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Taxi

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Oculto bajo el puente de la avenida de Ariadna, Pegerto espera la llamada del cliente que, desde la terminal de autoridades, le hará en el momento que haya aterrizado y recogido su equipaje.

Pegerto conduce un flamante Hyundai Elantra, negro, sin distintivo alguno de servicio público, salvo una bandera de Madrid pegada en el cristal trasero con las siete estrellas en blanco y las letras VTC. Lleva trabajando en una de esas multinacionales sin conductor, desde hace dos meses y medio y está planteándose seriamente dejarlo. Ha pasado muchas penurias desde aquel día de agosto de 2005 cuando bajó del avión que le traía de Lima, con visado de turista y sin confirmación de vuelo de regreso. Primero como inmigrante sin papeles malvivió en trabajos esporádicos que encontraba cada mañana en la Avenida de la Constitución de Coslada, frente a las oficinas de una conocida ETT y a un paso del Ayuntamiento de la localidad. Más tarde, una vez legalizada su situación, en una empresa de reparto de paquetería urgente, en la que primero como empleado de la misma, le pagaban un tercio menos que a los compañeros nacionales y después como autónomo, no le salían las cuentas. Tanta fue la presión que ejercían sobre él y sus compañeros, que al final de 2012, la empresa acabó echando el cierre dejándoles a deber el pago de las entregas de los tres últimos meses.

Muchos de sus compatriotas tuvieron que volver a su país durante estos años en los que este sistema acabó importando las condiciones laborales del tercer mundo al primero y globalizando la precariedad. Pegerto consiguió quedarse a base de humillación laboral. Ha ido encadenando contratos como mensajero, ayudante de jardinero, ayudante de mantenimiento, repartidor de Pizzas, trabajador del Burguer King, y hasta una especie de asistente personal de un conocido bufete de abogados de la capital. Todos ellos con salarios de miseria insuficientes para poder pagarse un billete de vuelta.

Tras dos años en el paro, un conocido le habló de hacerse conductor autónomo. La empresa le pone el coche y él el trabajo. Pero en los dos meses y medio que lleva trabajando, de nuevo, no le salen las cuentas. Cada día que saca el coche de la plataforma, tiene que pagar un canon de 10 euros que no le devuelven. Gasoil y limpieza del vehículo (obligatoria tras cada servicio) también a su cargo. Y luego un porcentaje del 30 % de cada servicio que hace, que debe entregar al encargado en la plataforma. Trabaja diariamente desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche. Come a base de bocadillos, siempre fuera del coche para que esté impoluto porque una queja del cliente supone una penalización de otro 10% de la carrera. Muchas de las horas de trabajo son de tedio y espera. Sobre todo porque les prohíben llevar tablets o libros con los que “amortiguar” la monotonía de esperar sin hacer nada. La justificación es que deben estar siempre atentos a posibles cambios en el servicio. Todo ello por 785 euros al mes, de los que debe descontar su cuota de autónomo.

Bajo el puente de la calle Ariadna, Pegerto ha sentido un escalofrío. Acaba de ver pasar un taxi, que se le ha quedado mirando. El lugar elegido para la espera es ideal para pasar desapercibido porque no te ven hasta que han llegado a tu altura. Pero si hay problemas con los taxistas, es el peor de los lugares porque no hay escapatoria. Arranca el motor y decide escapar, y dar vueltas por los alrededores de la terminal hasta que el cliente le haga la llamada. Demasiado tarde. El taxista ha dado la vuelta en la rotonda y le ha cerrado el paso. Está esperando a que lleguen otros compañeros. Pegerto no quiere problemas. Se ha bajado de su Hyundai y se dirige hacia el taxista. Éste, le increpa. Le llama esquirol, panchito de mierda y otros insultos referidos a su madre. Llegan dos taxistas más. Luego otros dos. Ya no caben debajo del puente. Han cortado el tráfico porque no se mueven. Pegerto se vuelve y ve como su impoluto Hyundai está lleno de arañazos, de rallas blancas sobre la pintura negra. El parabrisas delantero tiene un gran agujero (como si hubieran estrellado, un bate contra él) y las puertas están abiertas. Se acerca y dentro del coche han vaciado varias bolsas de basura. Pegerto sabe que todas esas reparaciones las va a tener que pagar él. Acaba de perder la carrera de la mañana y posiblemente el trabajo.


 

Taxi

Monopolio. DRAE:

1.- Concesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para que esta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio.

….

4.- Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes.

Escuchaba el otro día en la radio global, a una de esas tertulianas defensoras irreflexivas del hijoputismo liberal a ultranza, que el Taxi es un monopolio y que la solución a este problema que sufren principalmente los taxistas pero también los trabajadores de las VTC, es la liberalización completa del sector. Que eso de que el Taxi y los VTC sean un servicio público es algo atrasado, rancio y que no tiene sentido en el mundo actual.

El sector del Taxi, nunca ha sido santo de mi devoción, a pesar de tener dos sobrinos taxistas. Y nunca lo ha sido porque todos los que en algún momento llegamos a Madrid como Alfredo Landa llegaba en las películas de los años 70, hemos sufrido al listo de turno que nos ha querido dar paseos turísticos por la capital, sin haberlos contratado, con el fin de agrandar la carrera y la caja. También, los que vivimos en los alrededores del Aeropuerto de Barajas, hemos sufrido alguna vez la negativa de llevarnos a casa, con la excusa de que le estábamos “jodiendo” la carrera al señor taxista que había estado esperando tres horas en la bolsa de taxis con el único propósito de, que, llegado su turno, pudiera hacer una carrera al centro de Madrid por cincuenta o cien euros.

No entiendo eso de que el sector del Taxi sea un monopolio. A no ser que lo que en realidad se quiera es coger por los pelos, la legislación europea sobre los mismos. Si las gasolineras, que son de tres o cuatro empresas mayoritariamente no es un monopolio, no entiendo porque un negocio que se presta por miles de autónomos lo es.

De igual manera, no comparto eso de que sea un servicio rancio y poco actual, justamente por ser un servicio público. Los que defienden eso, son los mismos que abogan porque la sanidad se preste como negocio para que nos pase como en USA, dónde una persona arrollada por un tren pide que no le lleven al hospital porque no puede pagar ni la ambulancia ni el tratamiento. Los mismos que claman sobre las bondades del sistema de puterismo liberal que vive de explotar a mujeres, niños y hombres en el sur de Asia y de globalizar la precariedad laboral. Los mismos que reclamaban la intervención de los bancos para que no se hundiera el sistema y los mismos que están dispuestos a perdonar a esos bancos el dinero PUBLICO inyectado o a Ronaldo o Messi sus “licencias” sobre impuestos.

Nunca he entendido por qué si la Licencia de Taxi es una concesión administrativa, puede cambiar de titular sin intervención de la administración que concedió la misma, a una persona determinada, con un vehículo determinado y unas características legisladas (Reglamento Nacional del Taxi). Supongo que como España siempre es diferente, aquí la ley se escribe para que forme parte de la legislación pero nadie observa si se cumple. Este hecho, el de transmitir licencias, es decir, el de poder venderlas, forma parte del actual problema con los VTC. Una licencia de Taxi, cuesta entre un ojo de la cara y un riñón. Se dice que en Madrid está en torno a los 300.000 euros. Yo conozco a quién, fuera de Madrid, pagó en su día 132.000 euros por una. De ahí procede parte del malestar de los taxistas con las VTC. Un taxista se empeña para poder pagar los entre 150.000 y 200.000 euros que cuesta una licencia en el mercado “libre”, y luego llega el señor Uber o el señor Cabify, y aprovechando una legislación que nada tiene que ver con el transporte de pasajeros, porque lo que ellos hacen es “obtener” servicios de alquiler de coche con conductor y por 70 euros te hace la competencia, pagando impuestos en paraísos fiscales y contratando conductores en lo que ahora llaman economía colaborativa (la misma que los de Glovo, por ejemplo, los de reparto de comida a domicilio en bicicleta), que no es otra cosa que un eufemismo de precariedad laboral, falsos autónomos y explotación del trabajador.

No hay que olvidar que en realidad, los defensores de esta economía basada en la precariedad, en la explotación del trabajador y el la falta de regulación (del sector y de las relaciones laborales) lo que están defendiendo es este sistema de puterismo liberal en el que se globaliza la precariedad, se dinamitan las condiciones de trabajo y se empobrece al trabajador. Ese empobrecimiento lleva a los propios usuarios de servicios como el Taxi, a elegir Uber o Cabify porque es más barato y porque, en teoría, presta el servicio en mejores condiciones de limpieza que el taxi de toda la vida. En realidad es un engaño por el coste social que lleva consigo, la explotación laboral y sobre todo, que no sabiendo el coste real del servicio, no podemos conocer si están haciendo dumping para cargarse el sector del taxi y luego subir precios. Al final, si colaboras con estas empresas estás colaborando con tu pobreza y con que tu situación laboral o se vuelva precaria o directamente entres en este sistema de puterismo en el que siempre vas a ser un esclavo laboral.

Por último, esto no es una guerra entre partidarios del Taxi y partidarios de las VTC. Esto forma parte de una cruenta batalla diaria entre los partidarios de los servicios públicos, de los salarios justos, de las relaciones laborales que protejan a la parte más débil que siempre es el trabajador, de un mundo menos cruento en el que haya paz y justicia social y los que creen que todo vale si hay dinero por medio. Los que creen el postulado capitalista de que el mercado se regula solo, pero siempre acaban viviendo del dinero público. Los que siempre dicen apostar por lo privado, pero se valen de los tráficos de influencia y los cohechos para vivir de los impuestos (de los demás). Los creen que es mejor siempre la selva y la aventura porque ellos, siempre llevan rifle y van protegidos por los demás que vamos en pelotas y en primera línea.

En todos los sitios cuecen habas, y hay taxistas que deberían dedicarse a sacar mierda de vaca, pero si tengo que elegir entre quienes pagan impuestos en mi país, y quienes explotan a los trabajadores y erradican sus multinacionales en paraísos fiscales, siempre voy a elegir al que paga impuestos aquí, aunque sean menos de los que debiera y aunque tenga que escuchar la COPE u Onda Cero cuando monto en su taxi.

Cuestión de prioridades.

 

Salud, república y más escuelas.

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