"A veces nos sorprendería saber quien "habita" tras una lapida blanca"

¡Maldecido!.

Estas páginas de Diario 16 no te son desconocidas, saben de ti porque en ellas dejaste tu firma, tus ideas y opiniones.

Ya al nacer llevabas las letras circulando por las venas. Tu abuelo era el periodista y comediógrafo Eduardo Haro Delage; tu padre Eduardo Haro Tecglen también periodista y ensayista; y tu madre Pilar Yvars, también era periodista. De pequeño devorabas libros y escribías de forma tan compulsiva y obsesiva que tu padre te llamaba “grafómano”

Te toco vivir tu etapa de juventud en la clandestinidad antifranquista, esa generación perdida, en la que estuviste vinculado a la Liga Comunista Revolucionaria. Una generación en la que muchos jóvenes se perdieron en el camino oscuro de las drogas, ¡ay las drogas!! fueron un espejismo de libertad. En 1978 escribías “¿de qué van las drogas?” y te convertías en uno de los primeros poetas españoles en escribir sobre las drogas, “ay el caballo de la muerte” que te llevo galopando rápidamente hasta encontrarte con ella el 16 de agosto de 1988.

Bisexual, en una época llena de normas impuestas por una sociedad católica, sin derechos, sin libertad y que tu llenaste con los excesos, ¡fuiste libre por encima de todo! Tu paso en la movida madrileña te hizo ser protagonista de la novela “Madrid ha muerto” de tu amigo Luis Antonio de Villena. Ay, el maldito, el antihéroe.

Poeta, escritor, periodista. Colaboraste en TVE y en numerosas publicaciones: el suplemento de cultura de Diario 16, el semanario antifranquista Triunfo; Liberación; La Luna de Madrid, Combate…Ay, poco, muy poco tiempo terrenal.

Tus versos, libres como tú, volaron del papel y fueron musicalizados por la Orquesta Mondragón, Azul y Negro y Gabinete Caligari. No llegaste a escuchar como este último grupo convirtió en canción de éxito uno de tus poemas “pecados más dulces que un zapato de raso”. Pero si escribiste sobre tu vida en “Epílogo, epitafio y autobiografía:

Se supone que yo debería dar aquí unos pocos datos biográficos, para que se supiese quien soy. Lo haré: nací en Madrid, en la frontera entre Chamberí y Argüelles, el día 30 de abril –Walpurgisnacht- de 1948. Me crié de modo un poco transhumante, entre Madrid, París y Tánger. Publiqué mi primer libro –“Gay Rock”, se llamaba, y hablaba de música, en el 74 o 75, en Ediciones Júcar. Me dieron el premio de poesía de “Puente Cultural” -25.000 calillas que me gasté en borracheras- en el 76, por un libro hoy inencontrable, “Pérdidas blancas”. Y luego saqué otro, “De qué van las drogas”, que me parece bastante sensato y periodístico. Lo público “Ediciones de la Piqueta”. Al mismo tiempo, he estado colaborando en prensa: “Triunfo”, “El VMi libro, tal como ha quedado con el tiempo, me parece muy bonito. Habla de vampirismo, de amor –que es lo mismo- y de centauros. Adoro a los seres híbridos, a los humanimales que se evocan en la penumbra de los cuartos oscuros o bajo la luz anaranjada de las farolas tristes, y como ellos y de ellos he querido hablar en estas páginas. Todas las influencias que se quieran ver en mi trabajo existen. Y también algunas más, soterradas. Escribo con música, generalmente con la radio puesta. Y siento mucho no tener una metralleta para escribir mis verdaderos cantos de amor a la humanidad; sería más práctico, más hermoso, y –si tales poemas se escriben en el interior de un banco- mucho más lucrativo. Además, las ametralladoras son hermosas: guardan con la pistola la misma relación que la máquina de escribir con el bolígrafo.

Por eso, aunque me sigue haciendo gracia, pienso que mi libro no vale ni mucho menos lo que un buen asesinato, o el asalto al tren de Glasgow. Por eso aconsejo a todos los jóvenes poetas que dejen la escritura idiota y se echen a la calle a hacer algo divertido. La violencia es lo único que puede salvarnos del aburrimiento y de la muerte del arte.iejo Topo”, “Informaciones”, “Pueblo”… han sido depositarios de mis desvaríos periodísticos.

Las cenizas de tu envoltura corporal, están detrás de una lapida blanca sin nombre. Ya sé que consideras que, llegados a este lugar, no es necesario nada más, pero permíteme que te deje este bolígrafo: tu arma, tu herramienta…

“Uno no se siente nunca maldito, sino que se le maldice”- Eduardo Haro Ibars

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