viernes, 29marzo, 2024
14.1 C
Seville

Sin premios

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

ALGO falló en el traspaso. Cuando se vertió el sentido de la moralidad judeocristiana a nuestro mundo laico occidental hubo algo que se pasó por alto. Contábamos, entonces, con la moral platónica y agustiniana, y con la cultura grecolatina. Ese sumun de valores se condujo a las declaraciones de derechos humanos y algunas constituciones vigentes aceptando el mismo sentido de la justicia y de la igualdad, amen de evacuar el concepto de lo divino.

Muy en el fondo, desde entonces, nuestra moral es la misma a excepción de ciertos cambios basados en mejoras sobre el concepto de naturaleza humana y de la razón. Por eso cuando hacemos alguna acción siempre caemos en el sentido de culpa y nos creemos merecedores de algún castigo. Tenemos todavía muy arraigados la idea del pecado como mortificación o penitencia, solo que ahora lo llamamos delito y pensamos que podemos expiarnos con una sanción. La estructura moral es la misma. Al menos eso diría Nietzsche al invitarnos a nihilizarnos.

No obstante, y como dije antes, algo se pasó por alto en ese traspaso a lo laico. En nuestro occidente si bien si se sigue castigando infringir las normas, para nada se premia el cumplirlas. No hay ningún tipo de compensación por la pulcritud moral, legal, respecto a las conductas sociales positivas. No existe gratificación por la buena conducta ni por la colaboración con lo referente al bien común. Sin embargo en el sistema mayoritariamente religioso donde nos movíamos antes, salvando las hipocresías e indulgencias, si se reconocía el buen hacer y la corrección moral.

Esta se gratificaba moralmente y se tomaba en cuenta a la hora de las gestiones sociales. Ser prudente, honrado y honorable, se tomaba en consideración para acceder a un puesto de trabajo, por ejemplo. Pero en el traspaso de lo religioso a lo laico esto parece que se ha perdido. Tanto es así que no hay gratificaciones por productividad en la mayoría de las empresas, no hay ayudas fiscales por la ausencia de faltas o delitos, y no se dan beneficios sociales tangibles al voluntariado. La honradez, la prudencia, la honestidad, la humildad y la sinceridad no tienen ningún valor dentro del neoliberalismo. Y esto es muy triste.

Con esto no estoy defendiendo la vuelta a la religiosidad, palabra de agnóstico; sincréticamente, creo, que tendríamos que haber copiado eso también de la moral anterior. ¡Puestos a copiar¡

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

1 COMENTARIO

  1. que razon tiene el articulo,
    en un mundo de individualismo de competitividad y de desconocer al vecino etc,
    la virtud generalmente no esta recompensada con respeto afecto amor de las demas personas hacia quien la practica , tal vez justo y un poco en el tendero y kioskera de la calle o asi…
    (aunque siempre tiene uno la conciencia tranquila si es un bien nacido, que tampoco es que la culpa muchas veces sea de cada cual sino d ela pobreza que infesta el neoliberalismo en las familias )
    y materialmente menos.
    En la edad media un dia al año, ls pobres mandaban sobre el rey y los obispos
    la cosa qedo mas tarde en en qe lo harian ls menores y ahora nada

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído