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Sí, privilegios masculinos

Juan Miguel Garrido
Juan Miguel Garrido
Fundador de Hombres por la Igualdad de la Diputación de Sevilla
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análisis

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(En el día de la mujer,

a Rocío, siempre)

Cuando a los hombres nos hablan de privilegios casi siempre decimos que no, y solemos pedir a nuestra interlocutora que nos nombre uno de ellos. “No hay mejor defensa que un ataque”, debemos pensar. No sé si el egoísmo nos impide reconocerlos, o que los hemos normalizado de tal forma que no los vemos.

Tener privilegios es evidente que los tenemos, y no por invención del feminismo sino consecuencia de una realidad tangible que, a poco que nos despojemos de nuestras ropas masculinas, veremos con claridad, aunque para ello es preciso ciertas dosis de honradez, cualidad de la que no andamos muy sobrados.

Muchos de estos privilegios son cuestiones a las que los hombres no damos importancia. Valoración que en aras de la justicia no es honesto que la efectuemos nosotros, los privilegiados, y sí las mujeres que los padecen. Pero en nuestras sociedades patriarcales sabemos que todo se tamiza bajo el prisma de la masculinidad hegemónica, y así es difícil que podamos entendernos.

Hay muchos hombres calvos, casi con seguridad más que mujeres, parece que debido a una mayor presencia de testosterona, y a un estilo de vida agresivo que, sí o sí, nos conduce con normalidad al estrés. Pero también hay mujeres que padecen alopecia, y están calvas, y sin embargo no las vemos. Quizás los hombres deberíamos preguntarnos el porqué.

La sociedad ha impuesto a las mujeres una crueldad más, vivir la falta de cabello como un fracaso de su feminidad. Para el patriarcado el cabello es sinónimo de mujer, y mujer sinónimo de belleza

Un hombre calvo no tiene que dar explicaciones de su calvicie, someterse a miradas, comentarios, o que aquella sea asociada con enfermedad. Un hombre es calvo y es normal, una mujer no. Hemos normalizado hasta tal punto la calvicie en el hombre, que la relacionamos en positivo con virilidad y masculinidad. Ejemplos en el cine y en los deportes no escasean.

Sin embargo estas reglas no las aplicamos a las mujeres, la calvicie en ellas está prohibida, tabú. La sociedad ha impuesto a las mujeres una crueldad más, vivir la falta de cabello como un fracaso de su feminidad. No olvidemos que para el patriarcado el cabello es sinónimo de mujer, y mujer sinónimo de belleza.

No se trata de cantidad, que haya más hombres calvos que mujeres, y sí de dignidad, respeto a la libertad personal, e imposición a las mujeres del mandato de ocultar su calvicie bajo incómodas pelucas o pañuelos, y al contrario que los hombres, ellas si han de dar explicaciones del porqué de su calvicie.

Si los hombres pensamos que no estamos ante una situación de injusticia más, y de trato desigual por razón del sexo, consecuencia de la situación de privilegios que disfrutamos respecto a las mujeres, es que la poca dignidad que pudiésemos tener hace tiempo que nos abandonó.

Por eso la importancia de comenzar a romper tabúes, clichés, estereotipos, roles, comportamientos diferenciados que lo único que persiguen es discriminar. Es decisivo defender el derecho de todas y todos a tener la apariencia física que cada una y uno libremente decida, los hombres la tenemos, las mujeres no, sin tener que disimular la realidad. El movimiento de mujeres así lo ha entendido, y la luchas por la igualdad protagonizadas por ellas reivindican ese derecho, el derecho a mostrarse tal cual una es. Son actos de libertad, desafío y revolución ante un sistema injusto que las margina y discrimina.

Un modelo de hombre tóxico

Es la injusticia que han de soportar también las muchas mujeres que a diario, junto a la dureza de unos prolongados tratamientos con quimioterapia, no pueden mostrarse libremente como son, porque el patriarcado no permite normalizar su realidad, exhibiendo su belleza, la que no gusta a un modelo de hombre tóxico, pero que a otros muchos encanta, llena de orgullo y enamora.

Todo porque una sociedad hipócrita, machista, inhumana y patriarcal, con el consentimiento y la cómplice colaboración de nosotros los hombres, ha impuesto a las mujeres unos cánones de cultura, comportamientos, belleza, que no las respeta, ni representa. Cambiemos esta realidad, hombres.

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