Simetrías

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Siendo el ser humano eje del mundo, hay grandes divergencias entre la dialéctica del macrocosmos o partidos políticos y el microcosmos o estado individual de cada persona, elemento único e insustituible (Unamuno) de cada vida humana. El ejemplo más evidente lo tenemos entre la macroeconomía, con un estado como en España, que crece por encima de la media europea y una microeconomía con millones de parados y situaciones de pobreza propia de posguerra, como ha denunciado recientemente Cáritas…, en definitiva, la controversia de un cosmos desordenado en el caos, a pesar de vivir en un estado globalizado tendente a un parentesco de todos los seres con todos (Pitágoras), reforzado en la actual cultura global y exponencial.

El miedo defiende los tronos, decía Séneca y la verdad es que después de casi dos mil años desde que el filósofo cordobés decidió zafar su alma de las cosas humanas (por “invitación” de su pupilo, el psicópata Nerón), no ha cambiado tanto nuestro sentido de lo social, como pensamiento individual y relacional en lo colectivo, a pesar de la muy planificada destrucción del conocimiento filosófico, porque es en la Filosofía donde se encuentra el desarrollo de la inteligencia, la razón del conocimiento y la libertad de pensamiento. Así que no debería sorprendernos la pifia supina de las empresas demoscópicas en la última elección, porque se han olvidado de la variable principal: los expertos en comunicación, que han aplicado la ingeniería genética de la política del miedo (sea por uno u otro bando), cuyo objetivo principal es conseguir un estado catatónico o bloqueo en el individuo.  De ahí que en las encuestas, las personas respondiesen siguiendo las tendencias o modas,  contestación dada por el ser que está al otro lado del espejo, no así por la persona real que deposita la papeleta en la urna, cuya tendencia natural es hacia la prudencia, conformidad bien expresada en el refranero español: no dejes lo ganado por lo que has de ganar, o sea, más vale contentarse con lo que hay y no arriesgar; o mientras vamos en pos de lo incierto, perdemos lo seguro (Plauto); o expresado por Shakespeare, procurando lo mejor, estropeamos lo que está bien. Resumiendo, es el sentido de prudencia lo que impera, sobre todo en una sociedad que, como la nuestra, vivió años de dictadura y tiene miedo a “perder” la filosofía vital y genética de la democracia, a pesar de la incertidumbre y el cambio que estamos experimentando hacia un nuevo e inestable (como toda revolución) paradigma social, cuya singularidad está muy cercana.

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, dijo el poeta de Marinero en Tierra (inspirado en Calderón de la Barca). Por eso divago y me enredo en la araña algorítmica de la política, cuando mi reflexión iba sobre la simetría, o nuestra imagen contrapuesta reflejada en el espejo, o el yin y el yang (dentro de lo positivo hay un factor negativo y viceversa, encontrándose lo armónico en el río que separa ambos conceptos), o ese Mr. Hyde que todos llevamos dentro y reprimimos por miedo a que pueda huir desde la cárcel del desorden. Nuestra mente, en su deseo de huir de la realidad, es capaz de convertir un mito como la platónica Atlántida en una historia real y consagrada, refutada por excelentes catedráticos y grandes arqueólogos, cuando lo que realmente pretendía Platón era escribir una parábola sobre la muerte de un sistema, criticando la talasocracia del imperialismo de la Atenas de Pericles.

Para Platón, todo estaba en desorden y el dios insertó en cada elemento la simetría con relación al mismo elemento y a los demás, para que fuesen armónicos y proporcionados (Timeo). Así pues ¿dónde está el ser, en el alma o en el cuerpo mortal?, me miro al espejo y veo un ser mimético que imita con facilidad y de la mejor manera aquello en lo que ha sido educado (Sócrates). ¿En qué parte del espejo me hallo, en qué realidad vivo: en la libertad de mi inteligencia o como en Mátrix, en una simulación social?

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