Shagay Lily: maricón, feminista, rojo, ateo y republicano

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Siempre recordaré el día en que conocí a Shangay: le invitaron a participar en el programa de TeleK que yo presentaba por esa época y que se llama “todo por la Kausa”. Me pareció tan enorme, -en el más amplio sentido del término-, divertido, inteligente, y por supuesto valiente, sin medias tintas, definido en su posicionamiento y sin fisuras ideológicas.

Entre las dos surgió de manera natural una complicidad, un conocimiento profundo sin tan siquiera hablarnos, una sensación de pasado en común que nos hermanaba. No fue fácil para Shangay crecer como niño amanerado en una ciudad andaluza en los años ochenta de la misma forma que a mí no me fue fácil crecer como niña que parecía un niño en un barrio del sur de Madrid en los años 80.

La fotógrafa Lisset Model decía “no pulsen el disparador hasta que el sujeto que enfocan les produzca un dolor en la boca del estómago” esta maravillosa recomendación que tanto he usado para hacer fotografías, con el tiempo también ha sido el mejor indicador para el resto de las decisiones de la vida y sé que Shangay lo sentía de la misma manera, era pura intuición.

Aunque tremendamente visceral, acompañaba cada una de sus luchas con formación, información, ironía y una capacidad de análisis de la realidad que hacían que sus argumentos fuesen irrefutables, por eso la única manera de atacar a Shangay por parte de la caverna cristofascista y del lobby gaypitalista madrileño era con el insulto y el intento de descalificación y descrédito tanto personal como profesional.

La vida nos llevó a compartir actos y espacios en bastantes ocasiones, a mí me encantaba oírle comenzar sus intervenciones con la frase “soy Shangay Lily, maricón, feminista, rojo, ateo y republicano” y con esta síntesis que parece una gracieta o una mera anécdota se explica perfectamente quien era.

Nunca supe ni quise saber lo que él denominaba su nombre de esclavo, él eligió ser Shangay, renunció al nombre que le pusieron al nacer y hay que respetar esa decisión y más sobre todo cuando ya no puede ser él quien la defienda. Nada en su vida era fruto de una decisión superflua o frívola, está en particular estaba basada en un profundo conocimiento y rechazo de la genealogía colonial y heteropatriarcal como lo denomina Paul B. Preciado, donde el nombre y el apellido siempre determina quién eres y cuáles son tus privilegios, a los cuales él renunció. Shangay lo deja muy claro en su poema de “Mi nombre de esclavo” de su libro de poesía Plasma Virago (Huerga y Fierro)

Mi nombre de esclavo
Crearon las familias que son mazmorras. Crearon sus prisiones sobre los parideros. Cadenas enlazadas con sangre vaginada.
Nos atan a sus mitos, mentiras y leyendas.
Así se edificó el viejo patriarcado
Y siglos, siglos y siglos después sigue perdurando
Y tras mil iglesias, ritos y cultos,
Nos siguen bautizando.
La trampa para hincarnos nuestro nombre de esclavo.
Que se sepa: yo no lo acepto.
Mi nombre me lo da mi vida y mis tropiezos.
Plasma porque soy eso: cuarto estado de agregación de la materia.
Ni sólido, ni líquido, ni gas.
Sólo otro estado de agregación de la materia.
Y la mayor parte de la materia en el Universo se encuentra en estado de plasma. Como la aurora boreal o la sangre sin células.
Así digo no al sólidocentrismo, o a la tiranía del líquido o del gas.
Virago es mi otro nombre de mujer masculina.
Por eso niego su dictadura nominal.
Y cuando me preguntan “¿cómo te llamas?” o “¿cuál es tu nombre de verdad?”, sólo respondo: “Plasma Virago”.
Sin documentos, sin cadenas, sin tus licencias.
Yo dicto mi nombre. Mi nombre no de esclavo.

Cuando decía que era “rojo” claramente estaba hablando de su pertenencia y orgullo a la clase trabajadora, creía firmemente en la lucha de clases y desde ese lugar elegido era desde donde quería batallar.

Y cuando se auto-determinaba feminista, estaba reconociendo a la mujer como el sujeto hegemónico de discriminación del propio sistema patriarcal y así recalcar su hermanamiento y compromiso contra el machismo imperante.

Como maricón renunciaba a su condición de hombre, sobre todo de hombre gay acomodado y complaciente con el sistema y con ello a sus privilegios para definirse y empoderarse a través de la injuria.

De mi querida amiga, -en femenino como persona que era- me quedo con sus múltiples trabajos publicados y los que quedan por publicar, me quedo con sus abrazos enormes y con su sentido del humor y su gracia para contar anécdotas que hacían de las sobremesas lo mejor de las cenas. Siempre le estaré agradecida por su disposición a estar al pie del cañón -por encima de sus circunstancias y salud- en las luchas más imposibles, para recorrerse cada una de las ciudades y pueblos de la Comunidad de Madrid apoyando a las candidaturas del cambio por las que se dejó la piel en esa primavera de 2015, y sobre todo le estaré agradecida por todo lo que me enseñó, por nuestras conversaciones interminables, y por seguir ahora, preguntándome, cuál sería su opinión sobre tantos y tantos temas que nos asaltan y conmueven a diario.
Fue una suerte encontrarte, te quiero hermana.

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