Mientras en la mayoría de los países se juzgan todos los actos inhumanos realizados bajo las diferentes dictaduras, se ilegaliza toda asociación o sociedad que justifique o glorifique los mismos, y se retira toda propiedad o bienes adquiridos de forma violenta o ilegal por los dictadores y mandatarios o familias de los mismos en dichos periodos despóticos y absolutistas, en España se concede un título nobiliario a una de las descendientes del dictador, y se sigue tolerando que permanezcan dentro de la legalidad, asociaciones de inspiración fascista y de apología de una dictadura que cometió violaciones contra los derechos humanos. La desfachatez es infinita, y lo es, al tolerar que dichas asociaciones puedan presentar recursos y ejerzan cierta presión a la hora de condenar o enjuiciar actos genocidas o de carácter inhumano realizados en dicho periodo de la historia, que ganen juicios de manera inaudita, así como, glorifiquen y homenajeen a figuras emblemáticas que engrosan en su currículo toda clase de asesinatos, violaciones y expropiación de propiedades. Y es que, no nos olvidemos, esto último, la expropiación y hurto de propiedades de manera dictatorial, fue una constante bajo el periodo tiránico de la historia de la España reciente. La gran parte del patrimonio que los sostiene esta argumentado bajo esos parámetros de apropiación violenta y despótica en ese periodo de represión, o de regalos forzados bajo un régimen capaz de cualquier acto para mantener la supremacía de su exigencia y autoridad.
La intención del nuevo gobierno de ilegalizar dichas asociaciones y sociedades parece proponer el principio de una línea coherente, lo que no queda claro es si todo va a quedar ahí, en el principio, en el advenimiento público ante los medios de comunicación y la ciudadanía, y no porque no haya una laudable intención desde la ministra de justicia y desde el propio gobierno, sino porque el poder, al amiguismo judicial y la honorabilidad con la que, en algunos casos y desde diferentes sectores, aún se trata a todo lo que albergue el patrón del franquismo, pueda ejercer la suficiente presión para atascar la misma, o en todo caso, para forjar un derrotero que salve dicha circunstancia y acabe en un educado o democrático acuerdo que solo solventa y beneficia a dichas sociedades y asociaciones, no a los cientos de miles de víctimas y a la coherencia de un estado democrático en el que queremos residir.
Tendremos que esperar, expectantes y desconfiados, el parte gradual de dicha intención o propuesta, y observar el desarrollo y los acontecimientos, desenhebrar los derroteros y destripar las resoluciones, y en ello, atender si la idea primera que se ha indicado a la ciudadanía se parece al formato último en el que acabará todo.