Yaratullah Monturiol, en la introducción de su libro “Islam y Derechos Humanos”, publicado en 2009 por el Centro de Documentación y Publicaciones Islámicas CDPI de Junta Islámica de España, define así el término sharia: “la Ley que rige el cosmos y la naturaleza, y el intento de armonizar al ser humano con este orden primordial”, mientras que las “leyes humanas serían más bien el fiqh que, peligrosamente, son interpretadas a menudo como Sharia”. Esto es, la Sharia es la Ley que establece el camino en órbitas de algunos astros, que los pájaros vuelen y los seres humanos caminemos por la tierra sin riesgo de dar un salto y perdernos en el vacío. Pero también es la ley que rige nuestras vidas y establece una consecuencia ante cualquier acto, así como los mejores actos para alcanzar las mejores consecuencias en todos los aspectos de la vida.

Sharia: “la Ley que rige el cosmos y la naturaleza, y el intento de armonizar al ser humano con este orden primordial

Y es la necesidad de conocer esta sharia lo que ha inspirado a los musulmanes de todos los tiempos, tanto en el deseo de investigar y conocer las leyes denominadas como “naturales”, como las denominadas “espirituales” y las denominadas “de derecho”. Esta unidad holística que implica la sharia es tan propia del islam, que éste se basa en ella: es lo que se denomina como “tawhid”. Pero es esta capacidad de entender al ser humano y a la sociedad como un Todo que es mucho más que la suma de las dimensiones “natural”, “jurídica” y “espiritual”, la que lleva a escribir a Iñaki Anasagasti, ex-senador y ex-diputado del PNV, el 29 de agosto de 2013, en su blog personal: Islam y democracia son incompatibles.

Para su argumentación, Iñaki Anasagasti, se basa en un artículo del ensayista y corresponsal de guerra del diario francés Le Fígaro, Renaud Girard, basado en el paradigma colonialista europeo que no permite entender al otro desde sus propios parámetros, y en el que dice: “No existe en la civilización musulmana una separación entre la esfera religiosa y la política. Nunca la hubo, desde el siglo VII en adelante. Separación que, sin embargo, es la base y el fundamento de la civilización occidental”.

Históricamente se han atribuido al Islam una serie de características que lo hacían incompatible con la democracia. Sin embargo estas dificultades no son tanto propias del Islam

Ya en 2009, Alberto Priego Moreno, experto en temas del Cáucaso y Asia Central e investigador de UNISCI Universidad Complutense de Madrid, publicaba en el nº 21 de la revista “UNISCI Discussion Papers”, un artículo titulado precisamente “¿Son el islam y la democracia incompatibles?” y declaraba categóricamente “Históricamente se han atribuido al Islam una serie de características que lo hacían incompatible con la democracia. Sin embargo estas dificultades no son tanto propias del Islam”.

Evidentemente, las personas practicantes del islam se rigen en su comportamiento por lo que se denomina como el “fiqh”, o interpretaciones del conjunto constituido por el Corán y la “Sunna” o “transmisión del ejemplo” del profeta del islam, y todos los demás profetas anteriores. Según Benazir Bhutto, elegida democráticamente en dos ocasiones como Primera Ministra de Pakistán a finales del siglo XX, en su libro “Reconciliación”, el islam “no sólo está comprometido con la tolerancia, sino también con los principios de la democracia. El Corán sostiene que la sociedad islámica está basada en “consejo mútuo, alcanzado a través de discusiones mutuas en relaciones de igualdad””.

En 2001, webislam publicaba un artículo con el título de “La primera constitución escrita”, escrito por Muhammad Hamidullah, reconocido mundialmente por su conocimiento sobre sharia y fiqh, y en el cual nos comunica algo sobre el ejemplo del profeta, y es que el Pacto firmado por todas las comunidades religiosas y políticas en Medina en el año 622 es: “[l]a primera constitución escrita de un Estado promulgada por un gobernante en la historia humana […] y ha llegado hasta nosotros de forma completa”.

Para firmar esta Constitución, según Hamidullah, el profeta del islam debió “proponerles el perdonar y olvidar, el colaborar en la creación y administración de una ciudad-estado, en donde la justicia fuese norma, dentro de una unidad o de un todo homogéneo. Se lograría concediendo autonomía a los grupos y centralizando ciertas funciones de interés común, tales como defensa. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que esto era una buena solución”, y se establece un sistema basado en la igualdad, la justicia social y el reparto equitativo sin distinción de sexo o creencias, hasta el punto de llegar a plantear en el artículo 40, sobre aquella persona que hasta entonces fuera esclava o prisionera: “será puesto sobre el mismo pie que el protector. ¡Ni oprimido ni opresor!”.

¡Ni oprimido ni opresor!

Por otra parte, Abdennur Prado, en su libro El islam como anarquismo místico, publicado en 2010 por Virus Editorial, nos habla de otro ejemplo fundamental del profeta durante la hégira: “En la mezquita de Medina se reunían todos los miembros de la comunidad, mujeres incluidas, para discutir y buscar soluciones de consenso a los problemas que se planteaban. Todos podían opinar, a todos se escuchaba”, a esa forma de gobierno se le denomina “shura”, e incluso, de la época de los primeros cuatro califas, existen “hadices” o “dichos” transmitidos mediante una cadena conocida de personas y llegado por diferentes medios, en los que deja claro que el califato funcionaba igual.

Sin embargo, la Asociación Chicas Musulmanas de España ACHIME, declara en marzo de 2016, en su página web: “En ACHIME creemos que ya va siendo hora de alzar nuestra voz, implicarnos en las transformaciones que está viviendo nuestra sociedad y exigir nuestro sitio en las mismas”, porque realmente es la mujer musulmana la que parece más incompatible con la democracia española. En el documento de etapa (2004) “Hacia la plena ciudadanía de las mujeres” publicado por el Instituto de Ediciones de la Diputació de Barcelona, se decía: “La ausencia de las mujeres de la vida y actividades “públicas”, procede de una vieja división de mundos y espacios de sobra conocida (construcción social del género) a la que siempre es obligado hacer referencia para volver a reafirmar que la ausencia de las mujeres en la toma de decisiones y del poder no es una situación coyuntural ni casual”. Y esta situación es la que sucede a día de hoy en nuestra democracia, según denuncia ACHIME.

Aunque, también es cierto, que el cambio de actitud que supone la aparición, cada vez mayor, de formas de participación en la vida pública española, por parte de colectivos o de forma individual, de personas musulmanas, supone una novedad que se inserta al proceso que ya comentaba Ricardo Chueca Rodríguez, catedrático de Derecho constitucional en la Universidad de La Rioja, en las I Jornadas de Participación Ciudadana, realizadas en Logroño en 2002: “La participación política que hoy conocemos es históricamente nueva, diría que radicalmente nueva. Se trata de una forma de participación que presupone la existencia de un Estado altamente democratizado y de un Estado comprometido profundamente en una continua tarea de remodelación social”. Situación que resume los últimos años en las plazas de España, y el Estado que se pretende alcanzar por buena parte de la sociedad española, según los resultados electorales de diciembre de 2015.

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