Esa lámpara me está volviendo tarumba: «Tilín, tilín, clic, clic, clic».

Tarda demasiado en encenderse, aunque mientras estoy a lo mío, la verdad, no molesta tanto. Es una vez encendida… ese ruidito constante e hipnotizador: «Tilín, tilín, clic, clic, clic». Hay que cambiar esa bombilla, está a punto de explotar, soltando chispas, minúsculas, ¡que sólo yo puedo ver, y nadie parece advertir! Es de las antiguas, de esas que sueltan toda la luz de repente con cegadora atracción. ¿Estaré paranoica?

En éstas circunstancias prefiero la oscuridad, estúpido temor el de las tinieblas, ¿no es mucho más cómodo cuando no se ve lo que sucede?

No quiero mirarla directamente, parece que me escucha, me lee los pensamientos: me reclama. «Tilín, tilín, clic, clic, clic»… En su mensaje oculto para atormentarme. Una vez entendí claramente: «ven a mi, ven a mi, a mi, a mi, a mi…»

Ahora que lo pienso, siempre ha estado sola, como yo.

Pero no me fío. Hay algo en ella, majadera lamparita…  Encandiladora de formas suaves…  ¿por qué me llamas? ¿Por qué te aprovechas de mi debilidad más evidente?

Eres lo más simple que conozco, lo más simple… con tu pantallita celeste (cual falda afarolada). Siempre me gustó el azul. Y tú, desde cualquier ángulo… Eternamente atractiva…

¿No será… amor esto que siento y me lo estoy negando a mí misma? ¿Negarme a querer por seguir volando libre, sin ataduras, sin responsabilidades? ¿Tú… qué sientes… por mí? ¿Bombillita preciosa? ¿Luz de mi vida? Quizá no soy suficiente para ti, tú una linda lamparita y yo… ¿Es porque soy una mosca?

Hablemos más de cerca… si me dejas…

Tilín, tilín, clic, clic, clic…. Bzzzzzz

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