Un documental del periodista catalán Ramón Vilaró rescata la figura de Constante Ribalaigua, el gran coctelero que convirtió El Floridita de La Habana en uno de los locales más prestigiosos y legendarios del mundo. El filme, que lleva por título Constante y El Floridita de Hemingway, indaga no solo en la peculiar relación de amistad que se entabló entre el Premio Nobel de Literatura y su confidente barman, sino en los secretos del daiquiri, una bebida que el coctelero de Lloret de Mar elevó a los altares gastronómicos. La cinta compite en el XXIII Festival de Cine de Málaga que se celebra estos días.

¿Cómo se topó con la historia de Ernest Hemingway y Constante Ribalaigua?

A mitad de los años 90, en 1996 exactamente, viajé a Cuba para ambientar mi novela Tabaco, el imperio de los marqueses de Comillas. Fue allí donde descubrí El Floridita, que era el local donde se bebían los mejores daiquiris de La Habana. Era un momento en que el lugar era muy cutre, estaba medio cayéndose, y no había mucha gente, con lo cual no había turistas ni nada, solo decadencia. Me quedé con el gustirrinín de saber un poco más del personaje que había sido propietario de aquel bar, Constante Ribalaigua, que luego descubrí que había nacido en Lloret de Mar, donde vivo ahora y de donde es originaria mi mujer. Hace tres años, junto con otra gente que ya no está en el proyecto, decidí hacer un documental. Volví a Cuba, investigué más sobre el personaje y sobre todo me sorprendió el vínculo que había tenido con Hemingway. Resulta que el escritor norteamericano había sido su cliente preferido durante 22 años.

Esa amistad de Hemingway con Constante Ribalaigua es fascinante. ¿Cómo surgió?

Resulta que cuando Hermingway se va a vivir a Cuba en los años veinte descubre El Floridita y lo convierte en su bar preferido durante 22 años. Prácticamente cada día le da al codo allí tomando daiquiris. La amistad surge precisamente cuando Constante le pregunta un día si le ha gustado el cóctel que le ha preparado y Hemingway le responde: “Hombre, para mi gusto un poco demasiado dulzón y flojo de ron”. Entonces Constante le dice que no se preocupe, le prepara un nuevo cóctel, al cual le echa doble de ron, zumo de pomelo en vez de limón y no le pone azúcar porque Hemingway era diabético. Se lo sirve en una copa más grande. Hemingway se queda entusiasmado con esa combinación y lo bautizan como El Doble Papa. En aquellos años el escritor ya era un personaje porque traía a sus juergas a los actores de Hollywood y El Floridita se había convertido no solo en su punto de diversión, sino que se hacía preparar daiquiris y enviaba al chófer para que se los llevara a su finca de La Vigía, donde organizaba las fiestas con su gente americana.

Había una relación especial, probablemente confidencias, podría decirse que nunca un barman influyó tanto en un escritor que recibió el Nobel…

Lo que ocurre es que Hemingway ambienta en parte en El Floridita su última novela póstuma, Islas en el golfo −que va de espías y de búsqueda de submarinos alemanes que navegaban por las costas americanas y que eventualmente se refugiaban en Los Cayos de Cuba durante la Segunda Guerra Mundial−, y ahí cita a Constante. Entre otras cosas dice de él que preparaba unos daiquiris que parecía que uno estuviese esquiando barranco abajo, con nieve en polvo, a tumba abierta. Y luego le cita en otras ocasiones, con su nombre Constante porque ya había una relación digamos amistosa entre él y el coctelero. Cuando al novelista le dan el Premio Nobel deciden hacer fotos de él en El Floridita, pero el gran éxito llega cuando los dos están muertos, es decir, cuando los actuales propietarios del bar deciden hacer un busto de Hemingway que está allí, en la misma esquina donde se sentaba siempre. Esa talla se ha convertido en un icono para todos los turistas, en especial para los norteamericanos, que cuando van a La Habana van a hacerse la foto al lado del busto del gran escritor.

Se dice que a Hemingway le gustaban tanto los daiquiris que se los llevaba en termos a su casa…

Efectivamente, se los llevaba a La Vigía, que es una finca que está a media hora en coche del centro de La Habana, en un barrio que se llama San Francisco, y que había sido un fuerte español con unas vistas preciosas. Allí es donde Hemingway se compra la casa cuando vende los derechos cinematográficos de la película Por quién doblan las campanas. Vive en ese lugar durante 22 años, hasta que ya enfermo se retira a Estados Unidos y acaba suicidándose.  

Por El Floridita pasaron personajes como Ava Gardner, Gary Cooper, Tennesse Williams o Jean Paul Sartre. Era, además de un bar, un santuario de la cultura y el glamour, y Ribalaigua lo hizo eterno…

A todos ellos los servía Constante porque él era el propietario. Él llegaba a primera hora de la mañana, a pesar de ser un hombre rico, y controlaba hasta el último detalle. Era realmente un virtuoso de la coctelería.

¿Dónde reside el toque mágico del daiquiri de Ribalaigua, el secreto de su éxito?

La virtud que tiene como cocetelero es que compra El Floridita en los años veinte y transforma un cóctel que ya existía, el daiquiri que se hacía a base de ron y jugo de limón. En aquellos años llegó la batidora y él le da el toque a ese cóctel batiendo el hielo, haciendo una nueva combinación frappé y añadiéndole unas gotas de un licor de cerezas blancas que se llama marrasquino para que aglutinasen todos esos sabores. Constante es un gran investigador de la coctelería y los diez cócteles más importantes de Cuba son de él. Fue un maestro en ese campo…

El Floridita es quizá el bar más famoso del mundo y sigue teniendo el mismo éxito…

Renovaron el local, pero manteniendo el ambiente, misma barra, todo igual. Y se ha convertido por su ubicación y la fama que le dio Hemingway en un lugar de paso obligatorio para irse a tomar un daiquiri o varios.

¿Qué le llevó a hacer el documental, la devoción literaria o la gastronómica y el deseo de explorar los secretos del daiquiri?

La mezcla de ambos factores. Yo admiro a Hemingway sobre todo por su obra periodística. Creo que fue un periodista brillante, aventurero, capaz de conectar tanto con la gente más humilde como con los más poderosos a la hora de escribir sus crónicas. Esto le dio paso a las novelas, triunfó como novelista, pero básicamente era un vividor de cojones, un mujeriego, le gustaba comer bien, beber, el riesgo, la aventura, las cacerías, los toros. Es un personaje que me fascina. Creo sinceramente que Constante fue un gran maestro de la coctelería pero si no hubiese contado con un cliente tan ilustre que lo citase en su novela como Hemingway seguramente habría quedado recluido en su mundo de la coctelería. Lo que le da una aureola de gran figura, en parte, es que Hemingway sea su cliente y lo cite en su obra.

Hay quien lo considera “el coctelero más grande de todos los tiempos”…

Exactamente, exactamente…

¿Qué le resultó más complicado para sacar adelante la película, conseguir la documentación biográfica o el dinero para la financiación en un momento complicado por la pandemia?

Bueno, nosotros hemos autofinanciado el documental. El único soporte económico, pequeño, que hemos tenido, ha sido la Diputación de Girona, porque Constante es un personaje célebre de Lloret de Mar. Ahora esperamos recuperar parte de la financiación con posibles ventas que se hagan a las televisiones.

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