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Tonto el que no lea

Braulio Llamero
Braulio Llamero
Escritor. Su última novela, recién publicada, “Lo que nunca se contó de Artemio”. Su último libro para niños, “¿Puedo borrarme de vampiro?”. También es periodista y ha trabajado en medios locales y regionales de radio, prensa y televisión. Fue columnista diario durante décadas en La Opinión de Zamora (donde también fue director) y Tribuna de Salamanca, entre otros. Más información en www.brauliollamero.com
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análisis

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Ya, ya sé que el título es provocador y que puede sonar un poco insultante. Pero, si lo piensas, no falto a nadie. Al menos a nadie que lo lea. Por eso mismo: porque lo lee y, por tanto, no es tonto. Y es que es a lo que voy, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el Duero por Zamora y el Día del Libro por la semana que se nos esfuma: creemos que cada vez se lee menos, pero se lee más que nunca.

Para empezar, hasta hace nada, éramos todos analfabetos, salvo cuatro curas y monjas en sus monasterios, más otros cuatro raros que en cada civilización leían y escribian historias que nadie les leía. Después nos alfabetizaron, porque no se puede ir por la vida, en la sociedad moderna, sin saber leer los carteles, los nombres de las calles, los prospectos y las puertas de los retretes. Y ahí es donde a algunos se les va el oremus y deducen que alfabetización general es igual a lectura de libros generalizada. A ver, no. Eso nunca ha ocurrido. Leer libros jamás ha sido asunto de masas. Una cosa es que podamos y otra que queramos hacerlo. Yo leo mucho porque soy periodista y escritor y llevo toda la vida haciéndolo. Pero si me hubiera quedado arando la tierra y pastoreando el ganado en mi pueblo natal, no sé yo si me apetecería mucho. No veas después de estar ocho o diez horas en una fábrica, en una obra, dejando toda la energía. O sí, depende. Mi padre, que echaba diez y doce horas al día en un pesada fábrica de cerámica en la emigración alemana, cuando tenía un rato, se sacaba una novelita deMarcial Lafuente Estefanía y tan ricamente. Y a mi madre, que no curraba menos fuera y además hacía lo de casa, le iba Corín Tellado, con la que también pasaba buevos ratos, sobre todo en vacaciones y fines de semana.

Leer para ellos, para mi, para cuantos no tienen que hacerlo por obligación o porque ese es su trabajo, era, es, simplemente, una forma de ocio. Una más. Ni más ni menos digna que ir al cine, sentarte ante la tele, ver o practicar algín deporte, jugar a los bolos o echar una partida. Hay que quitarle trascendencia a la lectura. Ni un tonto se cura leyendo ni un listo deja de serlo por no hacerlo. La lectura es algo hermoso para quien gusta de ella y sepa sacarle todo el jugo. Pero sin más. Que nadie deje que lo acomplejen los gafapastas como yo. La vida es breve. Lee solo si ves que te divierte. Feliz día del libro.

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