Yemen, ese país que está siendo bombardeado por Arabia Saudí con bombas inteligentes de fabricación española, atraviesa por una auténtica crisis humanitaria. Oenegés como Acción contra el Hambre y organismos oficiales como Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria han asegurado que la situación en varias zonas de este Estado fallido es auténticamente “catastrófica”. En los informes se destaca el “rápido deterioro de la situación como consecuencia del conflicto armado que ha tenido lugar durante cuatro años”. En su caso, Acción contra el Hambre reitera su llamamiento al cese inmediato de las hostilidades e insta a asegurar “un ambiente adecuado en el que tanto las agencias de cooperación como el sistema de ayuda puedan operar”.

Jonathan Cunliffe, director regional de operaciones de Acción contra el Hambre,  asegura que 20 millones de personas en Yemen se encuentran en situación de absoluta “necesidad de asistencia humanitaria”. El hambre está diezmando la población. Según cálculos de Naciones Unidas, 14 millones de yemeníes corren serio riesgo de morir por inanición. Los niños están especialmente afectados. Al menos dos millones de menores de edad sufren de malnutrición severa. De no llegar una solución política a corto plazo y un aumento de la ayuda por parte de la comunidad internacional, la agonía del pueblo yemení terminará siendo uno de los mayores holocaustos del siglo XXI. “Si no se firma la paz de forma inminente, ambos bandos del conflicto, y todos aquellos que permiten que la guerra continúe con tal impunidad, quedarán manchados con la sangre de decenas de miles de ciudadanos yemeníes”, asegura Cunliffe.

Hasta la fecha, Yemen ha sido una guerra ignorada, un conflicto bélico silenciado, invisible. Los medios apenas le dedican ya una noticia breve ni medio minuto en televisión. El foco se pone siempre en otros lugares del mundo que como Venezuela interesan más a las grandes potencias, crean más polémica en las sociedades occidentales y dan más titulares de prensa. Sin embargo, algo sí se está haciendo en Yemen. Según Amnistía Internacional, varios Estados europeos como Países Bajos, Bélgica y Grecia, “respondiendo a la presión de la opinión pública, han suspendido total o parcialmente las ventas de armas a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y otros miembros de la coalición que bombardea sistemáticamente Yemen”. A su vez, a raíz del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi algunos países anunciaron la suspensión de las transferencias de armas a Arabia Saudí, como Noruega, Finlandia y Dinamarca.

Amnistía Internacional explica con detalle lo que ha sido la historia oculta de esta guerra que no parece interesar lo más mínimo a la comunidad internacional. Las revueltas populares que estallaron en el país en 2011, en el marco de los levantamientos en toda la región, obligaron al entonces presidente Ali Abdullah Saleh a abandonar el poder tras haberlo ejercido durante 33 años “entre acusaciones de corrupción y gobernanza fallida, y en el contexto de un prolongado conflicto no resuelto con los huzíes, grupo armado del norte del país cuyos miembros siguen una rama del islam llamada zaidismo”.

Saleh fue sustituido por su vicepresidente, Abd Rabbu Mansour Hadi, pero el conflicto prosiguió y los huzíes aprovecharon el descontento popular para consolidar su control sobre Saada y zonas circundantes en las regiones más septentrionales. En septiembre de 2014, los huzíes lograron extender su control territorial en la capital, Saná. Tras la toma de la ciudad a principios de 2015, el presidente Hadi y los miembros de su gobierno se vieron obligados a huir.

Fue entonces cuando, el 25 de marzo de 2015, una coalición de Estados encabezada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) intervino a petición del presidente Hadi con el objetivo de instalar de nuevo en el poder al Gobierno reconocido internacionalmente. Esta operación señaló el comienzo de un conflicto armado abierto al iniciar la coalición una campaña de bombardeos aéreos contra las fuerzas rebeldes huzíes. En los cuatro años siguientes, la guerra civil se extendió y más facciones entraron en juego, entre ellas Al-Qaeda en la Península arábiga y el Estado Islámico de Irak y el Levante, que tratan de instaurar una especie de Califato fundamentalista.

Después de más de un año de combates, que se saldaron con cientos de víctimas civiles, a finales de 2018 concluyeron las conversaciones de Suecia respaldadas por la ONU que dieron lugar a acuerdos destinados a fomentar la confianza, como el intercambio de prisioneros y un alto el fuego precario en Hudaida.

No obstante, Amnistía Internacional alerta de que se han cometido y se siguen cometiendo en todo el país violaciones graves de derechos humanos, algunas de las cuales podrían ser constitutivas de crímenes de guerra. A fecha de hoy, la población civil de Yemen sigue atrapada en medio de un conflicto que parece haberse enquistado. Un infierno donde, como siempre, siempre pierden los inocentes.

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