Consciente de que alguien resucitará al pobre Orwell, tan recurrido por los reaccionarios a los que tanto criticó y a quienes dirigió sus obras tópicas, queridos gobernantes: si yo fuere Presidente tras las próximas elecciones navideñas haría un Ministerio de Políticas o de Ideologías, que el nombre es lo de menos. No requeriría mucho personal y tampoco una sede extravagante como las que ahora disfrutan organismos homónimos, no, lo dejamos en una rinconcillo de la Moncloa y ya está.

En situaciones difíciles, lo obvio es necesario; que las Administraciones Públicas no son empresas, y por tanto su contabilidad no tiene por qué responder a esos criterios de gestión, es una simpleza pero cuando se habla de Sanidad o Enseñanza, por ejemplo, equilibrar cuentas puede suponer una mala inversión que a la larga cueste muy cara; sin ir más lejos España sigue siendo un país muy inculto, con grandes franjas de la población prácticamente ágrafas a las que sus dirigentes pueden vender como triunfo llegar a ocupar los puestos más bajos de la hostelería unos meses al año casi sin derechos como objetivo vital y personal; estamos quedando para eso, para limpiar habitaciones y poner paellas (cutres).

El principio de realidad nos lleva enseguida a pensar: si no recortamos no se puede pagar el servicio, por tanto no hay alternativa; pero para esto está nuestro nuevo Ministerio, que lejos de gestionar (he aquí otra obviedad) va a diseñar estrategias ideológicas, sí, repito: ideológicas, esto es: políticas. Queridos políticos (sobre todo Iglesias y Rivera, que no habéis tocado bola): cuidado con la gestión que se come a los partidos, España dispone de un cuerpo de funcionarios públicos a los que se ha denostado por intereses muy concretos, es a ellos a quienes corresponde el grueso de la gestión diaria, es su trabajo ordinario y saben cómo hacerlo; por medio de subterfugios como las agencias, empresas públicas (claro oxímoron) y cargos de confianza los partidos se han hecho con la gestión de este país para controlar los gastos, y no me refiero a contabilidad sino al reparto de comisiones, compras, inversiones, poder, dinero,… vamos. El político es responsable, el político debe atender a que las leyes que su Gobierno diseña se cumplan, pero el funcionario (cuyo trabajo está perfectamente fiscalizado y regulado) es el eslabón entre los poderes del Estado y la ciudadanía. Cada funcionario de este país es un notario en miniatura y debe ser respetado en el ejercicio de su autonomía, y se le debe exigir al máximo porque de él debe depender la gestión y sus responsabilidades, así es como se controla el gasto de verdad porque lamentablemente el Estado actual es como una de esas vasijas que intentaban sostener las aguas del Leteo, que no pueden ser contenidas en crátera alguna, sería interesantísimo hacer un estudio (los hay) de cómo el dinero recaudado va menguando hasta que revierte en el contribuyente…

La única forma de control real es suprimir adláteres, gente que en realidad está fuera de la Ley y cuya labor consiste en averiguar cómo gastar obteniendo beneficios directos o para el partido, ríanse cuando se habla de la cantidad de cargos públicos electos existentes, muchos de ellos son gente honrada y trabajadora, asustada a veces con lo que ven y sufren, el cotarro está en los alrededores de los cargos, multipliquen por el número de autonomías y ya estaremos acotando parte del cáncer. Éstos son los profesionales de la política que no conocen el mundo laboral y sobre los que pesa la responsabilidad de no alterar el estado de las cosas, son la sangre verdaderamente corrupta de los partidos, el cargo público vistoso suele estar muy controlado y vigilado por la prensa.

Podemos y Ciudadanos, voy acercándome al consejo inicial, pueden decidir ahora si cuando toquen poder van a gestionar o a diseñar políticas por medio de leyes, porque PP y PSOE necesitan de una cirugía tan brutal que cuando la sufran no se sabe qué quedará de ellos; los otros tienen el tumor incipiente aún. Piensen que en España las grandes infraestructuras de transporte, verbigracia, se han construido a mayor gloria del flujo monetario, y eso explica los aeropuertos inútiles, la apoteosis del AVE en un país donde, más allá de las grandes ciudades, no existen el transporte público, la enormes autopistas vacías y las carreteras sin arreglar, el reparto desigual entre los territorios o esta estupidez de recortar en lo que supone el futuro del país. Para mantener esta corrupción estructural que consiste en usar los partidos como la oficina de colocación que gestiona el gran supermercado llamado España, repleto de aprovechados, arribistas, comisionistas, encargados que sólo responden de sus intereses y directivos que dirigen a directivos que dirigen a directivos que dirigen, a su vez, a directivos, estamos acabando con el sistema de pensiones, con la Enseñanza (evito decir Educación), la Sanidad Pública, la Cultura, la Justicia como un derecho, estamos creando un gigantesco gueto de un tercio de población semiesclavizada que no va a reclamar nada mientras se le dé internet, televisión, basura alimenticia y una cierta tolerancia policial en sus barriadas, y todo para que la pequeña burguesía gestora se incorpore a sus puestos tras las vacaciones y pase un mes contando sus viajes de paleto por Europa y una minoría (a la que la política le da igual porque son el sistema) viva en la molicie del lujo inmersa en la exclusividad más insultante.

En mi Ministerio de Políticas ya tenemos un diseño ideológico para dar a éstos un poco de trabajo y Código Penal, lo mismo lo prueban y les gusta.

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