Muchos de ustedes sabrán quién fue Al Capone, ¿verdad? Por tanto, sabrán que acabó con los huesos en prisión. Y que, sin embargo, fue trincado por evasión de impuestos. Un asunto menor en su amplia carrera delictiva. Como suele expresarse en el género policíaco, “hay que seguir el dinero”. Cuando termina el ovillo del dinero y tratándose de hombres con poder, acaba recurriéndose a la expresión francesa cherchez la femme (“busca la mujer”). Sí, a veces los chismes constituyen la única oportunidad para cazar al criminal. Presten atención.

Conocí a don Nicolás, párroco de mi pueblo, un año antes del escándalo. Se había quedado tirado por la zona del Villar y me paré a recogerlo. En los seis kilómetros que recorrimos hasta la iglesia me pareció un anciano entrañable, con una visión amable del mundo. Vamos, que ni me animó a asistir a misa. Casualmente, volvimos a encontrarnos unos meses después en la boda de unos amigos. Fue él quien acudió a saludarme, mientras aludíamos jocosos a las bondades de la soltería. Unas gotas de vino cayeron de mi copa y mis acompañantes enmudecieron como si hubieran visto al mismísimo Satanás. Traté de rearmar mi sonrisa mientras el cura hacía gestos de que siguiéramos con la animación (no sé si han visto la cara de Peter Sellers en El guateque, cuando se cuela en una conversación en la que no ha sido invitado). Debió de coscarse sobre qué habíamos estado riéndonos, porque metió baza acertadamente: “¡Ah, hijos míos! Si yo os hablara de la soltería…”. Volvieron a aparecer los rostros de estupefacción, con más terror si cabe. Y empezó a contarnos:

«Es una historia poco conocida y asumo que no saldrá de aquí. Entonces era joven, recién salido del seminario. Por más que os diga, escasamente sí sabía latín y la palabra de Dios Padre aún me era lejana. Uno también es carne a tan tierna edad y nada le es vedado a sus ojos inexpertos. Isabel, Remigia, Ana Paula, Fátima, Dolores… y algunas más de las que no recuerdo bien sus nombres. Ángeles, benditas todas ellas. Aún conservo cartas, debería releerlas. Bien. Eran tiempos oscuros y los recuerdos siguen apareciendo en blanco y negro, salvo aquellos huecos de humanidad. Todas ellas pasaron primero por el confesionario y después por mis brazos, compungidas y confusas por matrimonios en las que se veían condenadas de por vida. Emparejadas a cafres desalmados que las tomaban como esclavas. Las escuché, las traté como a criaturas de Dios, las atendí como buenamente supe. Y no me arrepiento. Sé que hallaron una luz de esperanza en sus aciagas vidas. Solo fueron un par de encuentros en sacristías, tres veces a lo sumo con alguna de ellas. Desde aquellas muestras de cariño —me consta porque así me lo expresaron— la mayoría de ellas encontraron dones hasta entonces inexpugnables. Si fueron adúlteras más veces desde entonces, es irrelevante, pero sé que fueron más felices viviendo una soltería intentando escapar de un matrimonio impuesto. Afortunadamente, hoy en día cada vez son más las mujeres que se piensan dos veces si merece la pena casarse con un cernícalo que ni siquiera es bueno en la cama».

Meses después falleció don Nicolás. Previamente, me había confiado su correspondencia con la intención de que pudiera ordenarla y glosarla antes de publicarla. Desgraciadamente, como sabrán por la prensa, algunas epístolas debieron de traspapelarse y los doctores que tiene la Iglesia han puesto el grito en el Cielo. Que un ateo como yo se haya prestado a la voluntad de un religioso no debería sorprenderles sabiendo lo que les acabo de contar. Mi abuela Ana Paula, madre de mi madre, corroboró la versión de mi difunto abuelo en aquel ágape (y en las cartas con don Nicolás se reflejan hechos que tuvieron lugar realmente, según mi abuela). Ustedes deciden la credibilidad que le dan a estos chismes. También son libres de juzgar como quieran la conducta de don Nicolás, si es que la dan por cierta.

En cualquier caso, don Nicolás está muerto y esas son cosas de mi pueblo. Recientemente, importantes medios de comunicación de Estados Unidos están destapando posibles chantajes de Rusia al presidente electo Donald Trump. Según esos medios, se habla de un “expediente, que es una colección de memorandos escritos durante un período de meses, [que] incluye acusaciones específicas, no verificadas y potencialmente verificables de contacto entre los ayudantes de Trump y los agentes rusos, y evidencias gráficas de actos sexuales [depravados de Trump] documentados por los rusos”. La polémica está servida: si, como sugieren, esas informaciones eran conocidas por las altas esferas (incluyendo a los demás candidatos), ¿por qué no se denunció durante el proceso electoral?, y, claro, tratándose del presidente de Estados Unidos, ¿hasta qué punto pueden afectar estas informaciones al orden mundial?

Hay, al menos, una diferencia evidente entre ambas noticias: las actuaciones de don Nicolás fueron descritas por él en persona ante media docena de personas, entre ellas, yo, que además cuento con la correspondencia del cura, que lo respalda. Ustedes pueden dudar de lo que les digo. En el caso de Donald Trump no hay confesión por su parte, sino datos de los servicios de inteligencia estadounidenses. Es posible que crean más a la CIA que a mí. Pero hay otra diferencia notable: Donald Trump está vivo y va a ser nombrado presidente de los Estados Unidos de América.

El trasiego de informaciones es uno más de los juegos infernales a que nos someten desde el poder. En ocasiones, tratando de distraernos con chismes sin importancia. Pero cuando se trata de personajes poderosos, puede ser la única oportunidad que tenemos para librarnos de ellos cuando además tienen todos los indicios de ser funestos.

Si esto no les convence, piensen, por ejemplo, en la carrera ascendente de Hitler y cómo estuvo a punto de truncarse en septiembre de 1931 cuando falleció su joven sobrina, con la que había mantenido una relación. Geli Raubal, de veintitrés años, fue hallada muerta con un disparo procedente del arma de su tío. Llevaban seis años juntos, pero en los últimos años ella manifestaba sentirse controlada y harta de las perversiones sexuales del líder nazi. Tras una discusión con su tío, en la que este le prohibió viajar a Viena, se produjo el fatal suceso. La policía se apresuró a descartar el asesinato y, así, apareció el suicidio como motivo oficial de la muerte de Geli Raubal. Año y medio después Hitler se hizo con la cancillería alemana.

Quizá fue la última oportunidad que tuvo la Humanidad para librarse de Adolf Hitler. No olviden a Trump.

3 COMENTARIOS

  1. No pongas a un zorro a guardar las gallinas. Seguramente evitará que otros zorros se las coman, pero su proteccionismo sería tal que »todo» quedaría »en casa».

  2. No pongas a un zorro a guardar tus gallinas. Seguramente las protegerá de otras alimañas, pero »todo» quedará ‘en casa’.

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