Hay dos tipos de activistas en este nuestro mundo del activismo LGTBI. Aquellas que viven la lucha por los derechos del colectivo como su única batalla, una lucha que se agota en sí misma, que es instrumento y finalidad; y aquellas que saben romper nuestro estrecho marco, ver más allá y enmarcar está digna batalla en la larga guerra por la libertad.

No hace falta que os diga en qué lado de la barricada estaba Shangay.

Cuando vi a Shangay por primera vez no tenía ni la más remota idea de quién era, de lo que había hecho y de su significación para el colectivo. Yo solo estaba en esta lucha por mi identidad como marica y mi militancia comunista y antifascista. Fue precisamente el hecho de conocer a Shangay lo que me metió el gusanillo por la historia de la lucha transmaricabollo en el Estado español. Estudiándola aprendí que es una historia de dignidad, de fuerza, de resistencia y también de decepciones, traiciones y vergüenzas. Shangay vivió de todo y aún así se quedó en el lado correcto de la lucha. No fue casualidad, fue justamente su conocimiento de la estructura social, el saber enmarcar cada conflicto, cada problema en la lucha general contra el capitalismo y el heteropatriarcado lo que le dio la claridad suficiente como para saber en cada revés del movimiento qué hacer y de lado de quién estar. Es una de las principales enseñanzas que nos deja.

Yo, como tantas miles, he sufrido por mi orientación sexual y por mi militancia LGTBI y en esos momentos pude contar con la ayuda, el cariño (propio sólo de las que entienden la necesidad de los cuidados en el activismo) y la lucha incondicional de nuestra querida Shangay. Pero también, como tantas otras, he sufrido la represión del Estado por mi militancia comunista y antifascista y en esos momentos también pude contar con su ayuda, cariño y lucha incondicional.

Tras mi detención y posterior imputación en el llamado “caso CS 13 Rosas”, en el que también está imputada la compañera Elena, Shangay apenas me conocía puesto que solo habíamos hablado unas cuantas veces (eso sí muy extensamente, era de los que no gustan de conversaciones breves y superficiales) y aún así no me pidió ningún tipo de explicación, ninguna contrapartida, solo su absoluta disposición a hacer todo lo necesario para ayudarnos. No se cómo describiros lo que se siente en esos momentos. Es una montaña rusa emocional en la que cada muestra de rechazo o de indiferencia (sí, hemos tenido demasiadas muestras de esto) es capaz de hundirte y solo compañeras como Shangay lograron que saliera a flote.

¿Qué reivindicación no ha contado con el incondicional apoyo de nuestra Shangay? No hacía falta mucho, solo una causa justa y una lucha desde abajo con dignidad rebelde. Llama a Shangay, fijo que viene. Logró así incluir una perspectiva LGTBI, tanto en el fondo como en las formas que recordaban a lo mejor de los inicios de nuestro movimiento, en luchas tan dispares como la antifascista, la lucha por los servicios públicos, conflictos obreros y la propia lucha contra la represión. Esto le granjeó muchas amistades, pero también muchos enemigos. Justamente aquellos que conducen actualmente la lucha LGTBI en el lado contrario, convirtiéndola en una reivindicación parcial, interclasista, despolitizada y sumisa. Ay si Shangay hubiera estado presente durante el World Pride, el mayor exponente de la decadencia de nuestro movimiento. Muchas caímos en la desgana y el abatimiento, Shangay nos hubiera echado una cariñosa bronca y puesto en marcha para organizar la contraofensiva. Hace falta mucho más que un MADO para mantener en casa a una activista así.

No recuerdo bien quién lo dijo, pero “aspirar a Shangay” debería ser el objetivo de toda aquella persona que quiera contribuir en cualquier causa que nos acerque a un mundo mejor. Da igual que estuvieras más o menos de acuerdo con su pensamiento, da igual cuál sea la reivindicación concreta; representaba la dignidad, la rebeldía y la coherencia de todo un movimiento. En esta época de ofensiva capitalista, de relativismo posmoderno, de trepas y vendidos; dignidad, rebeldía y coherencia es precisamente lo que necesitamos.

Hoy soy consciente de que pase, hagan lo que nos hagan, si aspiramos a Shangay sólo podemos vencer.

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