Conozco a Shangay Lily como artista desde hace muchos años, soy una persona que vive en Berlín y cuando vengo a Madrid, como me gusta mucho el teatro, lo primero que hago es comprar la Guía del Ocio para informarme del panorama teatral de Madrid. Recuerdo que hace muchos años, creo que en los años 90, vi que en un teatro llamado Las Aguas (que todavía existe, por cierto) actuaba un artista con el nombre de Shangay Lily. Ya el nombre me pareció la mar de interesante, así que allí que me fui, y lo que vi en el escenario fue algo fantástico: una «Dragqueen», con ese nivel, contando cosas que por aquel entonces –eran otros tiempos– eran revolucionarias, con ese desparpajo, sarcasmo e ironía. Decía verdades como no se había visto nunca antes en la (poca) democracia que se iba estableciendo en España. Fue, la verdad, fascinante verle, eran unos monólogos que ahora no me acuerdo del título, pero recuerdo que me encantaron.

Pasaron los años y el nombre de Shangay Lily nunca se me fue de la mente, bien porque cuando venía a España le veía por algún medio, bien porque cogía la revista «Shangay», que luego me enteré que fue su creador, de ahí su nombre. Por aquel entonces era una revista muy informativa que se podía leer y no como ahora que solo está llena de anuncios de modas y de chicos guapos anunciando cualquier perfume, eso ya no es una revista que representa al colectivo gay para nada.

Cuando más interés puse en Shangay Lily es cuando vi que tenía un blog en el periódico «Público». Allí escribía estupendos artículos sobre muchas cosas, pero sobre todo criticando el camino que iba llevando el colectivo LGTBI debido a unos cuantos sin escrúpulos que estaban (y están, solo hay que ver lo que están haciendo con la fiesta del Orgullo) llevando a limites inimaginable comerciales y consumistas al colectivo gay. Sus artículos eran de lectura obligatoria para mí y para aquell@s que estuvieran politizad@s y gustara del buen decir y del mejor escribir. Yo nunca he dejado de leer ninguno, en Berlín cada mañana cuando me levantaba lo primero que hacía era ir al ordenador a ver si había un nuevo artículo. Mi interés llegó a tal extremo que me sentía muy mal el día que por cualquier motivo no publicaba algo. Era como así decirlo, «mi pan de cada día» suena un poco «patético» pero es la pura verdad.

Shangay tenía muchos fans, el primero yo, pero también algunos enemigos, bueno más bien trolls que invadían sus escritos poniéndole a parir sin sentido alguno, incluso insultándole personalmente. Claro en un país de incultos políticamente hablando no podían comprender que de repente apareciera un «bloguero» con ese carisma y esa forma tan militante y creativa de escribir. Yo que no soportaba que alguien insultara a mi ídolo, a la persona que yo tanto admiraba, hablando el mismo lenguaje ordinario que ell@s entraba a escribir comentarios saliendo siempre en defensa de Shangay, de tal manera que al final incluso llegaron a asociarme con él. Algunos decían que éramos la misma persona y que Shangay entraba con otro «nick» para hacerse él mismo «la pelota». ¡Qué ignorantes! mira que confundirme con él. Shangay Lily era un genio de la escritura, sabía formular todo genial y era un perfeccionista. Hasta ahora no he encontrado a nadie como él: que escribiera tan bien, tan coherente y sin perder el humor y la gracia de la gran diva que era.

Un día Shangay curioso de saber quién era ese «fan» que tanto entraba en su blog y que tanto admiraba sus maravillosos artículos, me escribió en privado que quería conocerme, sin saber que yo a él como artista ya le conocía dese hacía muchos años. Al final nos llamamos por teléfono y hablamos largo y tendido. Era muy elocuente contando cosas, nos hicimos muy amigos, también con su adorada amiga Paloma Linares que lo era todo para él/ella. Fuimos a cenar varias veces por los restaurantes de Chueca los tres, bueno los cuatro, mi marido Michael también, que es berlinés y al que Shangay adoraba. Él hablaba un poco alemán porque había vivido en Berlín, era una persona muy culta y muy viajada, había vivido muchos años también en New York (un cosmopolita, vamos). Nos hicimos muy buenos amig@s tod@s.

Entre tanto he leído todos sus libros, mis dos favoritos son el de poesía «Plasma Virago», y sobre todo «Adiós Chueca» su libro póstumo más crítico, más auténtico y que debería ser de lectura obligatoria para aquel o aquella que quiera saber sobre el camino neoliberal y decadente que va llevando el colectivo LGTBI en este país y que tanto ha costado conseguir. Yo mismo estuve en la cárcel por el mero hecho de ser homosexual. Cómo me hubiera gustado decir lo que Shangay Lily decía, ya sin miedo a la represión franquista: “soy maricón, rojo y ateo”, hasta en eso le hubiera copiado, porque lo soy igual que él.

Por desgracia se nos ha ido demasiado pronto. Parecía que la enfermedad iba bien y tod@s pensamos que se iba a poner bueno, pero el destino, a veces tan cruel, nos lo llevó para siempre. Te echaremos de menos siempre amad@ («amore» como decía cariñosamente), Shangay Lily, menos mal que dejaste para la eternidad tu arte y tus libros…

 

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