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Un café con los hijos de Lara Bonilla, ministro de Justicia colombiano asesinado por Pablo Escobar

¿Llegará algún día la justicia a Colombia?

Teba Roldán
Teba Roldán
Miembro del Comité Federal del PSOE. Graduado social. Miembro del Comité federal del psoe. Ex secretaria general de la agrupación de Cabra ( Córdoba). Teniente de alcaldía de seguridad ciudadana y desarrollo económico del ayuntamiento de Cabra hasta 2011. Portavoz del grupo socialista en el ayto de Cabra hasta 2015.
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análisis

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Cae la tarde en una terraza cercana a Sol, frente a un café dos hermanos con un objetivo común, justicia para su padre. Podría ser el inicio de una novela pero es demasiado real.

Las horas pasan como minutos, mientras cuentan cómo el país, ese por el que tanto luchó su padre, Rodrigo Lara Bonilla, incluso el que le costó la vida, les dio la espalda  y los dejó a su suerte. Y aún así siguen luchando porque su país, Colombia, consiga salir del ocaso de corrupción en el que lleva tantos años inmerso, como su padre desaparecido.

Y es que solo escuchar a Jorge y Paulo Lara, uno se estremece  y, se da cuenta de la diferencia que puede haber entre países que se suponen democráticos. Trataré de ser escueta, aunque la realidad es que su vida daría para una serie de Netflix y estoy segura que sería top one.

Se podría pensar que la vida de estos hermanos cambio el 30 de abril del 84 cuando unos enviados por Pablo Escobar tirotearon sin piedad el vehículo en el que viajaba su padre, ministro de Justicia Colombiano. Pero escuchando su historia, uno se da cuenta de que fue mucho antes, cuando Rodrigo Lara Bonilla se dio cuenta de que el narcotráfico en su país no solo estaba acabando con millones de familias en todo el mundo, sino adentrándose en las entrañas de la política de su país. Empezó a cambiar, cuando se enfrento a Pablo Escobar en el Parlamento y, consiguió que tuviera que abandonar la política, ese día se fraguó su sentencia de muerte que se firmó el día que mandó intervenir Tranquilandia, ya que veinte días después fue tiroteado en su coche, cuando regresaba a su domicilio.

Y es que ese mastodonte complejo del narcotráfico llamado Tranquilandia, tenía varios laboratorios y 6 pistas de aterrizaje en medio de la selva de Yarí. En la operación firmada por el ministro Lara se incautaron casi 14 toneladas de planta de cocaína, algo más de 1 millón de dólares en el Mercado. Además, se incautaron varias avionetas y un helicóptero que aparecía a nombre del padre del que fuera más tarde presidente, Álvaro Uribe, y que el ministro Lara Bonilla estaba investigando por las licencias que se habían otorgado cuando Uribe era director de la aeronáutica civil y entre las que se encontraba la licencia otorgada con demasiada rapidez, precisamente a ese helicóptero de su familia que se encontró en Tranquilandia. ¿Casualidad? la realidad es que toda esa investigación desapareció al igual que Rodrigo Lara Bonilla y, tanto las avionetas como el helicóptero se devolvió a sus dueños.

Ahí comenzó el trasiego de una familia cuyo único delito fue cumplir con sus obligaciones como ministro de Justicia. Muchas páginas se han escrito sobre el terrible asesinato del 30 de abril de 1984 pero, aún a día de hoy sigue sin haber una investigación seria por parte de las autoridades colombianas, esas mismas que le dejaron el vehículo sin blindar sabiendo que era objetivo claro del cartel de Medellín. Demasiados cabos sueltos sin atar, balas en el asiento del conductor que sorprendentemente salió ileso, declaraciones discordantes de los escoltas sobre si el vehículo estaba en marcha o parado, el juez del caso, también asesinado. Y así un sinfín de cosas por cuadrar, que quedaron en el cajón del olvido cuando el gobierno colombiano decidió sacar a su familia del país, con un primer destino en España, más concretamente en Madrid.

Solo durante seis años tuvieron ayuda del país, que pasado ese tiempo los olvidó y dejo a su suerte a la viuda y sus tres hijos, al igual que a su padre, única victima que no entró en la Ley 1448/2011 de reparación de víctimas del conflicto armado interno colombiano, siendo presidente Juan Manuel Santos, y que casualmente tenía solo carácter retroactivo hasta 1985, meses después del asesinato del Ministro Lara. Si bien esa Ley les garantiza el derecho a la verdad, ni tan siquiera con eso les han ayudado, ya que cerraron la investigación, y solo por la insistencia de sus hijos han conseguido reabrir, pero tras casi 38 años parece que la justicia colombiana se lo toma con tranquilidad.

El resultado fue que un mes después de perder a su padre tuvieron que salir huyendo como si encima ellos tuvieran culpa de algo y, cambiar de país porque no se podía garantizar su seguridad, su primer destino fue en España, y así fueron pasando también por Francia o Suiza.

Es aquí cuando Jorge cuenta una anécdota, cuando descubrió que en un colegio cercano estaba el hijo de Pablo Escobar y pensó con tan solo 12 añitos que él podía hacer justicia a su padre, pero la vida acaba siendo tan imprevisible que hoy día no solo han conocido al hijo de Pablo Escobar, sino que la reconciliación es un hecho, y comparten un proyecto tan interesante como el que les lleva por diferentes países y entornos, desde cárceles a universidades, para explicar que Pablo Escobar no es el héroe que vemos en las teleseries, sino un bandido que mando asesinar a demasiada gente y que estamos equivocando a nuestros jóvenes si ensalzamos esa figura en lugar de hacerlo con la de Rodrigo Lara Bonilla, que fue el que se mantuvo firme en la defensa de la justicia aún a riesgo de perder lo más importante que uno tiene que es la vida y dejar a su familia desamparada.

Hoy se les puede escuchar, a los hijos de ambos, explicando que el perdón puede servir para continuar luchando por la justicia y para seguir viviendo sin odio o rencor. Ojalá en breve en España podamos escucharlos en una de esas conferencias y que nos enseñen a perdonar y seguir adelante. Y sobre todo que realmente se cumpla esa Ley que los ha excluido, que se modifique porque desde luego son cuanto menos, igual de victimas que el resto y, al fin puedan conocer la verdad de lo que ocurrió y puedan por fin seguir adelante con sus vidas haciendo justicia al Ministro de Justicia.

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