En horas de la tarde de hoy fue muerto en manos de policía turco Mevlüt Mert Altıntaş, el embajador ruso en Ankara Andrei Karlov, quien se encontraba pronunciando un discurso de apertura en la exposición «Rusia en los ojos de los turcos».

Según testigos del asesinato, al momento de disparar Altintas gritó ‘Va por los muertos de Alepo’, en relación a la batalla que se celebra en estos momentos en la ciudad siria y en la que Rusia colabora de manera directa con el régimen sirio de Bashar al-Ásad.

Aunque en otro sentido, parafraseando a Marx y Engels, hoy también un fantasma recorre Europa, al fin y al cabo los dos principales países involucrados en el atentado de hoy son europeos, y se extiende como reguero de pólvora por todo aquel sitio en que ciertos intereses de naciones europeas estén involucrados.

Pero sería un error circunscribir esto a un problema europeo, como lo es el circunscribir la batalla de Alepo, y la consecuente tragedia humanitaria que hoy se vive, a un problema sirio. Lo que hoy estamos viendo no son más que los movimientos de los tentáculos de una gran bestia que va realizando meneos de acuerdo al interés último del capital que lo sostiene.

Resulta evidente que no se puede entender Ankara sin Alepo, pero tampoco se puede entender Alepo sin Daesh… ni Daesh sin Europa y Estados Unidos.

Se confunden entonces los roles de víctima y victimario, puesto que quienes a priori aparecen como víctimas del terrorismo fanático religioso son quienes tiempo atrás, no mucho tiempo atrás, financiaron su armamento y mucho más cerca en el tiempo siguieron haciendo negocios con su petróleo.

Es claro que una cosa no justifica la otra, pero no es menos cierto que una cosa es consecuencia de la otra. Sin la intervención de las potencias de la OTAN más Rusia, el Daesh no hubiera progresado, sin la intervención de las potencias de la OTAN más Rusia la ‘primavera árabe’ hubiera sido imposible.

Pero la incentivación de los movimientos políticos en los Estados del norte de África y Oriente Medio impulsados o apoyados para la desestabilización de la región ya no rinde los resultados que se esperaban. Ya no cierra la ecuación de construcción, destrucción, reconstrucción encabezada por Estados Unidos y sus socios aceitada con petróleo, porque lo que se creía era un problema en el que se entraba, se actuaba y se salía es mucho más complejo que eso.

Hoy el problema está a la vuelta de la casa, y los atentados de Suiza y Alemania también hoy en horas de la tarde así lo prueba, pero no por la inmigración como pretenden hacernos creer algunos enfermos de amnesia que no recuerdan que Europa ha sido, históricamente, el país con mayor cantidad de emigrantes, sino que el problema está a la vuelta de la esquina porque se han exacerbado posturas irreconciliables que buscan imponer sus ideas a través de la fuerza, algunos por la fuerza del dinero, otros por la fuerza de las armas.

Y los muertos, que siempre son los mismos, los que menos tienen, los que menos pueden, los entierran, como dice Ismael Serrano ‘da igual del bando que sean’, mientras los marionetistas de esta historia siguen haciendo negocios con las vidas ajenas, y en el balance diario tanto Andrei Karlov como Mevlüt Mert Altıntaş serán contados como daños colaterales de una guerra, como todas las víctimas que mueren día a día y que por no ser tener tanto impacto político y, lamentablemente, tantas consecuencias, no tienen líneas como estas que escribo.

Porque a los personeros de la guerra no le importan los ciudadanos, porque los muertos los ponen los demás, nosotros, acompañando a Jorge Drexler decimos que…

No hay muerto que no me duela,

No hay un bando ganador,

No hay nada más que dolor

Y otra vida que se vuela.

La guerra es muy mala escuela

No importa el disfraz que viste,

Perdonen que no me aliste

Bajo ninguna bandera,

Vale más cualquier quimera

Que un trozo de tela triste.

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