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Se vuelve de allí de donde se viene

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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La lectura de un acontecimiento (de todo hace ya más de un año) no es la lectura sólo de él, salvo como señal en una cadena de acontecimientos. Todo discurso sobre un acontecimiento vincula lo ocurrido con anterioridad con lo ocurrido con posteridad. El relato se da cuando la partida ya ha terminado.

La narración no es un vehículo de transmisión de una información preexistente sino que la narración introduce cambios en el pasado. Cambios, si queremos, en el significado del pasado. Cuando se relata se ubican las acciones de Puigdemont, Junqueras y el mismo Rajoy en un contexto que ellos no habían previsto en absoluto.

Cuando hacemos relatos retrospectivos utilizamos caracterizaciones que aquellos que vivieron aquellos acontecimientos en presente no pudieron utilizar. Lo que estamos haciendo es significar un acontecimiento del pasado, o unas acciones del pasado, en términos de algo que aconteció después. Es decir, reescribimos. Podríamos decir que utilizamos interpretaciones que no podrían nunca ser utilizadas por los agentes, por los actores, por los testimonios. Las hacemos porque sabemos qué es lo que ha pasado posteriormente.

Las acciones soportan diversas descripciones que no necesariamente todas ellas son incompatibles o falsas, es decir, una determinada acción la podemos describir desde lo que alguien está haciendo o relacionándolo con otros acontecimientos. Nuevos acontecimientos en el presente nos obligan a reescribir lo pasado.

Ahora bien, pienso que es igual lo que decidimos si es una narración o un relato histórico: el interés está en la ficción. No todo lo que es ficción es ficticio. Hay muchas formas de iluminar lo ocurrido que pueden provenir justamente de la ficción.

Un ejemplo: el libro de William Faulkner Una fábula. Hay pocas obras que nos den una visión más clara de lo que fue la terrible primera guerra mundial. La ficción ilumina parte de las experiencias pasadas.

A veces nos pueden dar gato por liebre en discursos que tienen el estatuto de objetividad. La cuestión es de qué hablamos cuando hablamos de ficción. Es importante porque el papel que tiene la imaginación en política es muy importante y en la ficción también es muy importante. Con la imaginación tendemos puentes con aquello que está lejos y al mismo tiempo creamos distancia con aquello que está demasiado cerca y nos impide reflexionar. Ni ficción ni imaginación son fuentes de engaño necesariamente.

Para hacer un gesto de narrar lo que ha pasado y hacer que algo sea mínimamente transmisible se precisa de la intervención de la imaginación. Si nos limitamos a la inmediatez en algunas circunstancias lo máximo que podríamos hacer es ponernos a llorar.

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