Esta obra bien se podía haberse escrito en nuestra época, en cualquier lugar del mundo. El capital y la corrupción lo invaden todo.

Se ha representando en un pequeño teatro de Madrid la obra de teatro de Henrik Ibsen: “Un enemigo del pueblo”. La compañía Quillotro Teatro, nos trasladó a la Noruega de finales del siglo XIX. Una pequeña ciudad de provincia, un balneario y un grupo de ciudadanos son los protagonistas de esta función dramática.

El Dr. Stockmann, se enfrenta a la autoridad municipal, a la prensa y a sus vecinos, en un intento vano para que las aguas del balneario dejen de estar contaminadas ¿esa contaminación representa la inoculación en nuestra era? ¿Qué representa está metáfora? ¿Cuán emponzoñadas están nuestras vidas?

¿Qué contamina las aguas del balneario? La industria local química, propietaria de la abuela del doctor. ¿Quién es la alcaldesa? Otro familiar, su hermana. (En esta representación ciertos papeles masculinos son representados por mujeres) En comparación con nuestro tiempo, nada ha cambiado. Los lazos familiares endogámicos en los partidos políticos, viejos o nuevos siguen existiendo. Pero al igual que en la obra, nada cambia.

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¿Qué hace tan sugerente este drama teatral? El hombre por el hombre, y a pesar de guerras y revoluciones los derechos de las mujeres en la mayor parte del mundo siguen sin reconocerse, o están en siglo XV. Aún hay lugares en el mundo donde las mujeres son discriminadas. En España aún hay un alto índice de discriminación por género. La vieja política sigue imperando impertérrita entre nuestros gobernantes.

El poder corrompe, la corrupción imperante en la obra, sigue vigente. Amenaza, coacción y compra de voluntades a la prensa. Dinero público al servicio de intereses privados.

Ejemplo: No solo es España, país por excelencia de las trampas y abusos en las mediciones medioambientales por parte de los gobiernos locales del partido Popular.

Otro ejemplo: Trump, presidente de Estados Unidos. Nada más llegar al poder, ignora las leyes protectoras al medio ambiente y las intenta derogar, amenazando a la prensa, creando noticias falsas o filtrando informes trucados.

Son tantas las comparaciones que se pueden realizar con la obra de Ibsen, que resulta sintomático, que nuestra evolución no nos sirva para estar más informados, para ser más solidarios o para pensar más en los prójimos. Los hombres somos por naturaleza egoísta. El pueblo es moldeable, y su comportamiento depende de las modas y las distracciones que los poderosos nos ofrezcan.

«La religión es el opio del pueblo» gritaban los socialistas en el siglo XIX. Ahora hay otra religión, más dañina, más poderosa. Según como se utilice, es una herramienta del pueblo, o contra el pueblo. Y como la religión del XIX, se ha convertido en un instrumento de mentiras y verdades. Por desgracia para el pueblo, el mal uso de las redes sociales, la difusión de mentiras, la distracción de las modas es generalizada.

La moraleja de la obra queda abierta. La abuela propietaria de la empresa química, magistralmente interpretada por María Jesús Garrido, al igual que el resto del elenco, compra el balneario. Aquí está el dilema de la moral. ¿Qué dirían nuestros filósofos? ¿Se presta a los sobornos de la abuela y se hace cargo del balneario, convirtiéndose en el hombre más poderoso de la ciudad? ¿O por el contrario rechaza la propuesta y se va derrotado de la ciudad?

¿Ustedes que harían? Empecemos por cambiarnos a nosotros mismos.

Seguiremos informando de esta y otras manifestaciones o concentraciones desde las calles.

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