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Sicofantas

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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La construcción va creciendo poco a poco. Desde el suelo, Alcibiades carga los adobes en un estante de madera que sube con un sistema de polispasto. Han llegado al punto en el que deben colocar ya las tablas de madera que sujetarán los ladrillos en cuña que harán de dintel de las pequeñas ventanas del desván que servirá de troje. Las campanas de la iglesia tañen ya las doce. El sol del mes de julio pica. Las boinas han sido sustituidas por pañuelos anudados en las esquinas. Las camisetas de tirantes han quedado amontonadas en el centro de la estancia y los cuerpos sudorosos de Catarino y su hermano Lucinio se ennegrecen al sol de julio. Pronto deberán dejar apartados adobes, barro, plomada y escuadra y cambiarlos por la hoz, el dalle, el rastrillo, la horca, el carro y las redes. La cosecha está ya casi a punto y las cebadas tempranas ya pardean en el campo. Deben darse prisa en colocar el tejado antes de que eso suceda. Los trabajos de cosecha se alargarán hasta casi finalizar septiembre y las primeras lluvias podrían echar a perder el enlucido de la parte interior.

Han parado diez minutos a almorzar. Catarino, Lucinio, Alcibiades, su padre Prudencio y los demás ayudantes están ya a pie de calle degustando unas sartas de chorizo del año y un vino de la cosecha anterior que exprimen de una bota. Por la calle real, ven venir a Jose Antonio y sus hermanos. La visita no presagia nada bueno. Por el callejón del Coso aparece el alcahuete del alguacil. Nadie sabe cómo se las arregla para estar siempre en todos los fregados. Lo peor es que luego cuenta las cosas según le conviene. Los falangistas vienen con ganas de gresca como siempre. La excusa es que, el trigo de la tierra aledaña al barrizal dónde hacen los adobes, ha crecido menos de lo habitual. Prudencio, una persona al que el nombre le hace justicia, intenta sosegar la discusión proponiéndoles regalarles cinco sacos de trigo para paliar la supuesta pérdida. Él sabe perfectamente que no tienen nada que ver con la mala cosecha y que solo es una excusa para alborotar. Pero Prudencio siempre prefiere llegar a acuerdos antes que porfiar en absurdas disputas que casi siempre acaban mal. Es mejor perder 10 fanegas de trigo antes que todo se acalore, lleguen a las manos y alguien salga herido. Y además, no puedan acabar la casa antes de la siega.

Los camisas azules, que no se esperaban esa respuesta, se quedan sin argumentos para continuar con la riña. A Jose Antonio le quitó la novia Lucinio (eso dice él). Así que su misión es dar por saco y retrasar la obra lo máximo posible para que las lluvias de octubre arruinen parte del trabajo realizado en la nueva casa. Desarmados y sin poder pensar otra estrategia, se largan por dónde han venido aceptando la contraprestación y rezando letanía chismosa en la que se dicen a sí mismos que esto no va a quedar así.

Han pasado unos días desde el encuentro con los falangistas. El zascandil del alguacil ha ido contando por el pueblo que Prudencio y sus hijos amenazaron con una maza a Jose Antonio y sus hermanos que habían ido a interesarse por los avances de la obra. El alguacil es un miserable al que Prudencio le ha regalado innumerables sacos de trigo para que pudiera dar de comer a su numerosa prole. Pero, la semana anterior al encuentro con los falangistas, Prudencio y sus hijos le habían solicitado ayuda, cuando pasaba por allí, para subir una viga que se les atravesaba. El alguacil les dijo que quién se mete a obras debe saber el trabajo que puede abarcar y se quedó allí mirando, con las manos en los bolsillos, mientras la viga se balanceaba en el aire y en uno de los vaivenes acabó derruyendo una de las esquinas de la casa. Cuando acabaron, Catarino molesto con el zascandil, al grito de agua va, arrojó desde el andamio, el contenido de uno de los calderos a la calle, justo dónde el alguacil estaba parado a la sombra viendo como ellos trabajaban. Las carcajadas de los presentes molestaron mucho más al alguacil que la mojadura. Inventando las amenazas se había vengado de ellos.

Es hora de comer. En la radio de la gloria, dicen que hay un levantamiento militar en las provincias del norte de África. Desde Tetuán un general que estaba en Canarias, ha llamado al alzamiento de todos los españoles. Pero el gobierno de la República, dice la radio, tiene controlada la situación y en unos días, los sublevados habrán sido arrestados y puestos a disposición judicial.

Los Falangistas, salen al día siguiente del pueblo con intención de viajar al sur y unirse al levantamiento.

Han pasado diez días desde el golpe que sigue sin ser sofocado. En la capital, los sublevados se hacen con el poder. La vida sigue en le pueblo mientras tanto. Prudencio y sus hijos ya han acabado el tejado. Mañana, comenzarán a segar la primera cebada. Hay que madrugar y todos se van pronto a la cama. Por el camino que da acceso a la carretera, entre las sombras de una incipiente noche, una camioneta serpentea las curvas en dirección al pueblo. Preguntan por la casa del cura. Traen una lista con nombres de hombres del pueblo. El cura les dice que allí todos son buenos cristianos y que ninguno de ellos es comunista. Pero no están convencidos. Entre los falangistas que integran la expedición, hay uno que vive en el pueblo vecino. Y ha oído comentar el suceso de Jose Antonio y sus hermanos con Prudencio y sus hijos. Preguntan a la salida del pueblo dónde viven.

Este año, ni ningún otro año, habrá cosecha para Prudencio y sus hijos. Ni siquiera podrán estrenar la casa.

*****

Sicofantas

Escuchaba el otro día a Nieves Concostrina explicar quiénes eran los sicofantas y el proceso calumniador que acabó condenando a Sócrates a través de una infamia emprendida por Aristófanes, un comediógrafo que creía que había que salvar a los demás del engaño general y que todos necesitamos un faro que nos guíe. Bajo la falsa acusación de no creer en los dioses y de corromper a los jóvenes alejándoles de los principios de la democracia, Sócrates acabó con una sentencia a muerte que él cumplió a rajatabla envenenándose con cicuta. A él le interesaba mucho más la filosofía, la ética, el argumento inductivo y la definición general que la opinión infundada basada en creencias sobrenaturales o en concesiones de los dioses. Pensar, discurrir, preguntar e indagar siempre es mejor que creer ciegamente.

Los sicofantas o sicofantes eran calumniadores profesionales que acababan constituyéndose en una especie de fiscales contra cuyas acusaciones debían luchar los acusados en juicios en los que el jurado era tan numeroso que el espectáculo estaba asegurado. Si uno imagina a uno de esos fiscales ambiciosos de cualquier película americana en las que se traspasan todos los principios éticos con tal de conseguir una condena que aúpe al fiscal en su carrera política, la comparación no sería un desatino.

Ahora que están tan en boga las Fake News, y en estos días de confinamiento en los que han surgido como la plaga de langostas que asola el continente africano, los odiadores congénitos, nos damos cuenta que lo de calumniar, mentir y dar noticias pasadas por la túrmix del interés personal, es tan viejo como la propia humanidad. Desde que el hombre se dedicaba a la caza transeúnte, imagino que siempre habrá existido aquel que ante la pregunta sobre dónde se cazó una jugosa pieza, el vecino le señalara un lugar equivocado y distante para que no compitiera con él. Sobre todo en épocas en las que el alimento escaseaba.

El propio Sócrates dijo aquello de que el conocimiento nos hará libres. Y por ende, si la información es conocimiento, también debería darnos libertad. Con lo que no contaba el filósofo es que la ignorancia de quién se cree instruido da alas y que es más fácil engañar al necio que al sagaz. La cultura social, la idiosincrasia, el modo de vida y hasta la salud económica influyen considerablemente en el pensamiento de las personas y con ello en la libertad. Como podemos ver a lo largo de la historia de la humanidad, aquellos que se autodefinen como libertadores, salvadores o mesías, son en realidad personas poco dadas a garantizar la libertad, sobre todo de los demás. Los que se creen en posesión de la verdad absoluta y universal, son tiranos que no permiten que nadie les ponga punto en boca.

Al final resulta que la información no nos lleva a la libertad de la sabiduría sino a la trampa del pensamiento del propietario del medio que la difunde.

Cuanto más creyente, menos tendencia a la filosofía. Cuanto más fervoroso, menos dado al empirismo, a la observación y a la experimentación a ver que sucede. Cuanto más fiel a dios, más hooligans de un político o de una idea, menos dados al diálogo, a la templanza y menos dispuestos al cambio. Y a su vez cuanto más fervor, más capacidad para creerse todo lo que venga de esa deidad o ídolo. 

Como digo, la mentira, las medias verdades o las manipulaciones de la información han estado siempre a la orden del día en todos los ámbitos. Y en política más. El juego de cortesanos, de validos e instigadores, no era otra cosa que modernos sicofantas al servicio de unos intereses en los que el manipulador de la información creía poder salir beneficiado. La interceptación de mensajes en estados de guerra y el cambio de esos mensajes por otros que pusieran en tela de juicio la lealtad de la retaguardia, el avance de las tropas u órdenes militares para ataques inesperados, eran continuos y se utilizaban para cambiar las cosas en beneficio de quienes manipulaban los mensajes.

Consabido es el principio de que la libertad de prensa está al servicio del interés del dueño de la imprenta. Así mientras en la oscura edad media la información estaba en manos de los clérigos, y controlaban la misma, incluso le daban procedencia divina para tener sometidos a los fieles, con la llegada de la imprenta, en toda la Europa más liberal dónde la imprenta estaba al servicio de quiénes poseían una, triunfó la reforma luterana.

Con la aparición de la prensa, la información se transformó en universal para todo aquel que supiera leer, hasta que alguien se dio cuenta de que podía controlar y dirigir a los lectores hacia caminos en los que el editor sacara un beneficio. De ahí nació la publicidad que en la época actual se ha comido a la información objetiva. La prensa pasó de hacerse las preguntas de ¿qué? ¿quiénes? ¿cuándo? ¿dónde? y ¿por qué? al doble check de la fuente para evitar que sicofantas les colaran trolas como noticias. Y de ahí a la exclusiva. Y de la lucha por la exclusiva a inventarse una noticia para ser el primero. Hasta hoy donde los noticiarios, en algunos sitios, son pura y llanamente publicidad engañosa, agrandando y priorizando lo que al editor le sirve para el interés de quién le paga, de los accionistas o de su ideario político y arremetiendo, ocultando o ridiculizando, aquello que perjudica a todo aquel que pueda suponer una amenaza.

Como también he mencionado, la educación, el contexto y la tradición social, hace que en algunos lugares los medios de comunicación, aunque no sean objetivos, tengan una ética que les impide llevar la manipulación al insoportable mancillamiento de la realidad. En otros, como en España, la falta de principios éticos y el genocidio cultural llevado a cabo por los casi cuarenta años de franquismo y los otros cuarenta de sus sucesores, han convertido a los transmisores de la información en meros infoxicadores y manipuladores, trasmutando a la mayor parte de las televisiones, a la prensa en papel y a sus homólogos en internet y a la mayor parte de las emisoras de radio en las ondas, en correveidiles, alcahuetes del poder y publicistas de los poderosos. 

Todos se dan golpes de pecho. Todos claman contra las Fake News de las redes. Pero ninguno hace examen de conciencia. Publicar a toda Página “Ha sido ETA” el día 12 de marzo de 2011 es una Fake New de libro. Ocultar las sentencias contra el estado español (o hacerlo de pasada) por violación de los Derechos Humanos como las ocurridas cuando el actual ministro Marlaska era juez, también es manipulación informativa. Sacar, cuando el PP está en la oposición, al populista de turno a rebatir cualquier cosa que haya dicho el gobierno, también es manipulación informativa. La paridad informativa no consiste en que cada uno salga inmediatamente después del contrario a decir lo que le salga del escroto, sino redactar noticias sin sesgo ideológico. Olvidarse de la Cal viva, de la financiación demostrada de Iran a los de la COZ, insistir en lo de bolivarianos, olvidarse de los golpes de estado en Bolivia o de los procesos tramposos de Ecuador o Brasil, mientras vivimos en una constante Venezuela, inventarse entrevistas o participar en las cloacas del estado inventando titulares para desprestigiar a un oponente, también son Fake News, manipulación e intoxicación política. Hacer de los mentirosos condenados, expertos que acuden a difundir sus mierdas en programas de debate es abrirle el camino al fascismo.

No necesitamos Malditos Bulos, ni Newtrals, ni zarandajas. Lo que necesitamos son profesionales del periodismo éticos y sobre todo lectores, televidentes y oyentes responsables y con criterio filosófico. A todos nos pueden engañar una vez, pero insistir en dar credibilidad a lo que perjudica tu vida, a tu familia y a tus amigos y encima estar agradecido, es propio de ignorantes y tarados. Estar todo el día enganchado a Ferreras y a la Secta Noche para luego poder despotricar de ellos, es infantil, ineficaz y sobre todo contraproducente. Estar colgado de una emisora de radio porque es la única menos mala, es de memos. Estar todo el día despotricando de la indecencia de este o aquel periódico y luego repasar todos los días sus titulares o ponerlos en un twit está más cerca de la indecencia que de la independencia. Hacerle el juego a los fascistas enlazando sus chorradas es darles alas. Creerse todos y cada uno de los whatsapps que te envían porque son de tu cuerda, es más propio de fanáticos desequilibrados que de personas que piensan. Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp son redes sociales, no medios de comunicación inocuos. El sermón dominical del párroco no es ni noticia, ni un dogma divino.

Aprender a discernir, a pensar, a valorar y sobre todo a empatizar con el contrario ayuda a la tolerancia y es malo para los intolerantes. No hay varita mágica que acabe con el fascismo. Cada uno de nosotros somos una de esas varitas. Al fascismo se le combate, no se le menciona y distribuye. Bloquear, silenciar, obviar, no ver deformativos televisivos, cambiar de dial y no mencionar a los propagadores de la miseria intelectual y social, son la forma de acabar con ellos. Su irrelevancia será la victoria de la objetividad.

Es imposible acabar con la mentira y con los sicofantas. Ambos lleva aquí desde que el hombre bajo del árbol, o incluso antes. Lo que hay que hacer es obviarla y no darle credibilidad, ni aire.

¡Pensemos, maldita sea, pensemos!

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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