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Servir(se) y proteger(se)

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Un pueblo sin taberna es como una huerta con cardos. Alguno de los mozos había soltado esta frase para definir lo que todos conocían. Sorroval estaba en la UCI y moría como municipio. Atrás quedaban los tiempos dónde, en cualquier celebración, los gaiteros del pueblo ponían a bailar a quintos y mozas. Épocas de añoranza donde podías tomar un chato de vino, comprar una gaseosa o tomarte el mañanero orujo con moscatel, hasta en cuatro establecimientos distintos sin salir de la localidad. Entonces había rondas. Y empajadas. Y Carnavales y Jueves de Todos. Entonces la matanza del cerdo era una fiesta familiar tan importante que los pobres no podían permitírsela porque necesitaban que el cerdo les durase todo el año. En aquellos días, las fiestas patronales eran un feliz guirigay de familiares venidos desde muchos lugares foráneos.

Pero, poco a poco, el campo pasó de ser el sustento, a un negocio. Poco a poco lo que había en la troje no era suficiente y los hijos no querían malvivir como los padres. Poco a poco fueron aprendiendo, por aquellos que se llevaban los frailes y volvían en verano a trabajar de agosteros sin salario, a casa de los padres o de los hermanos, que había otro mundo inmenso fuera de los valles, del arado, de las vacas y de las ovejas y cabras. Que podías ganar en un mes en una fábrica, lo que tus progenitores en seis pasando frío, hielo, nieve y calamidad en el campo. Y así, gota a gota, los numerosos hijos que se traían al mundo como mano de obra gratuita, se revelaron contra la tradición y se fueron en busca de una vida mejor. Ahora, ya no hay dulzaineros, ni casi jóvenes. La democracia trajo un alcalde electo y concejales, cuando toda la vida de dios las decisiones se tomaban llamando a concejo a todos los vecinos, y en consenso. Y en Sorroval llevan tres años sin fiestas patronales porque no hay presupuesto, según dice la corporación. Y la última taberna cerró porque ya nadie quiere estar veinticuatro horas pendiente de si la Marcelina vienen a comprar un kilo de azúcar cuando estás comiendo o de si una panda de borrachos del pueblo aledaño, se presentan a las once de la noche, cuando estás a punto de irte a dormir y tienes que tener la taberna abierta hasta que decidan irse a dormirla.

Ahora, que hay un nuevo alcalde, uno de esos pocos jóvenes que aún perduran en la villa, quiere sacar al pueblo de la UCI y, si no recuperarlo, al menos que sea un lugar donde haya gente que quiera vivir. Ha cambiado los viejos postes de roble de la era, donde ya nadie trilla, por unas porterías de hierro ancladas con cemento al suelo. Ha puesto columpios y con ayuda de los veraneantes ha adecentado una parte del río como piscina para que puedan bañarse. Y ha reunido a los jóvenes para que monten una asociación que tenga un bar dónde la gente pueda pasar la tarde, jugar a las cartas y sobre todo, poder pagar las fiestas con lo recaudado durante su celebración.

El nuevo alcalde sabe lo que se hace. Porque, antes de ser alcalde y a pesar de no contar con el beneplácito municipal, ha sido capaz de contratar, junto con otros nueve jóvenes, a una de los mejores orquestas de la provincia y llevarlos a tocar a un lugar cerrado (pagando entrada) durante nueve días en Navidad. Y con el frío, la nieve y la tradición en contra, fueron capaces de pagar a la orquesta y de sacar beneficio. Eso a pesar de que uno de ellos metió mano en la caja el antepenúltimo día y estuvieron a punto de tener que poner dinero de su bolsillo.

Así que, una vez formada la asociación y tras dos meses de funcionamiento, se han presentado los estatutos que uno de los mozos ha ido adecuando de los de una asociación cultural de la capital. Y como en toda asociación democrática, hay que elegir un presidente, un vicepresidente, un secretario, un tesorero y unos vocales. A la elección se presentan, sin campaña, los ocho jóvenes que más han trabajado por montar la asociación y un noveno que se ha erigido mandamás, pero que no se ha movido de la silla. Tobías, el mandamás, es el único que posee coche propio y tiene muchas adeptos porque dependen de él para ir de fiesta. Pero en las elecciones votan los socios y algunos de ellos son personas que únicamente viven en el pueblo en verano. Celebrada la votación, Tobías no ha sido elegido presidente por dos votos. El que ha actuado como secretario redactando los estatutos le ha ganado la votación. Todo el mundo está conforme menos el propio Tobías. Según los estatutos, el más votado es presidente y el segundo es vicepresidente. Los demás cargos se eligen por votación pero a propuesta del presidente electo.  Finalizada la votación y tras conocer los resultados, Tobías dice que dimite y que se va de la asociación. El ganador le mira con cara de incredulidad y como ya conoce sus tejemanejes le dice que vale, que se vaya. Pero alguno de los que dependen del coche de Tobías para salir del pueblo, comienzan a rumiar que la elección no es válida y que hay que repetirla. Tras unos momentos de confusión, y para no crear conflicto, deciden repetir la votación. Y Tobías gana ahora por un voto.

Han llegado las fiestas patronales y el alcalde llama a consultas a la junta directiva de la Asociación. Tobías no está en el pueblo. El alcalde pregunta cómo va la recaudación y la tesorera dice que bien que hay suficiente para pagar la orquesta y que sobra. Entonces el alcalde se cuestiona si pueden alargar el contrato de la orquesta un día más. Y los de la asociación acceden.

Más tarde cuando se entera Tobías, monta en cólera. Dice que no se puede tomar esa decisión sin su presencia. Pero el compromiso ya está firmado.

Finalizan las fiestas y el alcalde vuelve a llamar a la directiva de la asociación al ayuntamiento. Les pregunta si necesitan algo y si falta dinero para pagar el último día contratado. La tesorera dice que no. Que aún tienen 2.000 pesetas de superávit. El presidente de la asociación está muy molesto con el vicepresidente y más con el alcalde. El alcalde sonríe pícaramente con el enfado de Tobías. Todos salen del despacho municipal. El alcalde les dice, como despedida, que deberían tener cuidado con el que mete la mano en la caja. A Tobías se le sube toda la sangre a la cabeza.


Servir(se) y proteger(se)

Madrid, 7 de junio de 2020

Lavar la ropa de cama de un hospital público madrileño cuesta 3,3 euros por día. En aquel invento que llamaron “Hospital de IFEMA” el precio fue de 111 euros por cama y día. Casi treinta y cuatro veces más. Limpiar un m² del Hospital Clínico en Madrid, cuesta 0,10 € por día. En el del IFEMA, 0,93 €, nueve veces más. El mantenimiento de las instalaciones hospitalarias, porque entiendo que para el mantenimiento “normal” del IFEMA ya hay una empresa contratada, ha costado 400.000 euros en 41 días de existencia. Casi diez mil euros en mantenimiento por día. Una aberración. Por cada paciente, se han pagado 50 euros día por comida en esa misma instalación que denominaron “hospital”. Quince millones, seiscientos mil euros de coste en poco menos de mes y medio. Las empresas beneficiadas con esta lotería, como no podía ser de otra forma, Ferrovial, Electromedicina, una empresa que obtuvo más de 100 prórrogas de contrato en 10 años en el Hospital Clínico de Madrid, o el siempre agraciado Florentino Pérez. Todos estos datos, los aportó en la Asamblea de Madrid Mónica García, médico y diputada de Mas.Madrid.

Esta situación no es puntual ni anecdótica, sino el paradigma de una forma preconcebida de actuar. Es la manera en la que el partido del charrán rapiñador lleva actuando desde al menos el 5 de mayo de 1996 (aunque antes ya había precedentes en Castilla y León y Galicia).  Es un modus operandi muy beneficioso para algunos y perjudicial para el común de la ciudadanía que el estado padece, con un coste, en alguno de los periodos más ignominiosos, de más de 90.000 millones de euros anuales en corruptelas.

Por tanto, la situación actual de crispación, de negacionismo general, de esparcimiento de odio y de acoso constante al gobierno, no es casual, ni tiene un fondo de bien común, sino un interés particular de subsistencia de estatus y de supremacía en el negocio para los que saben tejer amistades, comprar voluntades y vivir de los impuestos, que por cierto, ellos procuran no pagar.

Como la memoria es efímera, debo recordar que cuando Botella fue expulsada del Ayuntamiento de Madrid por un cansancio generalizado de los madrileños ante la dejadez, la inoperancia, el despotismo y la majadería, nos dejó el regalo envenenado de una deuda de 5.583 MILLONES de euros. (Más que presupuesto que tienen de gasto de países como El Salvador, Paraguay u Honduras). Por poner un ejemplo nimio, Correos a través de su filial Nexea imprime, ensobra, envía y entrega una carta por algo menos de un euro. En el Ayuntamiento que se encontraron los de Carmena, costaba más de tres euros cada envío. Acabando con ese despilfarro que llenaba las cuentas corrientes de los que presionan para esa subversión del gobierno, en poco más de tres años, Sanchez Mato, consejero de Economía del Ayuntamiento de Carmena, fue capaz de reducir la deuda en un 54 %, a pesar de haber subido el gasto en política social. A pesar de haber tenido que aguantar algunos contratos inasumibles para cualquier persona decente.

Mientras muchos de los ciudadanos de este país están a las uvas de la bandera, del crespón, de los bares, de los centros comerciales y de otras simplezas que tienen mucho más que ver con el corazón que con el cerebro, se les escapa que el acoso y derribo que están ejerciendo contra este gobierno no tiene otro interés que el particular de quiénes ven frustrados sus privilegios, sus mangoneos y sus negocios que pagamos todos nosotros. Y lo que es peor, algunos lo saben y lo asumen en el colmo de la indecencia. Decía Javier Perez Royo en esta entrevista de La Voz de la República (lavozdelarepublica.es) lo siguiente: “Aquí ha habido una estrategia prácticamente de golpe de estado. Ha habido un intento de golpe, de un golpe de estado como se puede hacer ahora, que ya no es con Tejero entrando en el congreso de los diputados ni recurriendo al ejército. Pero sí que ha habido un intento de deslegitimar el gobierno y de reventar la situación política en el estado” […] “Creo que hay una coalición, una confluencia de muchas cosas, aparte del PP y de Vox: hay jueces, hay guardias civiles, quizás incluso empresarios, sectores de la iglesia, sectores diversos que confluyen”.

Como ya exponía en mi anterior artículo en este mismo diario, en los ceses de los principales dirigentes de la Guardia Civil, hay algo más que un infame informe hecho con recortes del panfleto de las cloacas. En este país hay ciertos sectores privilegiados que están fuera de cualquier control y que están luchando por seguir acumulando fortuna con sus prebendas y que no van a consentir, bajo ningún concepto, que triunfen las políticas sociales. Pero no solo porque eso aumenta la igualdad, sino porque la desigualdad de los demás es inversamente proporcional a sus intereses económicos. Cuanto más beneficio social (renta mínima, impuestos progresivos, cumplimiento de legalidad de leyes laborales, etc.) menos beneficio particular para sus tejemanejes que siempre andan capeando la legalidad.

Hace unos días era tendencia un vídeo del presidente de la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Navarra en el que amenazaba a Yolanda Díaz, ministra de trabajo: «Como no retiren las inspecciones no vamos a ser pacíficos». Unos días después, leíamos en este mismo medio un artículo de Beatriz Talegón en el que se nos informaba que, ante la aberrante situación en la que se encuentran los temporeros de la fruta en Lleida, a los que se les niega el alojamiento, el jugador de fútbol senegalés Keita Baldé, les ha tenido que alquilar un edificio de su propiedad para que no duerman al raso. Y todo ello, mientras seguimos intentando salir de esta situación terrible en la que estos temporeros han sido parte primordial del engranaje que nos ha dado de comer durante la pandemia. ¡Qué pronto se nos olvida la solidaridad! Aunque algunos, los más sinvergüenzas, carecen de cualquier vestigio de humanidad. Porque publicitan a los cuatro vientos que no quieren migrantes y sin embargo no dudan en hacer uso de su trabajo para su enriquecimiento económico.

Todos estos sectores, están unidos por el cordón umbilical de un nacionalismo exacerbado e interesado. Unidos también muchos de ellos por una secta religiosa que fundó un tirano cínico y que ha dictado durante decenios la letra de las leyes, nombrado ministros y dirigido las actuaciones políticas. Una secta que sabe muy bien cuidar de los suyos pero que no duda en ejercer con mano dura contra aquellos que supongan un peligro. Y todos sabemos lo que significa mano dura.

Nunca hay que subestimar a un adversario tan peligroso. Las memeces que cuentan los pintamonas que actúan bajo la supervisión de estos poderes, no son inocuas. Sirven para conservar y extender el relato. Relato que ayudamos a difundir y publicitar, dándole alas cada vez que lo reproducimos para intentar desprestigiarlo. Y seguimos creyendo que jugamos en una liga justa. Y seguimos sin ser conscientes de que nuestra lucha es como partido de fútbol entre pueblos que se juega en el campo del pueblo enemigo, dónde el árbitro, que es el alcalde de ese pueblo, pone y quita reglas a placer y la guardia civil, que debería evitar altercados, se pasea, mirada fija amenazante, con palos y paraguas entre los espectadores del equipo visitante cada vez que hay una queja. Creemos, bajo nuestra moralidad y la aplicación “normal” de la legislación, que los criterios de exclusión que en Madrid o en Galicia se dictaminaron para no derivar pacientes de los geriátricos a los hospitales, son un delito de gravedad y no nos damos cuenta de que, quién va a juzgar, en le caso de Madrid, porque en Galicia ni siquiera se ha llevado al juzgado, es el Supremo en el que manda Marchena.

Esta es una lucha desigual, no solo luchamos contra los malos, sino contra nuestras prisas. Tenemos termitas en una casa construida con madera vieja. Lo importante no tiene nada que ver con lo urgente. Porque lo importante sería quitar goteras, pintar y acondicionar el edificio para que todos podamos vivir en las mismas condiciones. Pero lo que es urgente es acabar primero con las termitas. Porque si no, no habrá tejas que sustituir, ni paredes que pintar, ni habitaciones que acondicionar. Si en lugar de unir nuestros esfuerzos para intentar acabar contra estos energúmenos fascistas que nada más quieren el poder político para servirse y servir a los suyos, seguimos reclamando políticas que si, son importantes, pero que serán irrealizables si los fachosos logran subvertir el sistema, veremos como se nos escapa de las manos toda la esperanza de justicia social, de igualdad y de poder de decisión de las nacionalidades.

Tengamos claro que estos privilegiados están en política para servirse y concentremos los esfuerzos en acabar con sus franquicias. Eso o la ruina total moral, económica y social. Ellos son el caos y no los que quieren igualdad social, justicia uniforme y economía para el bien común.

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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