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¿Tambores de guerra?

Pedro Antonio Curto
Pedro Antonio Curto
Escritor. Colaborador del periódico El Comercio y otros medios digitales. Autor de los libros, la novela El tango de la ciudad herida, el libro de relatos Los viajes de Eros, las novelas Los amantes del hotel Tirana (premio Ciudad Ducal de Loeches) y Decir deseo (premio Incontinentes de novela erótica). Premio Internacional de periodismo Miguel Hernández 2010. Más de una docena de premios y distinciones de relatos. Autor de diversos prólogos-ensayo de autores como Robert Arlt y Jack London, así como partiipante en varias antologías literarias, la última “Rulfo, cien años después”.
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análisis

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De los cuatro referéndums celebrados en España, (sin incluir los autonómicos), Ley de Reforma Política, Constitución del 78, permanencia en la OTAN  y Constitución europea, el de la Alianza Atlántica fue el único donde la ciudadanía pudo llegar a vencer frente a las disposiciones del poder. Y digo la ciudadanía porque a un lado estaban los aparatos del estado y otros poderes como los económicos, con sus intereses, mientras que al otro lado se situaban sectores de la sociedad civil.

  Hasta el último momento las encuestas señalaban el No a la OTAN  como victorioso, fruto de un amplio movimiento social y de un pacifismo con arraigo ciudadano. Pero el gobierno de Felipe González supo movilizar el miedo y alentar el conformismo, presentando un panorama caótico si ganaba el No. Entre los argumentos del Sí estaban la existencia de un bloque antagónico y de su expresión militar, el Pacto de Varsovia. Hoy, a pesar de que el pacto del este ha desaparecido junto a la propia Unión Soviética, la OTAN  sigue ahí,  una organización militar que precisamente no trabaja para la paz.

  Es difícil y complejo entrar en un conflicto como el de Ucrania, menos aún situarnos en lugares como Donetsk y Lusanks, sitios que la mayoría de la ciudadanía no sabría situar en el mapa, pero también Saravejo era una desconocida ciudad del imperio Austrohúngaro.

 No me gusta Putin, es el rostro de lo más policial y autoritario de la antigua URSS que ha heredado la pulsión imperialista de un paneslavismo reaccionario ya presente en la vieja Rusia zarista. Y el antiimperialismo es poner en cuestión todos los imperios; nunca se han construido sociedades más justas a golpe de tanques y aviones. Volver a un escenario de guerra fría es, como aquello que dijera Marx, de que la historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa. Pero en el actual contexto no se puede ignorar que la fundamental alianza militar es la OTAN y que es la actuación del bloque militarista occidental liderado por Estados Unidos, el principal problema para un estallido bélico. Es posible que todo quede en una medición de fuerzas y un ruido de sables, pero tampoco hay que descartar un conflicto limitado, aparte de las consabida guerra de sanciones, lo cual no deja de ser peligroso,  sin saber hasta dónde  puede llegar. Tanto un bando como otro repiten los viejos esquemas de la guerra fría, de ir al límite y tensionando, imponer la fuerza militar y de paso, alinear bandos según la máxima de Maquiavelo, “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Así a un lado estarían los que en Occidente nos colocan como los buenos que defenderían a Ucrania frente a una invasión rusa, Estados Unidos, la OTAN y una UE totalmente supeditada y sin políticas propias, y al otro lado los “malos”, Rusia, China e Irán.

Tampoco podemos acostumbrarnos a las guerras silenciosas, que no dan grandes titulares o que se acostumbran a ser parte del noticiario como el caso de Siria, la muy olvidada de Yemen y otras perdidas en geografías periféricas. Las industrias militares y de la seguridad, son de las más potentes y necesitan hacer caja.

  El inmediato apoyo a las maniobras militares de la OTAN mostrado por un gobierno español que se repite progresista hasta la saciedad, indica que el PSOE sigue teniendo el militarismo felipista en sus venas, así como el alineamiento y sometimiento incondicional con la potencia norteamericana. Nada se nos ha perdido en Ucrania y menos apoyar a un régimen político que cuando menos deja basta que desear.

Fue Camus el que dijo aquello de “que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no tiene recompensa.” El referéndum de la OTAN fue el primero que voté en mi vida y supe de lo que hablaba Albert Camus. Hoy, treintaicinco años después de aquella derrota, se muestra que los del No, llevamos razón: la OTAN  sigue siendo una siniestra máquina de guerra y dominación por la violencia militar.

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2 COMENTARIOS

  1. Queda claro que somos un estado vasallo. Pero en otro orden de cosas y, retomando lo de que la historia se repite, debe considerar que podemos estar de nuevo ante una crisis como la los misiles de Cuba. Me explico: según algunos as fuentes, es más que probable que los rusos hayan pillado al tío Sam desplegando misiles hipersónicos en el este de Europa, con lo que Rusia quedaría indefensa, vamos, con el culo al aire. Dicho de otra forma: se juegan su propia existencia. La posibilidad de una guerra, por tanto, es más que real.

  2. No hay presidente de USA que se precie que no organice su propria guerra; eso si, en territorio ajeno para destruirlo y de paso activar sus industrias de guerra en producir las armas precisas. La guerra para los yanquis es un negocio, simplemente eso; aunque las pierdan, como en Afganistán, lo importante es la destrucción para de nuevo reparar o construir. ¿Cuanto valen las armas abandonadas en Afganistán?, una millonada; pero eso, no importa. Ahora fabricarán otras nuevas y los oligarcas de la guerra se las venderán al Estado norteamericano que las comprará con los impuestos de sus ciudadanos; aunque estos tengo la peor sanidad pública de los Estados desarrollados. En fin, y se atreven a definir a los USA como una democracia. El voto es a la democracia, lo que las ruedas al coche; sin ruedas el coche no se desplaza, pero el coche no son las ruedas; sin votos no hay democracia, pero los votos no son la democracia.

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