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Todas las mentiras que hicimos verdad

Andrés Exposito
Andrés Exposito
Escritor. En el 2003 publica el entrevero literario “El dilema de la vida insinúa una alarma infinita”, donde excomulga la muerte a través de relatos cortos y poemas, todas las muertes, la muerte del instante, la del cuerpo y la de la mente. Dos años más tarde, en 2005, sale a la luz su primera novela, “El albur de los átomos”. En ella arrastra al lector a un mundo irracional de casualidades y coincidencias a través de sus personajes, donde la duda increpa y aturde sobre si en verdad somos dueños de los instantes de nuestra vida, o los acontecimientos poco a poco van mudando nuestro lugar hasta procurarnos otro. En 2011 publica su segunda novela, “Historia de una fotografía”, donde viaja al interior del ser humano, se sumerge y explora los espacios físicos y morales a lo largo de un relato dividido en tres bloques. El hombre es el enemigo del propio hombre, y la vida la única posibilidad, todo se articula en base a esta idea. A partir de estas fechas comienza a colaborar con artículos de opinión en diferentes periódicos y revistas, en algunos casos de manera esporádica y en otros de forma periódica. “Vieja melodía del mundo”, es su tercera novela, publicada en 2013, y traza a través de la hecatombe de sucesos que van originándose en los miembros de una familia a lo largo de mediados y finales del siglo XX, la ruindad del ser humano. La envidia y los celos son una discapacidad intelectual de nuestra especie, indica el autor en una entrevista concedida a Onda Radio Madrid. “La ciudad de Aletheia” es su nuevo proyecto literario, en el cual ha trabajado en los últimos cuatro años. Una novela que reflexiona sobre la actualidad social, sobre la condición humana y sobre el actual asentamiento de la especie humana: la ciudad. Todo ello narrado a través de la realidad que atropella a los personajes.
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análisis

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Cualquier mentira se convierte en realidad si la escuchamos muchas veces. Incluso, al final, acabaremos repitiéndola nosotros mismos como verdad.

Todo acaba por viciarse cuando el ruido viene de todos lados. Las creencias y las ideologías comulgan en esos parámetros y extraen todo su rédito de ello. La duda nacerá tras el ruido externo y la certeza se debilitará por el clamor popular. Todos los convencidos serán los que convencerán a los otros, a los que dudan y a los que no dudan. El martilleo constante es el arma más antigua para convencer, aunque los datos y la información emitida no albergue parámetros suficientemente elocuentes. Eso es lo de menos.

Todas las batallas entre ciudadanos llegarán de ahí. De los convencidos de ambas partes, atrincherados en el egocentrismo de sus particulares profetas, ideologías y creencias, intentando defender de lo que han sido convencidos. Ciudadanos muertos o enfrentándose por la convicción de otros, de profetas y afines que solo miran su propio ombligo.

No hemos entendido aún que todo profeta de creencias o ideologías es solo otro ser humano subido a una piedra o en un púlpito, con la ventaja o posibilidad que le han dado otros para ejercer mayor ruido, y que, en la mayoría de los casos, necesita dividir y separar a la ciudadanía para pescar en río revuelto todos los fieles posibles que queden cegados al anzuelo de su ideología o creencia, y necesitan forjar sus propias verdades, sus propios datos e información, engaños que no lo parecen a primera vista. 

Todas las mentiras que hicimos verdad nacen de nuestro desconocimiento, nacen de la debilidad de nuestro carácter ante el ruido ensordecedor, y nacen en gran medida del miedo público a expresarnos contrariamente. 

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