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Tània Balló: “Soy feminista de forma perpetua e incondicional”

Hablamos con la directora, productora y escritora Tània Balló, una de las impulsoras de «Las Sinsombrero», proyecto pionero sobre las pensadoras y artistas de la Generación del 27

Carlos Asensio
Carlos Asensio
Carlos Asensio (Mallorca, 1986) es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, además de experto en feminismo y en diversidad sexual. Ha publicado los poemarios Arder o quemar (Maclein y Parker, 2019) y Dejar de ser (Chiado, 2017), y su poesía también ha aparecido en varias revistas y publicaciones literarias como Maremágnum, OcultaLit o Triadæ Magazine. En 2018 cofundó la editorial Circo de Extravíos, cuyo primer volumen es la antología de poesía ilustrada Amores líquidos (2019). Carlos conduce una sección de entrevistas sobre feminismo en Diario16 y también escribe para medios culturales y literarios como El Asombrario, OcultaLit o Revista Poémame.
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análisis

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Tània Balló (Barcelona, 1977) es directora, guionista y productora de cine y televisión, además de escritora. Junto a Manuel Jiménez Núñez y Serrana Torres, fue ideado para rescatar del olvido a las mujeres pensadoras, escritoras y artistas de la Generación del 27, y cuya segunda parte acaba de ser estrenada.

Tras el éxito del primer documental, en 2016 Tània escribió un libro sobre el tema, Las sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa (Espasa), donde hace una semblanza de algunas de las mujeres más relevantes de esta generación: Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Maruja Mallo, Concha Méndez, Ángeles Santos, María Zambrano…

En 2018, en paralelo al estreno del segundo documental, salió publicado el segundo volumen, Las sinsombrero 2. Ocultas e impecables (Espasa), donde continúa con la labor de recuperación de la genealogía femenina del 27, centrándose esta vez en las artistas y escritoras que tuvieron que quedarse en España después de la Guerra Civil: Carmen Conde, Margarita Ferreras, Delhy Tejero, Rosario de Velasco, Consuelo Berges, Lucía Sánchez Saornil y Elena Fortún.

El concepto de Las sinsombrero, después del germen implantado por Tània y sus colaboradores, se ha generalizado en el mundo académico y de la investigación, y ha contribuido enormemente a reivindicar el papel de estas mujeres en la historia del arte y la literatura españolas. Hablamos con ella para conocer más sobre este apasionante proyecto.

Has dirigido dos documentales y escrito dos libros muy importantes y necesarios (Las sinsombrero y Las sinsombrero 2), que recuperan el legado y sacan del olvido a las mujeres intelectuales y artistas de la generación del 27, ¿qué es lo más gratificante para ti de este proyecto?

Las sinsombrero

Bueno, no sé si soy capaz de identificar sólo un elemento gratificante. Las Sinsombrero me han reportado muchas cosas maravillosas. Desde mi propio proceso de crecimiento intelectual al acercarme a estas figuras, hasta la experiencia de poder compartir con mucha gente el placer de descubrirlas.

Después del éxito del primer documental y el primer libro, donde recuperabas figuras capitales del arte y la literatura españolas como Rosa Chacel, Maruja Mallo o María Zambrano, ¿cómo fue el proceso de elección de esta segunda tanda de mujeres? ¿Crees que quedan muchas más por conocer y recuperar?

En el caso de la primera tanda de mujeres, no tengo la sensación de que fueran elegidas. Fue un proceso natural. Su relevancia era inequívoca. En el caso de la segunda parte, la sensación de responsabilidad debo confesar que era mucho más aguda. Era consciente de quién me dejaba fuera y tuve muchas discusiones internas sobre las figuras que seleccionaba.

Finalmente, junto con Núria Capdevila-Argüelles, asesora académica del documental Ocultas e Impecables, y los otros dos directores del film, Manuel Jiménez Núñez y Serrana Torres, creamos el corpus central de las figuras a tratar en la película. Yo después introduje dos personajes más en el libro, que consideraba relevantes, la pintora Rosario de Velasco y la poeta Margarita Ferreras. La idea era crear un abanico de figuras lo suficientemente amplio para poder mostrar distintas vivencias dentro de un contexto concreto como era la etapa franquista.

 “LAS SINSOMBRERO PERDIERON SOBRE TODO UN RECONOCIMIENTO COLECTIVO”

¿Por qué crees que la mayoría de estas fascinantes mujeres han quedado en el olvido? ¿Dirías que, desde la academia y el canon cultural “oficial”, se ha promovido su desaparición de los libros de texto y de la historia de una forma intencionada?

Al principio creía que sí. Que había un gesto predeterminado en su olvido. Pero por desgracia hoy creo que no ha sido así. Una sociedad patriarcal como la nuestra no tiene que hacer nada premeditado para anular la presencia femenina en sus relatos históricos, es la norma. Y esta ha sido y es aún aceptada como lo normal. Aún hoy, con todo lo que está pasando, cuando algunos libros de texto se plantean incorporar a estas mujeres en sus páginas las tratan como puntos aparte, excepciones o anexos. Cuesta que incorporen la idea de que ellas forman parte del todo.

Desde el canon literario se suele juzgar de forma negativa a las mujeres creadoras de la generación del 27, alegando que han sido olvidadas porque ninguna creó algo de tanta calidad como sus compañeros hombres (Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o Juan Ramón Jiménez), ¿crees que esto es verdad? ¿Cómo podríamos rebatir este pensamiento tan común?

No acostumbro a perder el tiempo en rebatir comentarios que creo que surgen de verdades absolutas más sustentadas por la inercia que por un análisis crítico y argumentado. ¿Cómo se rebate? Leyendo y educando nuestra propia opinión crítica de las cosas. Soy de la opinión de que no se hace ningún favor a los creadores cuando se impone su genialidad. Estoy convencida de que esa predisposición distancia al lector común de una lectura personal, sincera e íntima, de las obras de esos autores (aplicable a todas las doctrinas artísticas). Conozco a tanta gente que asume la genialidad de Lorca sin haber leído un solo verso de él. En ese sentido las autoras juegan con ventaja. Aún no se ha creado un estatus jerárquico sobre la calidad de su obra, así que los lectores nos acercamos a sus obras desde la libertad para construir nuestra propia opinión. Dicho esto, cuando más abajo me preguntas sobre mis prioridades sobre una autora o una obra, quiero dejar claro que es una opinión personal, generada por la experiencia íntima que la lectura o vida de cada una de estas mujeres me ha aportado hoy. Quién sabe si mañana una nueva lectura o el descubrimiento de una nueva autora, me hará cambiar de opinión. Esa posibilidad me parece maravillosa.

¿Todas las mujeres de las que hablas en tus dos libros recibieron un reconocimiento unánime mientras vivían? ¿Recuerdas algún caso claro de alguna de ellas que fuera especialmente reconocida y luego olvidada con el paso de los años?

Claro que no. Algunas tuvieron más reconocimiento que otras. Pero esa es una realidad que también es aplicable a ellos. El tema del reconocimiento es complejo. Yo reivindico que estas mujeres perdieron sobre todo un reconocimiento colectivo. Si ellas hubieran formado parte del relato oficial sobre la generación del 27, a día de hoy sus nombres formarían parte de la cultura popular. Después dependería de cada uno/a el acercarse de forma más profunda a su obra, como bien hacemos con ellos. Ahora bien, si es cierto que algunas recibieron más reconocimiento en vida como María Zambrano, Rosa Chacel, Maruja Mallo o Carmen Conde. Pero otras, como por ejemplo Ernestina de Champourcin o Concha Méndez, fueron totalmente olvidadas.

¿Qué es para ti el feminismo y cómo de importante es en tu vida personal y profesional?

Yo no me levanto cada día y me digo a mi misma «soy feminista», ¡no! Porque lo soy de forma perpetua e incondicional. Yo entiendo el feminismo como una fuerza que plantea un cambio profundo de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales. No se trata solo de negociar la igualdad, sino de reestructurar todo un sistema que niega, silencia e invisibiliza a las mujeres como sujetos de poder. Por eso creo que el 8 de marzo es una huelga que solo las mujeres deben secundar. Un huelga es un acto político, que tiene como objetivo, a partir de la alteración de cierta normalidad, incidir en la relevancia como activo económico y social de la parte convocante. Si ese día todas y todos hacemos huelga, el lema «sin nosotras se para el mundo» pierde fuerza, se diluye, y deja de tener sentido.

Como creadora, ¿has vivido tú misma la desigualdad que supone ser mujer en el mundo de la literatura y de las artes? ¿Crees que, a día de hoy, sigue siendo difícil ser mujer y artista o creadora?

Yo solo he tenido problemas cuando he trabajado por cuenta ajena. Cuando me he visto en una estructura jerárquica. Por eso decidí hace tiempo crear mi propia empresa. Yo siempre digo que de algún modo la desigualdad se impone cuando hay dinero, cuando hay la necesidad de instalar cuotas de poder estructural. Es entonces cuando el peso de un pensamiento androcéntrico se hace notar. Creo que no es difícil ser mujer artista y creadora, lo que es difícil es vivir de ello.

 

Las sinsombrero 2. Ocultas e impecables (Espasa, 2018).

Eres escritora, gestora cultural y directora de cine, ¿en qué formato o disciplina te sientes más cómoda trabajando?

Mira, yo intento no definirme. A mí me gusta hacer posibles ideas, a veces propias, a veces ajenas. Solo hay una condición: debo creer fervientemente en ellas. El formato final de cada uno de estos proyectos se ve motivado por distintas decisiones. Eso sí, dedicamos mucho tiempo a pensar cuál es la mejor plataforma para cada uno de ellos. A veces una, a veces varias. 

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente? ¿Hacia dónde se dirige Tània Balló?  

¡Uff! Como proyectos centrales, puedo hablar de tres: estoy escribiendo un cuento sobre Las Sinsombrero, investigando para Las Sinsombrero 3 –que tratará sobre el exilio–, y documentándome junto a Gonzalo Berger para un proyecto sobre la participación de la mujer como combatiente en la guerra civil española. ¿Hacia dónde me dirijo? No lo sé. Pero es una incógnita que yo misma alimento. Solo sé que seguro que hacia delante.

CUESTIONARIO BREVE

Un referente feminista.

Mi madre, mi abuela, mi padre, mis hermanas, mi hermano, mis amigas y amigos, y mi hija. Creo que los referentes más importantes residen en las vivencias con la gente que te rodea. Es de ellas de donde yo me alimento para reafirmar y consolidar mis valores e ideales. Por ejemplo, mi hija Martina (tiene 9 años) el otro día vino del colegio hablándome de Frankenstein. Enseguida le dije que, por mucho que le extrañara, tenía que saber que ese personaje había sido creado por una mujer. A lo que ella me respondió: «¿Por qué crees que he pensado que no podía ser así?». Me invadió tal emoción que creo que hasta se me llenaron los ojos de lágrimas. Tuve la certeza de que algo estaba cambiando y de que todo valía la pena.

Un libro escrito por una sinsombrero que no te canses de recomendar.

Memorias de la melancolía, de María Teresa León.

Una escritora de la generación del 27 por la que sientas predilección.

Ernestina de Champourcín.

La sinsombrero cuya vida te parezca más fascinante.

Margarita Manso y Consuelo Berges. 

Una de las sinsombreros con más talento.  

María Zambrano.

El libro sobre feminismo que todo el mundo debería leer.  

Prefiero recomendar un libro que aviva mi feminismo: La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich. 

Una feminista contemporánea.

¡Uff! Pues desde Angela Davis, hasta la panadera de al lado de mi casa, que empieza su jornada laboral a las 6h de la mañana y termina a las 19h. A la que le duelen la espalda y los brazos, pero sigue allí regalándote una sonrisa cada mañana y a mi hija un bastoncito de pan. 

Tu libro preferido escrito por una mujer.  

Oculto sendero, de Elena Fortún. 

Una mujer que te haya marcado.

Las Sinsombrero. 

Un extracto de un libro tuyo

Extraido de Las Sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa (Espasa 2016):

«Un joven profesor de literatura, que también es investigador y escritor, Jairo García Jaramillo, incluye desde hace tiempo en sus clases de literatura una serie de ejercicios que ejemplifican lo que él llama «la teoría de los puntos ciegos en la historia».

Jairo propone a sus estudiantes de tercero de la ESO que escriban una redacción. Los temas pueden ser variados, pero siempre tienen un eje común, la historia literaria. Un vez sus aplicados alumnos y alumnas terminan el trabajo, el joven profesor, ejerciendo una contemplativa coreografía muy ensayada, camina entre los pupitres metálicos, con cierto aire de misterio; «Marcos…» —el alumno entrega su trabajo—, «Javier…» —el maestro da las gracias—, sus pasos se desplazan entre una aula expectante y silenciosa… pasa por delante de María, Azucena y Gloria, pero no hay gesto, ni mirada… no hay movimiento impertinente, simplemente ignorancia calculada. Las chicas se miran sorprendidas, sonríen porque a pesar del «feo», confían en su profesor. «José Antonio…» —a él, el profesor le recoge la redacción en la propia mesa—. Pero ni a Carmen, ni a Cristina, ni tampoco a Ana, se les pide que entreguen su trabajo… Al final del acto, el maestro pregunta: «Bueno, ya están todos, ¿no?». El aula se llena de risas nerviosas, de cierta incredulidad. Las alumnas, todas ellas de una juventud maravillosa, no se atreven a increpar a su profesor, son respetuosas, aunque algo en su alma les contradice, el cruce de sus miradas así lo pronostica. El profesor insiste, como buen removedor de conciencias: «¿Que sucede? ¿Es que acaso falta alguien?». De repente una voz diminuta, pero con esa fuerza de quien sabe que algo no está bien, pronuncia: «Faltan las mujeres», que no las chicas, ni nosotras, ni Ana, ni Cristina, ni Carmen, ni Gloria, ni Azucena, ni María… sino las MUJERES. «¿Y quiénes sois vosotras?», esgrime provocador de nuevo el profesor… Y con la satisfacción del buen trabajo, sentencia: «Así se construye la historia, compañeros».

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