He dado muchas vueltas a cómo aceptar este honor que me hizo Paloma Linares en tu nombre. Acepté encantada aunque me producía cierto pudor no estar a la altura enorme que tú tenías. Esto es tan claro, como que tras tu muerte muchas luchas quedaron huérfanas. Y ésa es la razón por la que acepté: Para retomar testigos y continuar con la lucha porque quienes hemos quedado tenemos la obligación moral de no desfallecer aunque sea una tentación constante.

En este año sin hablar contigo, tendría que haber pasado muchas horas contándote cómo es mi vida tras ser declarada víctima de violencia de género. Ya conocías el paño, por supuesto, pero nos conocimos en otras circunstancias y tú, enfermo, te hiciste eco de mis palabras sin dudarlo un instante. Hablaba entonces sobre el delito de blasfemia por el que juzgaron a Rita Maestre (http://akerritas.blogspot.com.es/2016/02/je-ne-suis-pas-rita-maestre.html) y sobre cuyo tratamiento estábamos tan de acuerdo. A tu alrededor estreché almas con otros y otras que te querían con la misma generosidad y respeto con el que tú nos obsequiabas a quienes nos acercábamos por casualidad o a propósito. Tú amabas a tus camaradas de lucha, y en estos tiempos de simulacro e impostura, el afecto es tan revolucionario como la palabra y el pensamiento libres.

Pero todo eso que nos permite liberarnos de la tiranía de las religiones organizadas, de un Estado opresor y corrupto sin alma y cada vez más fascista en sus formas y en el fondo -como Europa, que ya es sólo un conjunto de países atemorizados y agresivos con gentes aterrorizadas ante el refugiado, el terrorista, el musulmán, el diferente siempre-, lo que nos permitía liberarnos de las propagandas contradictorias pero consensuadas en su «Consume Capitalismo», todo es cercenado con esmero y dedicación psicopáticos. Y se cercena destruyendo la Educación, dirigida ya sin disimulo a crear un ejército de lumpenproletariado que no puede sobrevivir con su sueldo cuando lo tienen. Quieren indigentes mentales y morales, seres anestesiados que sean incapaces de reaccionar ante los despropósitos con que nos agasajan nuestros gobiernos.

En este año, todo ha ido aún peor. Los hombres y mujeres de este país caímos todavía más bajo al volver a aceptar al PP en el gobierno, al aceptar las reformas judiciales ad hoc que exoneran de toda culpa a ex-duques, hermanas de monarcas, banqueros, trileros, vendedores de crecepelo e incluso algún nombre de aquella «nueva política» que venía a dar un vuelco dramático a tanta desmesura impune. Cae un 10% el presupuesto para la lucha contra la Violencia de Género y eso significa, como estamos viendo horrorizadas, más mujeres muertas, más mujeres heridas, más mujeres sin saber qué hacer o con quién contar para escapar del infierno cotidiano en el que ellas, nosotras, y nuestros hijos, tienen que vivir. Se ven, en todo su dramatismo, las grietas de una ley que es a todas luces insuficiente, se difunden con obscena impunidad en las redes, vídeos de violaciones colectivas y leemos cómo hijos del patriarcado hablan de «ir de caza» por salir a violar en grupo a una mujer los fines de semana. Luego todos ríen. Y para rematar el insulto, a la víctima se le preguntan cosas como si se resistió de verdad o por qué se tomó un cubata con ellos. La culpa sigue siendo nuestra.

Seguimos considerando víctima sólo a la mujer que tiene un vínculo afectivo demostrado con el agresor, esto es, casada o en pareja. Cuando la víctima es azarosa, los criterios son penales puramente y los juicios tardan más. A veces demasiado. Los tecnócratas sin alma a sueldo del Estado hacen piruetas para que los números se mantengan dentro de sus deseos y la sociedad pueda seguir tranquila viendo en la televisión lo bien que viven algunos y la envidia que les da. Así, quedan fuera los hijos asesinados por sus padres, igual que quedan fuera de las órdenes de alejamiento que sólo protegen a la madre. ¿Asombrado? Es tan evidente que un maltratador puede hacerle más daño a su pareja a través de los hijos que pasma que sea posible tal distinción. Y es por eso que ahora la televisión, esa fábrica de mentiras y ponzoña, habla de «violencia doméstica». En este punto tiemblo: Cuando una tragedia queda circunscrita al hogar, la sociedad se desentiende de un problema que es político, social y económico porque de puertas para dentro uno es dueño del castillo. Para esto sí nos ha gustado el protestantismo y su hijo el liberalismo. Y que el problema, que es de Estado, porque en lo que llevamos de 2017 se ha disparado la cifra de mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas, está contenido es cierto. No llega al 1,5% las personas que presentan el feminicidio como el principal problema del país en la última encuesta del CIS.

Nos están matando y la sociedad mira para otro lado. Nos matan y aumenta la burocracia, lo cual crea situaciones que de no ser trágicas, no desmerecerían a los Hermanos Marx, como cuando se te exige una firma del padre para matricular a tu hijo en la escuela pese a que existe una orden de alejamiento. Es un ejemplo. Si superas la cúspide de la burocracia, con suerte cuentas con 426 euros con los que manteneros tú y tus hijos y esconderos llegado el caso. Y entonces, cuando parece que todo es tan malo como parece, encuentras un Leviatán mil veces mayor y peligroso: la indiferencia de la sociedad cuando no el aislamiento.

Cuando el maltratador es doméstico, la sociedad puede fingir que, al ser buen vecino y mejor aficionado al fútbol los domingos en el bar, no es asunto suyo. Lo de apartarlo y repudiarlo de todo lugar que habite la gente decente no es asunto de nadie. Asunto de la víctima es alejarse por su bien. Y vaya si hay cobardes que fingen que no va con ellos. Incluso llegan a acusar a la víctima de inventarse hechos o, cuando no es posible fingir que el horror no está sucediendo, que ella lo pone histérico, que hay que aguantarla, que algo haría. Algo haría para que él la tuviera que matar.

Antes brujas, luego locas -cosa que ha calado hondo en el imaginario machista actual- y ahora feminazis cuando nos defendemos y defendemos a otras hermanas, si luchamos para no ser corderos inmolados en el altar del Patriarcado capitalista. Putas siempre y si no, muertas. En peligro de pobreza severa, esto es, indigencia, con hijos por los que frecuentemente no se percibe ninguna pensión ya que un padre parado diez años no tiene ingresos y es insolvente, sin posibilidad real de criar bien a tus hijos si no estás nunca en casa porque trabajas doce horas al día para mantenerlos con un miserable sueldo si tienes suerte.

Es una espiral odiosa de la que sólo nos puede sacar el apoyo mutuo, la tribu. Es el amor a los tuyos, por los tuyos y no una cuestión de sangre y apellidos. Esos criterios hay que dinamitarlos. Los tuyos son los que comparten luchas, pan, tiempo y dan un paso al frente porque no se puede obviar la injusticia y el abuso. Tu tribu son tus compañeros y compañeras de Vida.

De Vida y de Lucha, porque quienes amamos tenemos que ser fuertes y no permitir que manos indignas ensucien lo que es hermoso. No podemos permitirlo nunca, así nos rompan la cara o nos detengan unos agentes celosos de la sacrosanta propiedad privada y de los derechos de los machos. Hay que luchar mucho para salvar el Amor. Hay que luchar siempre.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre