracteristicas pueda estar al frente de una superpotencia y condicionar de esa manera la vida del resto del mundo?, ¿qué ocurre que, salvo excepciones, el resto de la Comunidad Internacional no es capaz de reaccionar de manera más firme?  y lo que es aún más importante ¿cómo podemos evitar ser arrastrados en esa deríva y conseguir un nuevo orden mundial más justo y respetuoso con los derechos humanos?. Preguntas todas ellas de enorme importancia que, cuanto más tardemos en despejar, lamentablemente  mayor será el sufrimiento que la humanidad tendrá que soportar.

Las respuestas son diversas, y aunque tienen desde luego muchas vertientes desde las que ser abordadas, son en nuestra opinión convergentes. En cualquier caso estamos convocados a reflexionar sobre ello y evitar quedarrnos  en la superficie, porque es mucho lo que está en juego.

La sociedad estadounidense se ecuentra cada vez más desgarrada por las desigualdades, la exclusión, el racismo, el consumismo, el indiviualismo, la competencia desmedida, el odio, el miedo….y está inevitablemente llamada a recuperar la cordura. Existen desde luego fuerzas -todavía minoritarias- que son cada vez más conscientes de la imperiosa necesidad de hacerlo, de comenzar a caminar internamente por el sendero de una mayor inclusión y de convivencia social, y externamente la de encontrar un lugar distinto para su país en el concierto internacional. No será un camino fácil, puede que sea traumático, pero es desde luego indispensable y de una u otra manera llegará; de tal manera que ya no bastarán operaciones cosméticas o simples lavados de cara como en algunos periodos históricos se han visto obligados a realizar.

En paralelo el resto de la comunidad internacional tiene, igualmente, que dar pasos hacía adelante más firmes y comprometidos; potenciando los mecanismos de integración, el multilateralismo y la colaboración en todos los campos; haciendo cumplir los tratados internacionales y el derecho internacional; impulsando en definitiva un nuevo orden respetuoso con la paz, la independencia de los pueblos , los derechos humanos y la defensa del planeta. Una firmeza que sin duda facilitará/obligará a que las fuerzas del bien en suelo estadounidense tengan opciones de triunfo.

Indispensable será también el empuje cada vez más creciente de los pueblos y los movimientos sociales diseminados a lo largo y ancho del mundo, que aunque siempre estuvieron ahí, deben en este momento de la historia articular respuestas aún más amplias y coordinadas.

Por el momento continuaremos lamentablemente viendo las arremetidas de un imperio en decadencia, que se siente cada vez más acorralado y que con enorme impotencia comprueba como va perdiendo progresivamente la hegemonía en diversos campos. En paralelo iremos presenciando cómo va aumentando su desprestigio en el mundo. 

 ¿Es de verdad Trump un loco?.

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