Durante mi intervención de hoy en el programa Todo Es Mentira, de Cuatro, se ha dado un hecho sorprendente: pretender poner en mi boca (más bien en mis teclas) algo que yo no he dicho. Y por si durante el programa esto no hubiera quedado claro, quienes después escriben las «crónicas» sobre lo sucedido allí, ya están para contar su «versión» de los hechos.

Es cierto: hay quien aconseja que es mejor pasar por alto y no pararse a aclarar las cosas. Seguramente tengan razón. Pero es que al leer esta «noticia», no he podido quedarme callada.

Comenzaba el presentador, Risto Mejide, dándome la palabra para comentar la noticia de la muerte de Juan Ignacio Blanco esta semana. Noticia que desde Diario16 yo cubrí de la manera más aséptica posible, sin entrar a valorar las polémicas que este señor generó en vida. Aquí se puede leer la pieza que redacté para informar de su fallecimiento.

 

Sin embargo, Risto ha abierto los comentarios sobre esta noticia a raíz de un tuit mío. Concretamente, este:

En mi tuit, yo comento la noticia. En lugar de copiar literalmente el titular de La Vanguardia, que dice literalmente «Muere Juan Ignacio Blanco, el criminólogo que quiso destapar «la verdad» de las niñas de Alcàsser», mis palabras fueron algo distintas: «Muere Juan Ignacio Blanco: criminólogo y periodista que defendió la versión no oficial del crimen de Alcasser». Fue, además, la misma línea que seguí para titular la pieza que yo redacté a continuación.

Sin embargo, lo que me recrimina Risto es la segunda parte de mi tuit: «Ahora se abre la duda de si la cinta de video existe y, en ese supuesto caso, podríamos conocerla». Pues bien, el segundo subtítulo de la noticia que yo enlazo dice literalmente: «Con la muerte de Juan Ignacio Blanco, ¿qué pasa con la cinta que resolvería el caso Alcàsser?». Como puede verse, en La Vanguardia, ni siquiera se cuestionan si la cinta existe o no, sino que directamente dan por hecha su existencia. Esto, además, después del primer subtítulo, donde señalan que «El periodista saltó a la fama en «Esta noche cruzamos el Mississippi» al hablar de los «auténticos responsables» de los crímenes». Evidentemente, en mi opinión, era mucho más adecuado poner en duda la existencia de la cinta, puesto que nadie, salvo el propio Juan Ignacio, ha asegurado que existiera.

La «noticia» de ecotuve.es señala literalmente que: «Mejide ha recriminado a su colaboradora haber «compartido» la información y haber utilizado la expresión «se abre la duda». «Considero que es un tema suficientemente serio. Por deferencia a las familias lo que no hay que hacer es manejar datos que puedan llevar a una falsa esperanza ni a una fake news. Hay que ser especialmente decoroso».

En mi opinión, precisamente quien ha sido cuidadosa con el asunto, he sido yo, al poner en duda la existencia de la cinta, cosa que en la noticia que  yo comparto, y que está firmada por «redacción» de La Vanguardia, ni siquiera plantean. Por lo tanto, me pregunto por qué no se deja claro que a quien habría que pedirle explicaciones es a este medio, en lugar de dar a entender que a quien se recrimina es a mi, que efectivamente comparto la noticia, señalando las partes que me parecen importantes, y subrayando por mi parte que la existencia de la supuesta cinta no queda clara.

Entra el productor del documental sobre Alcàsser en escena

A continuación, conectamos en directo con el productor del documental que acaba de estrenarse en Netflix, Ramón Campos. Directamente, y sin haber leído la pieza que yo escribí sobre el asunto, aparece también a recriminarme, metiéndome en el saco de quienes han escrito sobre la supuesta cinta de vídeo, que lo hayamos hecho.

Evidentemente, Ramón Campos no se había leído mi pieza al respecto, porque de haberlo hecho, sabría que yo en ningún momento he dado por sentado que la cinta existiera. Más bien me he dedicado a detallar la versión que en el documental que él produce se dio del tema: «Juan Ignacio siempre defendió la existencia de una cinta de video que les hizo llegar, supuestamente, el párroco de Alcácer (cosa que el párroco niega). En ella, según siempre ha mantenido, podía verse lo que sucedió a las niñas. De hecho, en este video estarían las claves de los autores de los crímenes, y según siempre defendió Blanco, estaría la evidencia de quiénes eran las personas que participaron en los supuestos rituales. Esa cinta de video, siempre según la versión del periodista, fue entregada en su momento al ministro Mayor Oreja, quien a día de hoy y con motivo de la publicación del documental de Netflix sobre el asunto, ha negado la mayor.

En este mismo documental el propio Blanco mantiene la existencia de la cinta y su contenido, y apuntaba al hecho de que pudiera verse en breve. Es precisamente ahora, con su muerte, cuando se abren las sospechas sobre la existencia de la misma y si podrá finalmente ser conocida.» «En el documental, de varios capítulos, puede verse claramente la confrontación de las distintas versiones. Y en él, el propio Juan Ignacio se plantea que la supuesta cinta de video pueda verse. También en este documental Fernando García niega haberla visto (cosa que Juan Ignacio afirma).

Es ahora el momento en que se cree, según las palabras que Blanco siempre ha dicho en sus múltiples conferencias, que el contenido de la supuesta cinta pudiera salir a la luz.»

Es bastante evidente que la pieza sencillamente informa de lo que en el documental se plantea. Sin dar pábulo a ningún tipo de conspiración. Y así se lo he explicado a Ramón Campos, quien evidentemente no había leído mi pieza, ni tenía el menor interés en hacerlo. Y así ha sido como cuando yo le he explicado que sencillamente he informado de lo que ellos contaban en su documental. Es entonces cuando me contesta que le da la impresión «de que he escuchado lo que yo he querido» en su documental. Evidentemente, estaba claro que este señor venía a defender algo que nada tenía que ver con lo que yo había dicho en ningún momento.

Evidentemente, cuando esta versión viene después respaldada por «información» como la de ecoteuve, es cuando hay que dejar las cosas claras.

En mi opinión, el asunto de Alcacer tiene muchas incógnitas abiertas. Sobre todo porque en la segunda autopsia realizada dejan constancia de que hubo más personas implicadas en el triple crimen. El propio Miguel Ricart, al salir de prisión manifestó estar siendo la «cabeza de turco» de otras personas. El principal sospechoso, Anglés jamás apareció. Y la manera en que se trabajó con la investigación del caso ha sido, según algunos expertos, lamentable (otros avalan la investigación y dicen que ha sido correcta). En cualquier caso, y en mi opinión, es muy sorprendente que quien decide hacer un documental casi treinta años después nos señale con el dedo por referirnos a lo que en el mismo aparece.

Hasta la fecha se sabe que las niñas fueron secuestradas, brutalmente asesinadas, violadas y que los dos principales sospechosos fueron Anglés y Ricart. El segundo ha cumplido condena, y al primero jamás se le ha visto. Se señala a más personas como partícipes de estos hechos, y en el peritaje forense solicitado por las familias se confirma que hubo más personas. De su identidad nadie sabe nada. Y ahí surgen las teorías de la conspiración que nadie ha podido probar nunca. Un caso que sigue abierto y del que a día de hoy no hay más datos ni información, aunque el periodista y criminólogo que acaba de fallecer se mantuvo, junto a uno de los padres de las niñas, en la teoría de que estas personas implicadas podrían ser «muy importantes». Así ha estado casi treinta años sin aportar una sola prueba y teniendo que cumplir condena por esas acusaciones. Él mismo afirmaba siempre que existía una cinta de video en la que todo lo que decía quedaba demostrado. Nadie ha visto la cinta salvo, supuestamente, él. Y según él, la había entregado un párroco (que lo desmiente) y que la vió en compañía de Fernando García, un padre de las niñas, que también lo desmiente. Para ir más allá: siempre mantuvo que si a él le pasaba algo, o fallecía, esa cinta saldría a la luz. Precisamente se habla ahora de la supuesta cinta porque Blanco ha muerto. De haber algún momento para comprobar si era cierta su versión, es ahora.

Según Jonathan Martínez, «el caso Alcàsser representa el fracaso de las instituciones así como la bancarrota moral del entramado mediático». Y lo explica, a mi parecer de manera excelente en este artículo. Artículo que yo compartí comentando que el día que haya valor para que sepamos la verdad, ese día, revienta España. El día en que sepamos quiénes estuvieron implicados, en qué consistían sus prácticas, cómo se procedió con las pruebas, quién era Anglés, qué le hicieron a las niñas… ESE DIA. Y sí, un asunto que en su día obtuvo cotas de audiencia nunca vistas, que ha tenido a un país en vilo, y resulta que ahora se vuelve a remover, con tantas incógnitas, considero que debería ser resuelto y cerrado definitivamente. Aclarado y despejadas las sombras interesadas. Si todos pudiéramos analizar lo sucedido, saber cómo es posible que no se sepa nada de Anglés, saber qué personas estuvieron implicadas (tal y como se plantea en la segunda autopsia), cómo se han tratado las pruebas, cómo se trató este asunto… y podamos llegar a conclusiones y no a manosear otra vez el dolor de la gente… ese día, si tenemos conciencia y todos asumimos responsabilidades, este país debería reventar (en sentido metafórico, evidentemente) al darse cuenta de la cantidad de despropósitos que se han permitido. Desde los medios de comunicación, hasta la audiencia, pasando por las negligencias institucionales, a la falta de límite en muchos ámbitos. Pero que se deje de jugar de una vez con especulaciones. Por la familia, pero también por una sociedad que enferma ahogándose en este morbo.

Sobre todo porque no creo que sea sano para una sociedad que esta puerta se abra cada dos por tres. No tiene sentido sacar a pasear fantasmas que puedan dejar siempre sombras. Como está sucediendo con el asunto de Kote Cabezudo, que viene a implicar supuestamente a personas de nombres conocidos en «orgías» y prácticas de abusos sexuales de menores. Más de lo mismo. Soltar este tipo de cuestiones, incluso llegando a dar nombres propios, le costó en su día a Juan Ignacio Blanco una condena por injurias y calumnias graves. Y aún así después mantuvo la teoría de la existencia de la supuesta cinta de video. El caso Bar España, otra cuestión que nadie termina de aclarar y que ronda por las redes generando auténtico pavor a quien se topa con ello. ¿Por qué no se aclara todo esto y se le da un rigor informativo adecuado para que no queden flecos?

Y claro, sacar un documental casi treinta años después en el que se vuelve a poner sobre la mesa la versión no oficial, ¿qué sentido tiene si no es el de reabrir estas heridas?. Justamente esta semana se encontraban restos óseos en el lugar donde encontraron los restos de las niñas asesinadas. Exactamente igual que ocurrió en 2017 mientras se rodaba otro documental sobre el caso por la EiTB, en el que aparecía una pieza dental.

¿Va a aclarar alguien este asunto? ¿O vamos a seguir permitiendo que se especule para generar beneficios (privados) a costa de lo que en definitiva es una aberración que ha destrozado la vida de tres niñas y de sus familias? Dejarlo todo abierto y en duda a veces es peor que mantenerlo como estaba. Por desgracia parece que no hemos aprendido nada, o más bien algunos se lo aprendieron y pretenden venir a dar lecciones de ética mientras ganan beneficios a costa de contar todas las historias  generadas para seguir alimentando fantasmas. Porque cuando uno ve el documental, intuye que Fernando García y Juan Ignacio Blanco se pudieron pasar de frenada y alimentaron un monstruo que se los llevó por delante, pero también queda la duda de si la cinta de video existe. Porque Juan Ignacio le dice al director que «se lo pensará» a la hora de enseñársela, y después no les vuelve a contestar el teléfono. Para el productor esta es la muestra de que la cinta no existe. Puede ser. De hecho es lo lógico pensar que, pudiendo habérsela enseñado a los que hicieron el documental (si fuera cierto) el asunto se habría podido cerrar definitivamente.

Me llama la atención que Ramón Campos critique a Juan Ignacio Blanco por haber vendido libros sobre el tema, puesto que me asalta la duda: ¿este documental lo han hecho gratis? ¿se destinan los fondos para ayudar a las familias de los desaparecidos? o, sencillamente ¿se está sacando beneficio al contar las distintas versiones, sin llegar a ningún punto? No justifico a Juan Ignacio Blanco por vender aquello. Pero no sé si quien vende un documenta para hablar del asunto es la persona más indicada para criticarlo. Me genera dudas.

En definitiva: ¿para qué se hace un documental sobre Alcácer treinta años después si no hay datos nuevos sobre la mesa?

Por mi parte, el asunto de Alcácer ha tenido notoriedad esta semana debido a la muerte de Juan Ignacio Blanco: un hecho que se ha sumado a la aparición de restos óseos en el lugar donde fueron encontrados los cadáveres de las niñas. La noticia era la muerte del periodista y, además, el hecho que él mismo había anunciado en múltiples ocasiones: cuando él muriera, podríamos conocer más información del asunto (siempre según su versión). No pienso contribuir al debate público que pretende generarse para volver a comentar cuestiones, ni a favor ni en contra. Yo personalmente tengo una opinión bastante fundamentada del papel -lamentable- que jugaron los medios de comunicación con este asunto. Y por lo que se ve, algunos no han querido aprender esa lección. Si aparecen hechos nuevos, contrastados y relevantes para aclarar las cuestiones que había pendientes sobre el caso, informaremos sobre ello porque será noticia. De lo contrario, no seré yo quien se sume a la «moda» de remover el morbo de manera aparentemente gratuita.

Los que tanto dicen querer defender a las familias de las víctimas deberían hacerse este planteamiento y entender si el hecho de volver a abrir este asunto, sin motivo aparente, sirve para algo más que ingresar dinero en sus cuentas y generar una audiencia morbosa. Otra vez, no. Por favor.

 

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