martes, 19marzo, 2024
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Sólo para frikis del anillo (Crónica extra)

Mónica Molner Andrés
Mónica Molner Andréshttp://www.monicamolner.com/
Médica, divulgadora y escritora encantada de compartir lo que pasa por su cabeza y por su vida con quien quiera leerla. Apuesta por la educación sexual y por el empoderamiento de sus pacientes.
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análisis

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Hay que ser muy friki para emocionarse imaginando a los Elfos en Rivendell, vibrar con las minicasas en La Comarca o estremecerse sólo de pensar que pisas tierras por donde pasaron los Orcos.

Peter Jackson, director de la trilogía “El Señor de los Anillos”, nos regaló los escenarios que su Nueva Zelanda tenía reservados para quienes habitan en ese lugar tan remoto para los de este otro lado del planeta, y después del éxito de la saga, nos puso la semilla de la ilusión por conocerlos.

Casi un día de trayecto para llegar a aquellas tierras, así que no podíamos dejar de pisar algunos de los lugares emblemáticos a los que luego podríamos volver desde nuestro sofá.

Las nubes y las ovejas nos recibieron en azul-gris en Hobbiton aunque casi al final de la ruta pensaron que nada como una fina lluvia para despedirnos. Entre casitas camufladas entre las montañas de pastos, toda clase de detallitos para hacerte creer que eres una habitante más de La Comarca y que en cualquier momento aparecerá Gandalf por el puente que tienes delante. La mini ropa tendida, los mini embutidos en el puesto del mercado o la mini pipa que espera apagada en el banco a Bilbo Bolson. Todo pequeñito, cuidado con detalle y, como los ninots de falla, todo de mentiras, incluso uno de los árboles fabricado en china y que sólo cuando el viento sopla eres capaz de distinguir de los reales.

Los únicos seres vivos que no paran de moverse, además de turistas, jardineros y guías, son los patos que felices pasan de todo y siguen en su salsa, siendo protagonistas de fotos que se mostrarán por todo el planeta después. Aquí las plantas y hortalizas disfrutan de un lugar privilegiado para vivir sin miedo a ser destrozadas por orcos. Mientras, en nuestra casa real, la preciosa hiedra sería arrasada por un nuevo vecino del bando de Saluman.

Ni tengo el cutis ni los ojos de Liv Taylor, pero por unos momentos en ese entorno, mis orejas redondeaditas escuchan el sonido de la Tierra, alertando la presencia de destructores y luchar contra ellos, junto a mi marido que, ni luce cabellera ni espada cual Viggo Mortensen y entonces, me doy cuenta que el único arma que él lleva es un fonendoscopio que de nada servirá contra los orcos porque ellos no tienen corazón.

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