Todavía es pronto para culminarla, pero los primeros pasos se están dando. José María Álvarez, recientemente elegido como secretario general de la UGT propondrá, en la próxima reunión del Comité Confederal del Sindicato, “la apertura de un periodo de reflexión” para sondear las posibilidades de llegar a “la unidad orgánica con el sindicato fraternal, Comisiones Obreras, y con otras organizaciones que quieran adherirse al proceso”. Por su parte, un grupo de trabajo de Comisiones ha elaborado un documento donde se analiza su dinámica interna, que ha sido objeto de debate en unas jornadas celebradas esta última semana, donde se plantea la necesidad de “un gran sindicato” como respuesta al declive de las organizaciones experimentado en los últimos años. Las dificultades van a ser muchas por la oposición interna de algunos sectores en una y en la otra organización sindical. Los autores de este informe reconocen que “el cambio sindical ya era necesario antes de la crisis y hoy es inaplazable”. Entre otras cosas porque se necesitan introducir “reformas importantes” en la organización. Y saber si las estructuras sindicales “se adecúan a la configuración del tejido productivo”.

Sobre la fusión con UGT y otros sindicatos, el documento  recuerda que es “una vieja aspiración desde el nacimiento de la organización hace sesenta años”, pero advierte de que el proceso debe adoptar ciertas cautelas “sobre todo porque hay sectores interesados en ella para luego construir su propia alternativa”. Y en este sentido, CCOO se pregunta: “¿Sería deseable un proceso que pudiera culminar con la conformación de una central sindical unitaria que recogiese la pluralidad de composición de la clase obrera en España? Hoy, como hace cuarenta años, sin duda es, sí”. Pero a continuación plantea otro interrogante: “¿Es esto posible con el marco actual? Y, sobre todo, ¿es útil para el fin que se persigue, que no es otro que reforzar las capacidades del movimiento sindical? En este caso, “la duda es más que razonable”, responde.

En lo que a UGT respecta, a principios de los noventa del siglo pasado, el secretario general de la UGT de Euskadi, Josu Frade, planteó, formalmente, la necesidad de esa fusión. El entonces secretario general Confederal, Nicolás Redondo, se mostró en desacuerdo “porque lo primero es profundizar en la unidad de acción”. Hacía escasamente tres años, y más concretamente desde la huelga general del 14 de diciembre de 1988, que Redondo y Antonio Gutiérrez, el líder de CCOO, habían decidido llevar a cabo esa unidad de acción. En la cumbre todo iba sobre ruedas, pero las diferencias en las bases eran evidentes. Los enfrentamientos, sobre todo durante los periodos de cómputos de las elecciones a comités de empresa y delegados sindicales, estuvieron a punto de romper esa unidad en la propia cumbre. Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez vivieron los peores momentos de sus relaciones personales.

Ahora, aseguran fuentes del sindicato, las  cosas son diferentes. Los años de Cándido Méndez, de carácter contemporizador, al frente de UGT, y de José María Fidalgo, primero, e Ignacio Fernández Toxo ahora, han fomentado las relaciones, sobre todo en las secciones sindicales de empresa, que es donde se supone que debe de empezar el proceso. El declive de los sindicatos en los últimos años, más evidente a raíz de la crisis económica y el radical cambio de las relaciones laborales en el país, les obliga a pensar en la posibilidad de unirse en torno a una organización mucho más fuerte e influyente en la sociedad.

Lo que pasa es que el proceso va a ser largo. Todavía existen organizaciones de base con fuertes enfrentamientos. Pero lo que parece claro es que la unidad orgánica es algo necesario e irreversible.

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