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El trabajo diario y la práctica deportiva (Un simple paseo diario, potencia nuestro optimismo)

Algo de ejercicio físico le ayudará en su trabajo, mejorará su capacidad relacional, su solidaridad y generosidad

Félix Lareki Garmendia
Félix Lareki Garmendia
Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao. Su carrera profesional fundamentalmente la ha desarrollado en Xerox España S.A.U.. Exprofesor de la Escuela Superior Universitaria de Marketing en la Cámara de Comercio de Bilbao, del Master de Marketing y de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del País Vasco UPV - EHU. Durante 8 años ha estado en política en el País Vasco. Vicepresidente de la Asociación Internacional Aulamar para personas discapacitadas para el disfrute de la navegación a vela. Tiene publicados varios libros con ESIC Editorial. Su lema es “pasión por el arte y las personas”, lector empedernido, escritor y analista social.
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análisis

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«La equivalencia entre el trabajo y el futbol es que sobre todo se construye con  personas.»

Pep Guardiola Sala 47 años de edad 18.1.71,  jugador y entrenador  del C.F.Barcelona en el pasado, y en la  actualidad del Manchester City F.C. Oro en la Olimpiada de Barcelona, mejor entrenador del mundo en el 2009, ganador de la  Champions  y Premier League, además de otros títulos.

 

A bastantes personas les encanta hacer algo de deporte, quizás sea Ud., una de ellas, -jugar a Paddel, pasear, algo de futbol, esquiar, subir al monte – cuando se les pregunta porque lo hacen casi todas apuntan en igual dirección. El deseo de estar mejor física y mentalmente, hacer bien el trabajo que les da de comer, perciben que el deporte y el trabajo del día a día, se complementan y guardan similitudes.

Dedican gran esfuerzo para sacar su trabajo adelante, unas veces ganan –meten un buen gol, obtienen un buen contrato, consiguen el pedido, obtienen el merecido ascenso, atienden con corrección a sus clientes- otros no llegan a alcanzar las metas propuestas.  Casi todos/as han tenido buenos y malos momentos, presiones, broncas con el jefe o la jefa y les seguirá ocurriendo. Cualquier trabajador rema diariamente para hacer su tarea,  tiene la confianza de que sacará el partido adelante. Muchas personas aman el trabajo que realizan, otras no tanto pero lo hacen para sacar las familias adelante, algunos sienten la empresa y están comprometidos con ella, otros lo consideran solo como un medio para obtener su salario. Todas llegan a un punto común, es que estando bien físicamente se sienten mejor preparados para todo tipo de retos-

Si me lo permite le voy a contar una historia de vida que nos ayudará a entender esta realidad.

Es el segundo domingo de septiembre, las calles donostiarras están abarrotadas, llega el gran día de la fiesta del remo para miles de personas. Las aficionadas y las que no lo son, todas saben aprecian un buen espectáculo. Es el “Gran Premio de la Bandera de La Concha”.La regata de La Concha. Las de Septiembre. Un  día importante para la ciudad, para los habitantes de San Sebastián “Donostia” desde siempre la capital del verano del País Vasco, se trata también de una prueba deportiva con 119 años de tradición que además de serlo, es sobre todo un acontecimiento social y popular.  Catalejos en ristre la gente se echa a la calle desde primeras horas de la mañana, un buen bocadillo con la bota de vino y un periódico para las cabezas pues hoy el sol apretará. Se ponen en acción viejos transistores, móviles y “pinganillos”. Uno sabe que va a contemplar un gran espectáculo, que se produce tan solo una vez al año.

La ocasión hay que aprovecharla. No puedo resistirme a la tentación, sobre las 10 de la mañana, después de haberme calado mi pantalón y chamarra de cuero, anudado el pañuelo al cuello para protegerme del frío y de los mosquitos, pongo mi moto en la carretera, una vía que une Bilbao con la capital donostiarra y luego continúa hasta la frontera francesa en Behobia, junto al puente internacional de Irún, que vio como transitaban por su camino empedrado con tristeza y amargura muchas personas en el éxodo de la guerra civil española, de esto hace más de 70 años. Siempre bajo la atenta mirada del río Bidasoa que se dirige finalmente hacia su desembocadura, penetrando con suavidad y dulzura en  las aguas del Cantábrico. Recorro los 110 kilómetros de manera ilusionada, un bello paseo que transcurre por la cornisa de la costa, sabiendo que al final me espera el bullicio y la tradición de una gran fiesta popular y marinera que como donostiarra la llevo en mi corazón.

Paso Zarautz, entro en Donostia por el barrio del Antiguo,  luego de cruzar la magnífica playa de Ondarreta. Aparco entre callejas. El puerto donostiarra luce todo su esplendor adornado con banderolas y gallardetes, lleno de pequeñas embarcaciones y unos pocos pesqueros herederos de  tradiciones artesanales ya olvidadas. Es un hervidero de gente, las calles que confluyen al puerto están animadas por miles de transeúntes venidos de todos los puntos del País Vasco y de todo el Cantábrico. Los apostadores toman posiciones. Apuestas que marcan una de las aficiones de los vascos en la competición deportiva, con su máxima manifestación en la pelota a mano y los juegos populares llamados de “deporte rural”. Aizkolaris, Tronzalaris, Segalaris, Arrijazotzales, etc. Las apuestas para la gran regata se cruzan incesantemente en las calles del casco viejo, igual que sucede  en los frontones de todo el País Vasco.

¡500 a Orio¡  ¡200 a que Astillero saca más de 5 segundos a Orio¡ ¡1.000 a Kaiku¡

La alegría es inmensa en los muelles, grupos de aficionados corean cánticos por su trainera, con charangas bulliciosas venidas de vecinas poblaciones. Los musculosos y atléticos remeros proceden a descargar las embarcaciones de los remolques  que las transportan. Cada uno su trainera. Es todo un ceremonial, cada persona se ocupa de una tarea, por un lado los estrobos, los remos, las esponjas, botellines de agua, etc. Miradas serias que se mezclan con alguna sonrisa, gestos preocupados en general, abrazos de los aficionados deseosos de tocar a sus ídolos, gestos de ánimo y apoyo. El remero acostumbrado a entrenamientos en soledad no termina de encajar al ver la montaña de personas y abrazos ¡Juanito¡ ¡Txomin¡ ¡Juantxo¡ y muchos otros nombres se escuchan por doquier. Saben que solamente estar en La Concha es ya un premio grande a toda la temporada. Otras embarcaciones se quedaron por el camino eliminadas y estarán solo como meras espectadoras.

Han transcurrido los días de entrenamiento en solitario en compañía exclusiva del silencio de la mar, hoy se encuentran con el ruido de la gran marabunta. Son su gente, muchas personas del pueblo que quieren animarlos en esta gran fiesta. Todos sienten una gran responsabilidad por ello. Llega la  cita, detrás quedan muchos meses y días de esfuerzos y sacrificios, de duros entrenamientos fuera del horario laboral. De llegar tarde a casa, de hacer partícipes a las familias en el reto deportivo, muchas veces a regañadientes. Todo el esfuerzo  con escasa o ninguna remuneración. El triunfo vale más que cualquier otro premio dinerario. El honor, la tradición, el pueblo, son aspectos más que relevantes, aunque algo se reparte al final de la temporada, que sirve para degustar unas magníficas chuletas de buey hechas a la brasa y para pagar algunos gastillos.

La temporada va tocando a su fin por eso hay que echar el resto en La Concha. Los equipos procuran llegar con un alto estado de forma que garantice un buen rendimiento en la prueba. Pero ninguno está sobrado de fuerzas. Cada afición exhibe sus banderolas al viento. Orio las amarillas, San Juan las rosas, Santurtzi moradas, Castro Urdiales rojas, Kaiku verdinegras y así algunas más. El puerto donostiarra parece un bello jardín tropical lleno de colorido y pañuelos flameantes. Se ven diferentes mareas, la marea roja, la azul, etc. Múltiples pañuelos de colores anudados en el cuello de un público bullicioso identifican a cada aficionado con su trainera. Los patrones cogen el cabo “la cuerda” que se amarra a la baliza de salida, procurando mantener la embarcación con la proa bien recta hacia la salida exterior de la bahía.  Remos a escasos centímetros de la lámina de agua. Todo está ya casi listo. Las respiraciones entrecortadas y la tensión al máximo.

Cada remero -por unos segundos- da rienda suelta a tantas y tantas emociones encontradas. Llegó el gran día y ahora miles de personas les contemplan. No podemos defraudar a semejante afición. Las manos aprietan con firmeza el remo y la tensión corporal y mental están al límite. Los remos levantados ligeramente y la vista mirando fijamente sin pestañear al patrón. Expectantes. El director de la prueba baja la bandera roja. ¡Ahora¡

Los remos, tensos  en el aire hasta entonces, irrumpen con fuerza y gran energía hundiéndose en el agua. Es como un gran estallido, una explosión, un volcán en plena erupción. Son las primeras paladas fundamentales para marcar el ritmo de la regata. Se produce un clamor. Es un momento mágico, irrepetible cada año. Los estrobos rugen en su rozamiento con cada remo produciendo un sonido inconfundible, bronco, preludio de la gran batalla. Los pelos de los brazos con piel de gallina. Tras haber tomado el segundo largo –ciaboga- en dirección a la meta, sita en el fondo de la bahía dentro de un marco incomparable, las cuatro embarcaciones van precedidas por decenas de barcos que hacen sonar sus sirenas, en un mar espumado por las hélices con el rugir de los motores ahogados por gritos de miles de aficionados apostados en la Isla de Santa Clara, el Aquarium y el Monte Urgull, faros de la contienda. La primera trainera atraviesa la barra que se forma entre el Aquarium de la ciudad – Instituto oceanográfico- y la Isla de Santa Clara, viene aprovechando la “champa” – el empuje que producen las olas a su entrada a la bahía-. La segunda embarcación a una trainera de distancia de la primera lucha  por igualarse. Es un momento clave, supremo, el que mejor aproveche el impulso de la ola resultará ganador. La técnica y la fuerza entran en combinación.

Los patrones dan órdenes desaforadamente y cuentan el ritmo de paladas, uno-dos, uno-dos y así sucesivamente en forma armónica con cadencia,  los remeros escuchan esforzándose al máximo de sus posibilidades, más aún por encima de las mismas. Ahora o  nunca.

De pronto una ola empuja al segundo barco colocándolo justo por delante de su cresta, impulsándolo hasta la primera posición, el otro queda frenado en el seno de la misma. Todo está por dirimirse. Nada está hecho, faltan doscientos metros cruciales y hay un absoluto emparejamiento. La baliza de llegada ya está próxima, la expectación al máximo, los pitillos de los fumadores ya no se fuman, se mastican, se mascan. La expectación es máxima. Algunos se juegan muchos “duros” en el asunto, las tripulaciones también. También el apoyo de los patrocinios para la próxima temporada.

En la empresa donde Usted trabaja hay personas, –  es una obviedad que muchas veces se olvida- hay situaciones de éxitos y fracasos. Cada mañana sabemos que nos vamos a encontrar con problemas distintos. Nada está conseguido. Nada. Ayer triunfamos y conseguimos sacar nuestro informe adelante, terminar el trabajo a la hora, conseguir ese ascenso esperado tanto tiempo o ese pedido trabajado, lo que supone dinerito y muchas veces prestigio. También en el campo el agricultor sabe de la importancia de recoger la cosecha en tiempo. Hoy nuevamente está casi todo por hacer. Voluntad e ilusión al igual que los remeros. Siempre delante del reto.

Los remeros con los callos de las manos reventados por el esfuerzo y el trasero sangrante  enrojecido por el roce del banco fijo, -el asiento-, solo piensan en el triunfo final y el premio a horas de esfuerzo y dedicación. Cada uno jadea estrepitosamente, no se siente el dolor, ni el cansancio, solo se piensa en rebasar la baliza final – de llegada-y comprobar que el esfuerzo ha merecido la pena.  Las pulsaciones se disparan y el corazón late apresuradamente, más que nunca. Con una súbita remada la primera trainera llega  a la meta, los remeros inicialmente quedan abatidos, se inclinan sobre las “costaleras” –costado de babor o estribor- de la trainera buscando refrescarse con el agua salada. Algunos se abrazan brincando entre compañeros en el poco sitio de que se dispone. Después de unos instantes, se comienza inconscientemente a percibir la gloria, disfrutando del momento. Es el momento del abrazo al compañero. Saber que se ha trabajado bien tanto individualmente como en equipo. Finalmente los remos en alto forman un cuadro de gran belleza. Es el tiempo de los campeones de los “txapeldunes”. Atrás queda la temporada, los sacrificios, las horas fuera de la familia, los entrenamientos, la preparación, las dietas de alimentos, las lesiones, los malos momentos.

Al patrón se le escapan unas lágrimas – se restriega los ojos para disimular la situación-  cuando recoge la ansiada bandera. También hay lágrimas y rabia contenida,  que escapan de los vencidos  con   cierta envidia hacia el vencedor. Solo piensan desde ese momento en la temporada próxima. Tiempo habrá para recapacitar en que se ha fallado si se puede decir eso, pero habrá que hacerlo más adelante con tranquilidad y sosiego. No faltan las felicitaciones de los propios remeros a sus compañeros ganadores, rodeados de todos sus seguidores y las bulliciosas charangas. Cara de perro en la mar y felicitaciones en tierra. Siempre ha sido así – recordaba-. Solo hay un ganador,  también miles de ilusiones y esperanzas por que otra vez será. Hoy ha sido un día grande en el que se han reafirmado sentimientos de solidaridad, esfuerzo, abnegación, vocación por la mar y sentido de pertenencia a un equipo y a un pueblo.

Igual que a muchos trabajadores en el mundo, en el que su lucha abarca el sentido  de pertenencia a la empresa, defendiendo esos colores.

La jornada festiva toca a su fin, mientras, el sol se oculta detrás de las montañas. En muchos pueblos, en las casas, tascas, txokos gastronómicos,  sociedades populares, conventos, etc., sus gentes siguen celebrando, sino la victoria, la participación de sus remeros en tal efeméride. Los cánticos se van apagando, mañana lunes hay que emprender una jornada de trabajo. Algunos se arriesgan y junto con los ganadores alargan una sobremesa de licores y manjares.

Miles de trabajadores junto a sus jefes reman diariamente por conseguir el éxito en su trabajo, del tipo que sea. Es verdad que algunos de estos jefes no se merecerán dicho título pues están al servicio de sí mismos. No todas las empresas tienen fortuna en reclutar a sus entrenadores. En medio quedan muchas jornadas de sacrificio, días de sol, frío, lluvia, fracasos y desatenciones, posiblemente además mal remuneradas, con un trabajo temporal, que le haga sentirse a uno utilizado. En cualquier caso hay bastantes situaciones que pueden explicarse mejor relacionando el trabajo de cualquier persona en cualquier empresa con la de la práctica deportiva y el esfuerzo que se desarrolla para cumplir sus metas.  Un hombre o mujer habituados al esfuerzo, lo transforman en un hábito llevadero.

También las personas que practican mínimamente un deporte (simple ejercicio físico)  y este además se hace en equipo, están por lo general mucho mejor preparadas para abordar un trabajo profesional, en el que la relación con compañeros, jefes y clientes es fundamental para la consecución del trabajo. Entender que en el trabajo al igual que en la trainera,  el exito será el de cada uno de los integrantes y la suma de todos ellos a la vez.

Ustedes se dirán que en los tiempos que corren, lo primero es ganar a costa de lo que sea, derribando al contrario para que desfile al pié de nuestros caballos. Esto es una realidad, pero también hay muchísimas personas que prestigian su profesión, muchos hombres y mujeres de empresa con profunda vocación al igual que muchos deportistas que ganan por su coraje, pundonor y preparación, haciéndolo con sumo respeto al contrario y apoyando al compañero. Lo he podido comprobar desde mi afiliación a diferentes disciplinas deportivas y así se lo he contado. Seguramente Usted en este momento sabrá algo más acerca del deporte del remo, pero la cuestión no es esa, sino el paralelismo con su trabajo diario. Aproveche la circunstancia.

Y concluyo. “Destaco las palabras, solidaridad, abnegación, esfuerzo, vocación y sentido de pertenencia a nuestro grupo de trabajo. Todo encaja perfectamente”. Es lo que Pep Guardiola, entonces entrenador del Barcelona, destacaba en la rueda de prensa en Wembley después de ganar la Copa de Europa, Era el año  2011.

Fuente :  “Como triunfar en el mundo de las personas que practican las ventas, tomando como referencia el deporte”. Autor: Félix Lareki Garmendia

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