(Para Manuel y Rubén, hombres de Estado)

El hombre de Estado en el año dos mil diecisiete de Nuestro Señor es como la chica Almodóvar de los ochenta, todo hombre quiere ser hombre de Estado y, si no, es que ese hombre es poco menos que un singracia, un despreocupao. Y yo me muero porque un hombre de Estado se enamore de mi, por supuesto. Me conformo con poco, con que Rafa Hernando me lleve un día a los toros tengo más que suficiente. Ay, ese Rafa Hernando, que dice las verdades que la izquierda no quiere escuchar…

Entre suspiro (de España) y suspiro, debo decir que querer a un hombre de Estado casi siempre es una ventaja porque son casi todos de derechas, es decir, gente seria, y no lo que se ve por la Calle Fuencarral de Madrid o en la Alameda de Sevilla, que va uno por allí y se da cuenta de que ya no quedan hombres como Arturo Fernández. Hombres de los de antes, machotes latinos de toda la vida. Pelo en pecho, frases truculentas, chistes verdes, todo eso en un traje que es verlo y caerme yo de espaldas. Hombres que sean más de Vargas Llosa que de Gabriel García Márquez, que no era hombre de Estado, ni era nada.

Con esas corbatas de seda, esa camisa que envuelve ese cuerpo de mármol, esas manos delicadas… Qué ganas de que me diga al oído, flojito, «tenemos que liberalizar los sectores estratégicos, es una política de Estado»… Ay, que se me van los sentidos de pensarlo. Un hombre que cuando esté sonando un «Baila, morena, baila, que tú lo bailas como ninguna», de don Julio Iglesias, español imperial, se te arrime y te diga: «El Rey don Juan Carlos I, cada vez que iba a Arabia Saudí, le apretaba la mano a dos tíos y, ya con eso, creaba empleo, eso es política de Estado.» Me vuelvo loco. La gente tiene que llamar a un ATS porque se me dispara el corazón. Ay, un hombre de Estado quiero yo en mi vida…

Y esos trajes apretaos, con esos culos prietos… Ese pañuelito bien puestecito en el bolsillito con esos tirantes que es que de verdad que me voy por donde no me llaman. Ay, los hombres de Estado…

…Anda que es igual ver a un cualquiera que ver a Pablo Casado, que va siempre que parece que va a ver al Rey (uy, el Rey, como me ponga yo a largar del Rey… Me pasa con el Rey lo que con el Papa, que son los dos muy modernitos, pero el Rey es el Rey y es inviolable, ante todo, respeto institucional; y el Papa es el Papa y, aunque yo soy católico -no practicante, como ustedes se imaginan-, ante todo, respeto a las religiones), o ese Albert Rivera, Catalán de Estado que me gusta llamarle, yo hay veces que no le noto ni el acento de lo que se esfuerza el jodío en ser decente. Esas son gentes de Estado y no estas moderneces que vemos en el Congreso jornada tras jornada, que está mi Ana Pastor de mi alma de los nervios ya con tanta tontería.

Por eso no me parece bien que Pedro Sánchez haya salido vencedor en las primarias del PSOE (no hace falta que diga que las primarias no son cosas de Estado ni son cosas de nada). Y al Pedro Sánchez ese lo que le hace falta es empezar ya a luchar por la creación de empleo, que aquí hay mucha gente que lo que quiere es vivir sin dar un palo al agua; y el respeto, sobre todo el respeto, y no tanto vaquerito y tanta camisita blanca… Que no se gana en esa casa para lejía, hombre ya.

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