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Tanto el nacionalismo catalán como el español dan por buena una “ulsterización” de Cataluña

La solución militar y la mano dura conviene a la estrategia de internacionalización del conflicto de los soberanistas y a la derecha española porque le da votos

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análisis

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El “procés” ha llegado a un punto en que los dos bloques enfrentados asumen ya que la “ulsterización” de Cataluña sería una buena opción para conseguir sus fines políticos. Mientras la derecha española pide con insistencia el despliegue de la Guardia Civil, incluso de unidades militares, en el otro lado hay líderes políticos soberanistas que creen que el futuro del independentismo catalán pasa necesariamente por mantener un alto nivel de disturbios casi a diario, porque eso sería bueno para la “internacionalización del conflicto”. Así lo ha dicho la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, quien defiende que los violentos altercados ocurridos en Cataluña tras la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes soberanistas “hacen visible el conflicto” en todo el mundo. En una entrevista de TV3 recogida por Europa Press, ha apostado por ver el “vaso medio lleno”, pese a la gravedad de los hechos, ya que “son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto”.

El escenario de confrontación está servido por los dos grandes bloques nacionalistas que han conducido a Cataluña a un callejón sin salida. Ya en 2012 el coronel de Infantería del Ejército español Francisco Alamán Castro aseguró en una entrevista al confidencial Alerta Digital que estaba dispuesto a responder “con su propia vida” para defender al Estado de una eventual independencia de Cataluña. El militar añadió que la separación de cualquier autonomía solo sería “por encima” de su “cadáver”.

Además, el militar recordó que los miembros del Ejército juraron “cumplir el ordenamiento constitucional que consagra la unidad de España como principio irrenunciable”. Las palabras de Alamán fueron inmediatamente recogidas por algunos políticos de la derecha española. Así, María José García Cuevas, diputada del PP en el Parlament, aseguró en Twitter: “¿Por qué se escandalizan de que un coronel del Ejército Español defienda la unidad de España? ¿Es que no se han leído el artículo 2 de la Constitución? Todos deberíamos defender la indisoluble unidad de la nación española… Con más motivo los cargos públicos que hemos jurado la Constitución. Vivimos en un mundo al revés”.

Joan B. Culla i Clarà, profesor de Historia contemporánea en la UAB, en un artículo titulado Ulsterizar, a propósito del conflicto en el País Vasco, calificó de “dramática bipolarización el altísimo grado de escisión social provocado en Irlanda del Norte por varias décadas de enfrentamientos intercomunitarios”. Y eso es precisamente a lo que parecen querer conducirnos algunos: a una fuerte división en dos bloques que perpetúe el problema durante años, lo enquiste y obligue al Estado español a enviar tropas militares a tierras catalanas. Ya sabemos que la ocupación británica del Ulster provocó decenas de muertos y un sufrimiento indecible al pueblo irlandés durante décadas. Ambos bandos –unionistas protestantes y republicanos católicos– recurrieron a las armas y la provincia se hundió en una espiral de violencia que duró desde el 8 de octubre de 1968 hasta la firma del Acuerdo de Viernes Santo, el 10 de abril de 1998, que sentó las bases de un nuevo Gobierno, en el cual católicos y protestantes comparten el poder. No obstante, la violencia no se ha erradicado por completo y todavía hoy se presienten las secuelas de aquella guerra soterrada.

Nadie debería hablar con tanta frivolidad de militarizar Cataluña. No se hizo en los peores años del plomo en el País Vasco, cuando ETA mataba casi a diario, de modo que a fecha de hoy no hay motivo alguno para enviar las tanquetas a Barcelona. No obstante, parece que ambos bloques, el unionista y el soberanista, ya han dado por bueno que convertir Cataluña en zona de guerra sería positivo para sus propios intereses. Para los independentistas porque ello beneficiaría su estrategia del victimismo, un argumento para tratar de convencer a Europa de que España es un Estado fascista represor. Para los autodenominados constitucionalistas porque la estrategia de la mano dura supuestamente daría réditos electorales, algo que parecen confirmar las encuestas con el rápido crecimiento de Vox tras el estallido de los disturbios de la pasada semana. El problema es que si algo enseña la historia de España es que ocupar Cataluña nunca resolvió el problema. Durante la Semana Trágica de Barcelona (entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909) la represión contra los movimientos subversivos fue durísima. El Gobierno Maura, por medio de su ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva y Peñafiel, detuvo a varios millares de personas, de las que 2.000 fueron procesadas, 175 enviadas al destierro, 59 condenadas a cadenas perpetuas y 5 a la pena de muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas. Nada de todo aquello sirvió para resolver el problema catalán.

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