No se trata de una realidad que el Gobierno quiera ocultar. Son los propios datos oficiales los que muestran que el número de trabajadores a los que sus empresas «obligan» de manera indirecta a que desarrollen las funciones de su puesto de trabajo fuera de su horario. No es infrecuente encontrarse con casos en los que se entre a trabajar a primera hora de la mañana y no se salga hasta primera hora de la noche. Este hecho ocurre en todos los sectores, no es exclusivo de alguno de ellos. Sin embargo, son precisamente los que más empleo generan los que más abusos provocan.

Según la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2016, 689.300 personas reconocieron que realizan horas extras de manera habitual. Según fuentes sindicales consultadas, el número de horas extraordinarias trabajadas en España supera los 6 millones a la semana, de las que tan sólo son remuneradas un 40%. El resto son regalos a la empresa que presiona a los trabajadores para que cumplan unos objetivos productivos que corresponderían a 3,7 recursos. Tomando como referencia la jornada máxima (40 horas semanales), que se esté obligando a los trabajadores a realizar su desempeño fuera de la jornada máxima supone la pérdida de 156.300 empleos. Julio Fuentes, delegado del sindicato CGT, en declaraciones a Diario16, afirma que «La filosofía de las empresas es que la gente tenga jornadas parciales de 20 o 25 horas semanales. Pero claro, suele haber necesidad de horas extras para cubrir determinadas horas. Es una filosofía de empresa basada en la precariedad».

El problema no viene solo por las horas presenciales sino también por los trabajos exigidos fuera del horario de trabajo por la explotación 2.0, por la exigencia de realizar labores desde el domicilio en horas que deberían ser dedicadas al descanso o a la conciliación de la vida familiar y laboral.

Según lo afirmado por Ramón Górriz, Secretario de Acción Sindical de Comisiones Obreras en Cuadernos de acción sindical, «el abuso de las horas extraordinarias no pagadas es una práctica que se concentra muy mayoritariamente en el sector privado y en las ramas de actividad de los servicios, entre asalariados masculinos, con contrato de trabajo indefinido y con jornada a tiempo completo, que desempeñan ocupaciones técnicas, profesionales y directivas».

En estas palabras tenemos una de las claves. Tenemos la idea de que son las propias empresas las que obligan a los trabajadores a realizar esas horas extraordinarias o al presentismo forzado. En muchos casos es así, pero la realidad es otra. Quienes están ejerciendo esas presiones son esos mandos intermedios, esos coordinadores, esos jefes de departamento.

Un trabajador de una importante consultora que quiere mantenerse en el anonimato nos transmitió su experiencia: «Cuando empecé a trabajar en la empresa, con la motivación de formar parte de una de las consultoras más importantes del mundo, veía que no estaba bien visto que saliera a mi hora. Fue mi gerente (en esa empresa los coordinadores de proyecto se denominan de este modo) quien me llamó a su despacho y me preguntó que qué hacía saliendo a las 7 que si no me daba cuenta de que estaba perjudicando al equipo. Yo le respondí que entregaba mi trabajo antes de los deadline que nos imponía nuestro cliente en los SLA acordados y que no había recibido ninguna queja de que fuera un trabajo incompleto. No me dijo más en dos años. Yo seguía saliendo a mi hora salvo en momentos en que hacía falta que me quedara porque cuando hay que dar horas se dan, pero quedarse sentado delante del ordenador mirando Facebook o el correo personal solo por el hecho de que los gerentes te vean es absurdo. Cuando se renovó el contrato con nuestro cliente despidieron a varios compañeros pero los objetivos eran los mismos por lo que nos tocaba hacer el trabajo de tres personas. Entonces sí que me vi obligado a realizar horas extras porque no llegaba, horas que no me pagaban. La cosa mejoró y en la siguiente renovación nos enteramos de que se había negociado al alza pero no ampliaron la plantilla porque los gerentes dijeron a sus managers que no hacía falta que si hasta ese momento se cumplían los objetivos para qué gastar más en plantilla. Yo ya no podía más y cambié de empresa». Este caso es uno de los cientos de miles que hay en España, casos en que la propia empresa tiene una filosofía de respeto a los derechos de los trabajadores pero que esos mismos derechos son pisoteados por la actitud de los mandos intermedios que quieren hacer méritos para ir medrando.

Esta tendencia de explotación a través del presentismo forzado no sólo afecta a los trabajadores en el presente sino también en su futuro dado que a menor cotización, menor posibilidad de acceder a una pensión digna en el futuro. Hay sectores donde se firman contratos de 20 o 25 horas pero se obliga al trabajador a realizar jornadas de más de 10 horas diarias, horas que no se pagan ni, por supuesto, cotizan a la Seguridad Social.

1 COMENTARIO

  1. Lo que dice es la pura verdad. Conozco a gente que tiene contrato por dos horas, cotiza por dos horas y cobra por dos horas y trabaja un turno completo de seis horas. Para que esta la inspeccion de trabajo? Donde estan los sindicatos? Hablan mucho pero no hacen nada. Del pp n ose espera nada y menos de una ministra como la que hay.

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