Eso de que el dinero da la felicidad es una falacia en toda regla. Si no, fíjense en las declaraciones de Tita Cervera que ni corta ni perezosa le espetó a un periodista hace unos días la frase lapidaria de que “ser rico es muy difícil”. Y es que los ricos también lloran, como rezaba el título de aquella famosa telenovela que mantuvo España en vilo a principios de los ochenta, demostrando que a la clases más humildes nos mola aquello de ver a los ricos sufrir.

¡Los pobres… ricos! Dan pena, de verdad. Y es que resulta toda una responsabilidad tener la cuenta corriente cargada hasta las trancas. ¡Oh… los protomártires de la riqueza! ¡Ay, pena, penita, pena! Apiadémonos de estos desafortunados que arrastran la pesada carga de las cadenas de oro, la penitencia de las cuentas en Suiza, la eterna condena de las “offshores”.

Los pobres no sabemos lo difícil que es ser rico. Somos unos desaprensivos que vivimos en la más absoluta felicidad, en la inopia de los que no saben lo que es tener grandes cantidades de dinero. Ser pobre sí que es una bendición, no tener que preocuparse por la caída de la bolsa, por la bajada o la subida de los valores, etc…

Y encima que soportan la carga de ser ricos, ahora llegan esos jóvenes piojosos metidos a políticos de izquierda radical y quieren que paguen más impuestos. No comprenden su pesar, no empatizan con la causa ni con el sufrimiento que conlleva tener mucho dinero. Es normal que los ricos quieran llevarse el dinero fuera de España, un país donde hay politiquillos con coleta que pretenden que los que más tienen paguen más impuestos y los pobres menos. ¿No nos entra algo por el cuerpo? ¿Cómo podemos hacer sufrir tanto a estos patriotas, a estos guardianes del bienestar de nuestra sociedad?

Es normal, que como la Señora Baronesa, los ricos amenacen con llevarse la pasta fuera de España. No sentimos piedad por una mujer que se ha hecho a ella misma, trabajando con el sudor de su frente para conseguir ese gran museo que posee y que ahora quiere llevarse del país. No valoramos en absoluto el hecho de que esos cuadros los consiguió con su esfuerzo y no porque diera el braguetazo del siglo. Los pobres no entendemos nada.

En fin. Ironías aparte. En mi querida tierra del sur hay un vocablo que define perfectamente la actitud de la Thyssen y esa palabra no es otra que la de “carojota”. Femenino singular del “carajote”. Palabra que hay que pronunciar con la “h” aspirada para que suene en todo su esplendor y que es muy difícil de explicar fuera de Andalucía pero que, como las meigas en Galicia, haberlos haylos. El carajote no genera odio, más bien nos da pena y nos provoca risa. Suele ser persona que comete innumerables errores y ser objeto de chanza. Y eso mismo le ha pasado a la Baronesa que, tras pronunciar la famosa frase de que ser rico es muy difícil, recibió miles de burlas por parte de los internautas. Aunque como dijo alguien “es empresa vana tratar de ridiculizar a un necio rico: las carcajadas están siempre de su parte”. Pero aún así. Yo me he dado el gustazo.

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