El festival Santander Music ha concluido su décima entrega con 16.500 asistentes sumando los tres días de conciertos. Unas cifras deseadamente humildes, al estilo del Tomavistas, cuyos organizadores buscan precisamente eso: un público controlado en un recinto pequeño que no tenga por qué moverse de escenario como perro sin cabeza en busca del siguiente concierto. De hecho, el festival contaba solo con un único escenario principal, en el que se alternaban cinco o seis grupos cada día, mandando al público entre grupo y grupo a descansar o a una pequeña zona de pinchadiscos habilitada para amenizar la espera.

El resto del recinto, poco más. Una carpa de circo en el espacio central sin vicio ni beneficio, chiringuitos de venta de bebidas y tickets, zona de comida y de tiendas con arena y paja que formaban un tipo de arenas movedizas que te llenaban de mierda los pies, y una zona de aseos, como siempre encharcada a últimas horas. Ahh, se me olvidaba, en un festival tan pequeño también había una zona vip cerca del escenario central para que los de siempre disfrutaran a gusto pegaditos a los de siempre. Y eso a pesar de que el público del Santander Music es el más pijo que nos hemos encontrado en lo que llevamos de periplo en Diario de 16 Festivales. De hecho, a pesar de estar a principios de agosto y una temperatura inmejorable (el mes de julio fue muy lluvioso en la capital cántabra) no pocos renunciaron al característico polo santanderino, zapatos y pantalones de pinza largos.

El cartel del festival, en cambio, no ha distado mucho de la mayoría de los que están apostando este año por el indie y trap español, como el Cooltural Fest que veremos en unos días. La primera jornada, el jueves 2, fue el turno de Arizona Baby, Viva Suecia y los alicantinos Varry Brava, quienes realmente dieron guerra esa noche con sus ritmos bailables y tarareados por un entusiasmado público, que dejó un poco colgado a la siguiente invitada, la mexicana Zoé.

El segundo día, el viernes 3, comenzó con el pop melódico de Luis Brea y el Miedo y la cosa se fue animando con Rufus T Firefly, toda una sorpresa positiva por su show dream pop, que hizo vibrar el escenario en un ritmo onírico. Luego fue el turno de Kase.O y C.Tangana, neófitos en este festival y que ofrecieron sendos conciertos enérgicos y divertidos pero ambos con cargados de toques demasiado egocéntricos y poco originales. Todos estamos acostumbrados a las ‘autofelatios’ de raperos y traperos jactándose de que son mejores que sus contrarios. Nada nuevo bajo la luna, como tampoco lo fueron sus setlist, sus puestas en escena o incluso los mensajes que lanzaron entre canción y canción. Lo distinto en su gira consiste en pronunciar el nombre de la ciudad en el que estén en ese momento cuando arengan al público y listo. Un despropósito que deberían corregir. Por otro lado, el cierre del segundo día fue similar al primero. La apuesta americana de Instituto Mexicano del Sonido, que mezcla folk con electrónica y hip hop, no estuvo a la altura y el público tampoco le acompañó.

La tercera y última jornada del Santander Music, el sábado 4, fue la más multitudinaria de esta edición, con 7.500 espectadores entregados al gran show y puesta en escena de los madrileños Izal y la cada vez más cuidada y animada banda burgalesa La Maravillosa Orquesta del Acohol (La M.O.D.A.), que tras su reciente gira por Estados Unidos están en estado de gracia y no paran de pisar festivales españoles. Como tampoco para de girar la singular propuesta de Soleá Morente y Napoleón Solo, que también ha actuado estos días en el Sonorama. Volviendo a la capital cántabra, tras Izal llegó Grises, una agrupación vasca de música independiente y ritmos bailongos cuya vocalista, Amancay Gaztañaga, reivindicó una mayor presencia de la mujer en la escena festivalera, recordado las pocas artistas que habían subido a las tablas de ese mismo festival. La despedida la protagonizó el loco y divertido directo de Joe Crepúsculo y su inclasificable forma de entender la música.

En total, por el Santander Music pasaron 16 bandas y 7 djs, repartidos por conciertos y sesiones que tuvieron lugar en la península de la Magdalena y también en los escenarios de la sesión vermú situados en el pasaje de Zorrilla y en la plaza junto al centro cultural Doctor Madrazo. Allí ofrecieron sus pequeños conciertos Apartamentos Acapulco, Modelo de Respuesta Polar, Los mirlos o Texxoco para ofrecer un poco de ritmo a quienes a mediodía renunciaron a la playa norteña.

Y es que precisamente uno de los alicientes de este festival eran las cercanas y cuidadas playas de Santander y la ciudad en general, que recibe a los festivaleros con los brazos abiertos, además de la suerte de encontrarnos unas temperaturas muy agradables en una semana con calor extremo en casi todo el resto del país. La elección de los grupos también ha sido un acierto, salvo las propuestas de última hora, claramente descafeinadas. Pese a las zonas de arena, el recinto era agradable, aunque no tanto la zona de acampada, situada en la zona de Mataleñas, por su lejanía de la Magdalena. Los transportes públicos nocturnos se tornaron deficientes para volver a la ciudad y se formaron atascos a la entrada en el último día. La comida y bebida fueron normales y a un precio razonable para los que nos encontramos en los festivales, aunque la variedad era mejorable. No se formaron grandes colas ni en los servicios ni en las barras, por lo que podemos dar al Santander Music más oportunidades los años venideros. Con sus virtudes y sus fallos, como todos, pero con su trascendencia. La transcendencia de lo pequeño..

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