Laringe, diafragma, pulmones, faringe, tráquea, cuerdas, paladar, lengua, velo, glotis, cornetes, bronquios, cavidad bucal… trabajan en equipo diariamente para facilitarnos la difícil tarea de la comunicación mediante la emisión de la voz. Reímos, lloramos, gritamos, decimos un piropo o aconsejamos acompañando cada hecho y cada palabra con una entonación acorde al mensaje que necesitamos transmitir. Podemos saber si alguien nos habla sonriendo a través del teléfono, sin ni siquiera verlo, por la melodía con la que expresa sus frases o si tiene ganas de colgar porque se le pega el arroz. Su voz conlleva un acento que recuerda sus orígenes, se asocia a coletillas o frases hechas que habitualmente todos dicen en la familia y quizá recuerde a otros el tono con el que habla su madre pues, en definitiva, la voz forma parte importante del proceso de construcción de la identidad de cada cual.

La voz posibilita la forma sonora de la palabra pero resulta complicado saber cuándo pasó a utilizarse con un fin comunicativo. Numerosos estudios muestran que el origen filogenético del lenguaje no es solo un problema lingüístico sino principalmente un problema psicológico, en tanto en cuanto se refiere al comportamiento humano. Quizá el hombre imitó los sonidos de su entorno, de la naturaleza que le rodeaba, de los animales con los que convivía, y aquel acto de repetición dio origen al lenguaje. O emitió sonidos asociados a la expresión de emociones y, junto con la evolución del aparato fonador en un sentido fisiológico, estos sonidos pasaron poco a poco a organizarse. Aunque la respuesta se perdió al desaparecer nuestros antepasados, las diferentes teorías siempre han constatando la evidente conclusión de que fue la voz el primer instrumento musical que el hombre, como especie, tuvo en sus posibilidades, antes que cualquier tipo de herramienta-instrumento elaborado, residiendo la cuestión clave en la tarea de dilucidar en qué momento un conjunto de sonidos vocales pasaron a poder catalogarse como música y, por tanto, en qué momento el ser humano adquirió una inquietud o conciencia artística en ello.

De forma similar la voz va abriéndose camino en el transcurso de nuestras vidas personales y aquí son los adultos de nuestro entorno los que juegan el importante papel de otorgar a cada balbuceo la asociación correcta con un significado, construyendo en el niño la seguridad de que la repetición de ese “ma-ma-ma-ma”, que comenzó como una prueba sonora y física, le ofrece la cercanía de su madre, cubriendo así sus necesidades de afecto y protección. De este modo, sin aparente esfuerzo, se produce la ontogénesis del lenguaje, partiendo de esos ruidos que dan paso a los nombres al señalar objetos, aumentando poco a poco la complejidad con el paso a los verbos, artículos y adjetivos, y convirtiendo la voz en una herramienta muy importante para el contacto con los otros que nos acompañará y definirá por siempre.

Y es que la imagen vocal de cada persona es un resultado único que viene dado por la forma de nuestras cuerdas, por los cambios que nuestro cuerpo experimenta al crecer, así como por el conjunto de atributos y hábitos que conforman nuestra manera de ser. Se lo dice ésta que les escribe, contralto de corazón y soprano por imposición de la vida. Si cierran los ojos y se concentran en recordar alguna frase, consejo, historia, que hayan escuchado de boca de algún ser querido, de un maestro, de algún líder personal, escucharán en su interior la voz de quien les habló, su sonido más grave o más agudo, la entonación irritada, cariñosa, condescendiente, que utilizó al hablar, la velocidad más o menos pausada de aquello que les dijo. Cada instante acompañamos el acto de vivir de un conjunto de sucesos, creencias, sentimientos, decisiones, que construyen a diario nuestra persona y la voz es, entre otras muchas propiedades, una representación más de lo que somos.

Pues bien, en algún momento de la evolución del ser humano como especie (y de la individual de cada uno como persona), la complejidad del pensamiento llevó a entender la voz como instrumento para hacer música mediante el canto. A través de un adecuado entrenamiento de la técnica vocal y de una acción física combinada entre las diferentes partes implicadas, la emisión del sonido puede perfeccionarse. La dificultad inicial del desarrollo vocal reside en la imposibilidad de uno mismo para visualizar su aparato fonador o su diafragma, anclándose la iniciación del canto en un continuo proceso de búsqueda de imágenes y sensaciones musculares asociadas a una escucha activa de la mejora del sonido producido. Cuántas veces nos habremos sorprendido oyéndonos hablar en una grabación por no reconocer en ese sonido nuestro timbre al percibirnos, sin ser habitual, desde fuera de nuestro propio organismo. Los cantantes profesionales han sabido llevar hasta su extremo el desarrollo de las posibilidades vocales, adquiriendo sus interpretaciones la brillantez de mostrar una aparente sencillez al cantar en lo que realmente esconde un proceso de impostación de la voz antinatural para el cuerpo humano. Al margen de esto y en un sentido general, el hecho de cantar ha de implicar a cualquier nivel un ejercicio liberador que todos deberíamos practicar en la medida de nuestras posibilidades. Hacer música con la voz supone un medio de expresión al alcance de todos y proporciona el maravilloso añadido de dotar del significado del texto a la línea melódica.

La voz delata quiénes son ustedes, cómo están, su carácter, modifica el ánimo de quien les escucha, la voz les identifica y les configura. Es el instrumento de viento que llevan a cuestas diariamente y, por tanto, representa una oportunidad única para poder vivir y disfrutar la música en primera persona. Tal hecho les coloca en el preciado privilegio de poder ser “intérpretes” a diario, al cantar una nana a su bebé, al entonar una melodía con los compañeros de clase en el bus que va de excursión, al corear en el estadio de fútbol los colores de su equipo o en cada cumpleaños feliz que interpretan, aprovechando así la multitud de escenarios cotidianos que la vida les ofrece a cada paso.

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Directora de Orquesta y Coro titulada por el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, compagina su labor como directora con la docencia musical. Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, centra su interés en el estudio de las relaciones del binomio psicología-música. Su experiencia vital gira en torno a la cultura, la educación, la gente, la mente, la actualidad, lo contemporáneo y todos aquellos parámetros que nos conforman como seres sociales

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