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Cada vez más, sin que sepamos a ciencia cierta cómo controlar el fenómeno del Terrorismo Machista, el de la mediocridad, la demagogia, el fraude humano, la corrupción, el egocentrismo, la prepotencia, las dictaduras privadas, el del cómplice silencio, la deslealtad, la ambición, el odio, la mentira, y como consecuencia todo lo terriblemente humano, como una entidad global de falta de conciencia que se manifiesta socialmente anónima y colectiva en la voluntad popular con la determinación “propia y colectiva” de que ya no hay nada que perder, despojado por lo terriblemente ético, no solo de todos los valores que pudieran haber heredado desde un nacimiento teóricamente libre, pero aún sin los principios de la dignidad.

En definitiva, despojado no solo de todo lo que poseía al existir sino también de lo que pudiera aspirar a ser o tener moralmente en un futuro cuando a alguien le arrancan la vida, la libertad, la dignidad de pensar, sentir y amar de forma cruel y repentina.

La sociedad, desde su cómplice silencio, debe sentir algo parecido al “terrorista machista”, al mediocre, al dictador, al “terriblemente humano”.

Los problemas del ser humano, los terribles comportamientos de la sociedad en general y del mundo no es una cuestión de ideologías, es un problema, un monumental y desmesurado problema de la condición humana, un desmedido problema de falta de conciencia social de los seres humanos. Somos “terriblemente humanos”.
El pensamiento y la libertad con dignidad es tan soberano como el conocimiento. Y la conciencia y la dignidad están hechas de la misma materia que los sueños. Se pretende disipar en un momento o por el contrario proyectarse para la eternidad. Solo se debe salir de ellos para que el pueblo los oiga cantando, saliendo de cualquier lucha, más aún de la sometida por los dictaduras privadas y por el terrorismo machista, con “pan, libertad y rosas”.

La conciencia social, única arma para luchar contra lo terriblemente humano, no se identifica con ninguna organización ni ideología política ni está bajo el amparo de ningún institución, más aún bastarda, egocéntrica, egoísta, dictatorial y espuria, son insumisos al poder y estas conciencias solo están unidas por una sola consigna: basta de engaño y manipulación. Es posible que muy pronto el propio sistema fundamentado en el “cambio del cambio” de la condición humana encuentre la forma de combatir lo “terrible del ser en general”, pero hasta ahora los intentos de silenciar este grito  permanecen, y cada día que pasa es más audaz y valiente, como los de las mujeres revindicando igualdad, libertad, independencia digna y seguridad han fracasado. Por el contrario, van triunfando, paso a paso, la voluntad popular en los regímenes sociales totalitarios donde hasta ayer mismo era imposible que floreciese la libertad, la justicia y la igualdad. Por eso me atrinchero en el presente para cambiar el futuro.

“Solo el tiempo muestra al ser humano justo, mientras que por el contrario podrías conocerse al perverso en un solo día”.

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