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Visita a Junqueras: “Nuestro proyecto va de amor, también a España”

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análisis

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Ayer era la segunda vez que visitaba el Centro Penitenciario de Lledoners. La primera fue hace unos meses para encontrarme con Jordi Turull. Aún recuerdo perfectamente las sensaciones. La frase escrita en el recibidor, en letras bien grandes, que recuerdan que la finalidad de las penas privativas de libertad y sus medidas accesorias son la reeducación y la reinserción (Constitución Española) seguía allí para que a nadie se le olvide de qué va esta farsa. ¿Educar y reinsertar a los presos políticos? Suena a broma, pero no lo es.

De la misma manera que lo reflexioné cuando fui a ver a Turull, ayer mi mente hizo el mismo recorrido. Y es que, efectivamente, lo que se persigue en este caso es “reeducar y reinsertar” a estos líderes y referentes políticos y sociales. Meterles de nuevo en el sistema del que han elegido salir, como quien pretende meter el pie en un zapato pequeño. Encerrarles es la manera que el Estado español ha encontrado. Será que en esta democracia no hay espacio para dialogar y tratar de comprender los distintos puntos de vista que la cuestionan. Será.

Y sobre todo, de lo que se trata cuando se encierra a estos gigantes es, simplemente, de silenciarles. De amordazarles. De intentar que no se expresen ni transmitan sus ideas, sus propuestas, sus críticas. Para eso están allí. Y ayer, una vez más, lo pude comprobar.

Pude charlar con Oriol Junqueras y con Raul Romeva. Y como no está permitido acceder a estas visitas ni con papel ni con lápiz, intentaré ahora reconstruir las conversaciones que tuvimos para poder romper esa barrera de silencio a la que están siendo condenados (porque precisamente la prisión preventiva va de eso, de no permitirles hablar).

Estas líneas evidencian que, por mucho empeño que yo quiera hacer en mantener fiel el mensaje de Romeva y Junqueras, dependemos de mi memoria, de mi capacidad de interpretar lo que me querían transmitir, y de mi mayor o menor destreza para transmitirlo. Así que, imagínese el lector lo que supone todo esto: la imposibilidad de poder comunicar de manera absolutamente directa y sin filtros. O sea: la violación de derechos fundamentales a estas personas sobre las que todavía a día de hoy no hay condena, y por lo tanto, ha de regir en ellas el principio de presunción de inocencia.

Junqueras: “Nuestro proyecto va de amor, también a España”

Después de mi charla con Raul llegó Oriol. Era la primera vez que le veía en persona.
No estábamos solos, pues en todo momento estaban presentes el diputado de ERC, Gabriel Rufian y una abogada. Aunque el ambiente era de una visita conjunta, lo cierto es que la mayor parte del tiempo me la cedieron a mi y de alguna manera, entre Oriol y yo se estableció un diálogo en el que alguna (rara) vez, participaban mis compañeros de “pecera”.

Mano abierta sobre cristal. Y cierro los ojos. Es la manera que tenemos de abrazarnos. Y nos sentamos. Frente a frente. Hablar así es difícil: no hay buena acústica, dependes del maldito interfono y de sus interferencias. A veces no le entiendes bien y has de leer sus labios. Con eso y con todo, había que estar contentos, porque según me decía Oriol, en Estremera el sistema de audio no funcionaba y había que comunicarse a gritos y leyéndose los labios todo el tiempo. Por un momento imaginé la escena y me pareció cruel. Me quedé con la duda de si realmente no funcionaba el sistema de interlocuciones o es que a alguien le parecía divertido ver cómo estos “golpistas” se dejaban la voz intentando hablar con sus visitas.

Mi cara desencajada ya lo decía todo. Pero Junqueras lo contaba como una anécdota. Y de alguna manera, quiso darme a entender que sus experiencias en prisión, sobre todo en Madrid, estaban llenas de “anécdotas” como esta. Y mucho peores. Un suspiro pensando que en breve, habrán de volver a Madrid para poder estar presentes en los juicios. En breve, de nuevo, aquella pesadilla en los traslados y en la cantidad de casualidades y fallos ténicos que hicieron de sus primeros días en prisión un verdadero calvario.

Pero Oriol no me habló de eso. Me contó anécdotas de la prisión. Sí. Pero otras. Muy distintas. Como las clases que le da a los presos comunes, a esos que si te los encuentras por la calle saldrías corriendo…. A ellos les enseña a leer, a escribir, incluso les explica el origen de las palabras (etimológicamente). Les da clases de Historia. Y algunos piensan que Junqueras “es un mago”.

No sé si hará magia. Pero sí que me queda claro que es docente. Y de hecho, tengo serias dudas de que pueda dejar de serlo en un solo momento. Porque cada vez que te habla salta por los capítulos de la historia hasta encontrar algo que se pueda explicar con metáforas, con ejemplos de hechos ya sucedidos. Y entonces comienzan a brotar años, fechas, nombres propios, referencias a documentos, lugares… “Si te interesa este tema habrías de leer a tal o cual. Te recomiendo este libro, el otro, el de más allá”.

Hubo varios momentos en que más que en una visita a un centro penitenciario tuve la sensación de estar en una tutoría de la Universidad. Pero claro, yo que soy de tomar notas continuamente, el hecho de no poder hacerlo ante semejante cantidad de información, me resultaba muy incómodo. Jamás he presenciado una charla donde se me den tantos datos e ideas y no poder apuntarlos para retenerlos. Ni boli, ni papel, ni teléfono ni nada. Muy frustrante.

Oriol podría haber estado hablando sin parar toda la visita. Enlazaba una cosa con otra, y no hacía falta plantearle cuestiones, porque él solo estructuraba un discurso lleno de datos y de conocimiento. Pero claro, había que pararle para poder aprovechar el tiempo que nos quedaba. No digo que no fuera provechoso lo que contaba. Pero había que hacerle preguntas concretas.

Pregunté a Oriol, sobre todo, por esa falta de unidad en el independentismo que, de alguna manera, de distintos sectores, le achacan a él. Concretamente por el hecho de negarse a construir candidaturas unitarias con otros actores políticos. Concretamente, con todo lo que suene a Puigdemont.

Me explicó que hay que crear espacios plurales que den la posibilidad a personas de distintas sensibilidades ejercer su voto. Básicamente me explicó que el hecho de no ir en una misma lista a las europeas responde a la posibilidad de dejar que la gente elija y no se pierda ningún voto por el camino.

Le pregunté por el planteamiento que Arnaldo Otegi hacía al respecto (la creación de un frente amplio republicano, que abogue por plantar cara ante el avance de las ideologías fascistas) y le hice ver que yo me mostraba partidaria de esta via (que también defiende Puigdemont). Me volvió a explicar lo mismo. Y parecía tener muy claro que una cosa es presentarse separados a las elecciones y otra es defender objetivos comunes. Que se puede sumar desde la diversidad y que la manera de hacerlo es definiendo claramente los espacios políticos e ideológicos.

Reconozco que fui incisiva. Y que volví al tema por distintos caminos. Y le comenté que no eran pocas las personas que estaban incómodas ante la sensación de “falta de unidad” en el independentismo. Esa imagen de distancia entre Puigdemont y Junqueras. Ese aparente conflicto personal que puede hacer saltar proyectos colectivos por los aires. Su respuesta fue contundente: ¿a quién le interesa ese discurso de ruptura entre Puigdemont y yo? Es evidente que a Madrid, me dijo. Y “nosotros hemos de ser capaces de revertir esta tendencia a dividirnos, a alimentar lo que nos diferencia en lugar de lo que nos une”. “Solamente hay que buscar ante estos hechos a quién le beneficia dar una imagen de ruptura en el independentismo y encontrarás la clave y de dónde viene”. Fue así como cerramos el asunto, pues rápidamente pasó a comentarme la necesidad de sumar, de ampliar la base. Y olvidé preguntarle por las cuatro cartas que Puigdemont le ha enviado. Me quedé con las ganas de saber si las ha recibido o si alguien las ha perdido por el camino…

Fue entonces cuando hablamos de la manipulación de los medios de comunicación. Del interés por contar relatos, por silenciar personas que trabajan con independencia y con libertad. Del tremendo problema que hay en España para poder acceder a información contrastada y real. Del daño que han hecho los medios de comunicación a la hora de manipular los mensajes. “¿Cómo es posible que hayan sido capaces de contarle a la gente en España que nosotros somos golpistas, delincuentes, malas personas, que odiamos y por eso nos queremos ir, cuando en realidad lo nuestro va de todo lo contrario? Lo nuestro va de amor, también de amor a España.Porque defendemos un sistema justo, un reparto de la riqueza sostenible, que se garanticen los derechos sociales. Nosotros no odiamos a nadie, a ningún pueblo, a ningún ciudadano sea de donde sea. Lo que queremos precisamente es garantizar una forma de vida en igualdad de oportunidades, en libertad y con un sistema de justicia que garantice el fin de los abusos”. Me reí y le dije que eso del “amor a España” no lo veía yo muy existido como lema político. Y mucho menos entre las filas independentistas.

“Es que hemos de trabajar mucho en muchos lugares”. Me contestó. Se refería precisamente a la labor que cabe hacerse en España, para poder hacer llegar el mensaje de que “Esto no va de independencia,sino que va de democracia y por tanto afecta a todos”, y además, la importancia de garantizar la posibilidad del derecho a decidir sin que esto suponga la represión brutal que estamos sufriendo. La independencia, me dijo, no es un fin en sí mismo. La independencia sin un proyecto para cambiar las cosas no es nada. Y sin garantizar cuestiones sociales, no servirá de nada este esfuerzo que estamos haciendo. Y fue el momento de hablar de los Presupuestos Generales del Estado.

Su respuesta la recuerdo sin ser literal. Vino a decirme que era perverso el discurso que pretendía dar a entender que la culpa de que las medidas más relevantes de los PGE no salieran adelante era de los indepes. Porque “es evidente” (me dijo) que las medidas más sociales y más urgentes pueden aprobarse a través de herramientas legales que el Gobierno puede poner en marcha de manera inmediata. Más o menos lo que Oriol me comentó fue que desde el independentismo no se trata de bloquear medidas que aporten al bienestar de la población en España. No es así. Quieren dialogar, sentarse en la mesa para que se los escuche. “A nosotros todo lo que se plantee sobre la mesa nos interesa. El problema es que desde Madrid parece ser que no es igual. No tienen la más mínima intención de sentarse a hablar con nosotros. Y pretenden que, sin dialogar, aprobemos los presupuestos, sin más. No encaja mucho en una manera democrática de hacer las cosas”.

Hablamos de sus hijos, de Lluc y Joana. Del libro de cuentos que les ha escrito donde les explica muchas cosas que le gustaría poder hacer con ellos. Como por ejemplo, hacer nubes en la cocina… Y me cuenta que organizó una lectura de El principito con los presos comunes. Y que las reflexiones que compartían le llamaron mucho la atención, que le parecía alucinante la cantidad de cosas que se pueden conocer si consigues cambiar el punto de vista, y sobre todo, si dejas a un lado los prejuicios.

Al despedirnos me preguntó cómo le había visto. Le dije que tiene buen color. Que le veo fuerte, consciente de lo que está a punto de empezar: el juicio que lo que persigue son unas ideas. Y todo lo que conllevará. Las dificultades para poder defenderse con todas las garantías, según establece la ley, son la enorme sombra que les espera en Madrid. La falta de descanso, los traslados, el agotamiento. Y Gabriel recordaba que Arnaldo le había contado que llega un momento en el que no sabes ni lo que estás diciendo, ni las veces que lo has explicado ni las que te quedan. Pierdes la noción y el agotamiento anímico, físico y mental es de tal envergadura, que tienes la sensación de estar pasando tus propios límites de aguante de manera continua.

Fue, precisamente con puño contra puño como me despedí de Oriol. “Significa respeto, aquí dentro”. Y nos acercamos todos al cristal. Si no fuera porque era imposible, diría que vi a Gabriel abrazar a Oriol. Sus manos puestas sobre el cristal y el cariño entre los dos detuvo por un momento la realidad. Era cierto eso de que esto va de amor. Y allí pude ver que es precisamente el motor que les hace aguantar.

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3 COMENTARIOS

  1. ¿Esto no va de independentismo, senyor Junqueras?… De veritat ho diu?’.. Doncs perquè creu que és a presó?… amor a Espanya?… apa vinga!!!

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