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Sergio Ramírez habla de la Nicaragua de ayer y de mañana

Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Corresponsal en Latinoamérica
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análisis

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El fallecimiento del poeta y sacerdote nicaragüense, Ernesto Cardenal,  a los 95 años de edad, (1°junio 2020)  como consecuencia de complicaciones en su salud, tras permanecer  en un hospital privado de Managua, nos lleva a recordar la presencia activa  de este país caribeño en la vida de América.

La escritora Gioconda Belli, amiga personal de Cardenal, expresó: Se fue quieta y dulcemente a ese cosmos que cantó, nuestro querido poeta Ernesto Cardenal. Muy triste perder la lucidez y poesía con que vivió hasta el final, más que llorarlo, hay que celebrar una vida como la suya, consecuente y creativa, infatigable por sus 95 años”.

El escritor Sergio Ramírez dice que al morir Cardenal perdió a un hermano. Al morir Ernesto Cardenal (1925-2020) pierdo a un hermano mayor, amigo entrañable y vecino de muchos años, un guía moral, un modelo literario, y con él se va parte esencial de mi propia historia.

Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, 5 de agosto de 1942-) es novelista, cuentista, ensayista, periodista, político y abogado de origen nicaragüense también con nacionalidad española desde 2018. Fue vicepresidente de su país natal desde 1985 hasta 1990.

Desde su juventud fue parte  del movimiento literario junto a Fernando Gordillo, lider juvenil del FSLN, graduado  como doctor en Derecho,  dirige la revista Repertorio, y asume la secretaría general del Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA) en dos ocasiones.

Sus primeros pasos en la literatura  se conocen en 1960 con  una recopilación de relatos, luego «Tiempo de fulgor», su primera novela. A partir de entonces, ha seguido cultivando ambos géneros junto con el ensayo y el periodismo.

Jorge Zavaleta D16 entrevista a Sergio Ramírez quien habla del país de Cardenal.

En Nicaragua, en 1977, encabeza el grupo opositor de «Los Doce» integrado por intelectuales, empresarios, sacerdotes y dirigentes civiles, en apoyo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en lucha contra el régimen del presidente nicaragüense Somoza. Después de formar parte del gobierno de Daniel Ortega, se retira de la política en 1996 para dedicarse a la literatura, aunque sus vivencias políticas quedan reflejadas en sus memorias Adiós muchachos, publicada en 1999.

 Su consagración internacional llega en 1998 cuando es galardonado con el Premio Alfaguara por su novela «Margarita, está linda la mar». Desde 1999 es profesor en diferentes universidades de EE.UU., México, Perú, España y Chile. En España publica en  el blog «El Boomeran(g)», dentro del diario El País. Ha sido galardonado con el Premio Carlos Fuentes a la creación literaria en la lengua española. 

En 2017 se convierte en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes  y en  abril de 2018 deposita en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 5 de agosto de 2022.

Volvemos a escucharlo:

«Después de largas dictaduras militares en el siglo XX, la recuperación, o edificación, del Estado de derecho en América Latina pareció ser la meta, como salvaguarda de un futuro en que democracia y desarrollo pudieran caminar de manera paralela. La aspiración de fines del siglo XX fue hacer que la realidad política respondiera a la letra de las constituciones, ajuste en el que habíamos fracasado desde la independencia. Regresar al siglo XIX para poder tener siglo XXI», explica Sergio Ramírez,

Las democracias empezaron a funcionar basadas en el regreso al derecho de elegir, y desde allí fue necesario probar la eficacia de las instituciones para evitar el temido regreso al arbitrio de una sola persona que manda por encima de las leyes. Esta había sido la realidad impuesta desde el siglo XIX, que acabó con la majestad de las constituciones, algo que a los caudillos siempre les pareció una tontería infantil.

Pronto se descubrió, antes del fin del siglo XX, que la institucionalidad democrática era capaz de resucitar de las cenizas de las dictaduras militares solo donde aquella había prosperado antes, como en Uruguay o Chile; pero donde históricamente había sido débil, o apenas existente, era difícil reinventarla, como en la mayoría de los países centroamericanos.

En otros, como en Venezuela, el agotamiento del sistema democrático, desprestigiado por la corrupción, abría paso a nuevas propuestas que con el tiempo probaron su fracaso. Pero tampoco el populismo, proclamado con pompa revolucionaria, venía a ser nuevo en América Latina.

 La ‘democracia populista’ no es más que un seudónimo del autoritarismo. Si hay concentración absoluta de poder, cercenamiento de la libertad de expresión; si hay miedo de los ciudadanos, si la corrupción descompone a la autoridad, estamos en los umbrales de la dictadura. De allí a la represión sangrienta hay un paso. Y el populismo es el celofán que envuelve ese regalo envenenado.

Otro elemento se sumó y se expandió con fuerza: la corrupción, tan integral a la democracia recuperada como si fuera parte de ella; en muchos sentidos, porque la propia debilidad institucional, que incluye la falta de controles, la facilita. Y sigue. Si no, veamos el caso de Petrobrás, en Brasil.

El electorado parece padecer una incurable nostalgia por los gobernantes corruptos. Tenemos el regreso triunfal a Guatemala del expresidente Alfonso Portillo, recibido multitudinariamente tras cumplir en Estados Unidos una condena por lavado de dinero.


El panorama se agrava con la incidencia pertinaz del crimen organizado, que alienta la corrupción en todos los estratos. En México, los narcocarteles han minado el Estado de derecho. Es una hidra de múltiples cabezas y capaz de asesinar masivamente, incinerar, desmembrar, decapitar.

Hay que hacer que el Estado exista, volviéndolo visible; si no, tiende a ser sustituido en los barrios por pandillas, como en San Salvador o San Pedro Sula; en municipios y áreas rurales, por los propios jefes narcos. Es una anarquía concertada, que aparenta orden, pero es un orden impuesto por el miedo y el terror. Seguridad ciudadana significa crear vínculos activos con la comunidad.

Señala que los narcos nacen y crecen en las comunidades pobres, tienen vínculos afectivos con los suyos, y saben ejercer el populismo. El Estado debe vincularse socialmente con esas comunidades. Las fuerzas especiales seguirán fracasando en la prevención y el control del delito si el Estado no piensa primero en la integración, la transformación social y la eliminación de la pobreza crónica.

Psicoanálisis Estival, del escritor y crítico de cine Jorge Zavaleta Balarezo, considera que   este se va convirtiendo en América Latina como una de las principales fuentes para ejercitar la memoria colectiva y los cambios indispensables en las democracias convencionales.

En  el foro  internacional “Nuevas aproximaciones a viejas polémicas”,  sobre cine y literatura, convocado por la Pontificia Universidad Católica del Perú  dijo que el cine es un instrumento presente en el conocimiento del mundo, parte de un todo en las comunicaciones sociales, no solo de la mano de la literatura, sino de las demás artes: poesía y música presente en Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016. Pues, el todo es la suma de las 7 bellas artes: Arquitectura. Escultura. Pintura. Música. Literatura. Danza. Cine.

El cine, hoy es uno de los medios de expresión artísticos más populares del mundo, con piezas de gran valor audiovisual que se consideran como clásicos entre los estudiosos y cinéfilos. Por ello también destaca el  esfuerzo  de la editorial  nicaragüense por su próxima edición  de las 400 películas producidas en el país  de Sandino  y de Ernesto Cardenal.

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