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Sánchez y Rajoy, dos líderes fallidos

Mientras Sánchez lanza una “enmienda a la totalidad” contra el PP, contra Rajoy y contra el Comité Federal del PSOE, el líder conservador ya solo espera mantener la unidad de Génova si se desata antes la crisis en Ferraz

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análisis

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Con la simple ausencia este viernes de 11 diputados socialistas que se excusaran por tener que ir al baño en el preciso instante de la segunda votación, Mariano Rajoy sería nuevo presidente del Gobierno. Pero esta hipótesis parece poco probable que suceda aunque la anhelan destacados socialistas como Felipe González, el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, Alfredo Pérez Rubalcaba, o también una silenciosa últimamente Susana Díaz. Una situación rocambolesca que evidencia la extrema debilidad con la que llegan a este punto los dos líderes llamados a gobernar un país en funciones que no deja de asombrar a medio mundo por su estancada realidad política.

El PSOE es un partido, Pedro Sánchez su secretario general, que rinde cuentas ante la ejecutiva federal de la formación cada cierto tiempo, sobre todo cuando las aguas bajan caudalosas. De vez en cuando le intentan enmendar la plana una avanzadilla de abnegados/as barones/baronesas con ínfulas de momentos mejores, amén de históricos intocables que desde sus atalayas pontifican vía medios de comunicación afines que sirven de correa de transmisión de un sentir que fue pero ya cada vez es menos.

Los dos noes que el PSOE le ha propinado en el Congreso al proyecto de Rajoy y a todo el PP como una contundente enmienda a la totalidad ya parecen suficientes para algunas voces destacadas del seno del partido, que apelan a una interpretable “responsabilidad” de Estado cuando le insisten a Sánchez para que se baje del burro y facilite, ahora sí, una abstención para dejar que el proyecto Rajoy-Rivera (ni bueno ni regular sino “el menos malo” en palabras del propio líder de Ciudadanos) evite las elecciones navideñas.

Cuando Ferraz mantiene esta velocidad de crucero marcada por su líder con el nuevo horizonte electoral de las autonómicas gallegas y vascas del 25 de septiembre, es evidente que lo hace porque tiene un plan alternativo al que mortecinamente han presentado unos socios que no dejan de mirarse por el rabillo del ojo con escepticismo y hasta falta de educación. La puesta en escena del pacto Rajoy-Rivera en el Congreso estos días ha dejado claro que las 150 medidas aprobadas por PP-C’s han nacido muertas desde el principio y que solo pretendían atraer hacia sí la abstención de la bancada socialista. Unos cantos de sirena que Sánchez ha escuchado bien amarrado al mástil de la calle Ferraz.

Al igual que en el intento fallido de marzo pasado, Pedro Sánchez ha vuelto a colocarse él solo, y sin red, en el punto de mira de todos, incluso ahora, que es precisamente Rajoy el candidato y no él. Tanto Sánchez como Rajoy están jugando un partido de puertas afuera, pero sobre todo de puertas adentro. En una situación política insostenible, o casi, tanto uno como otro intentan mantener el liderazgo de sus respectivos partidos en una maquiavélica estrategia que tiene enredado a todo un país desde hace ya nueve meses.

Nadie tose a Rajoy en el PP, de momento. Tampoco está el PP para toser mucho, a la vista del calendario judicial que se le avecina este otoño. Sánchez, por su parte, quiere que esos zarandeos constantes que ha recibido de una parte importante de su partido queden para el recuerdo cuando presente ahora el aval de la derrota de la investidura de Rajoy.

Dos líderes desacreditados no por sus partidos pero sí por el parlamento. Y aun así, ambos quieren tener una nueva oportunidad con los inciertos resultados que arrojen las urnas el 25 de septiembre en Galicia y País Vasco. De esta fecha dependerá que Sánchez siga sacando pecho ante todos y sobre todo ante los suyos cuando sabe que ha cosechado los dos peores resultados electorales de la historia del PSOE. Y también dependerá que Rajoy dé o no un paso atrás cuando compruebe si su partido se mantiene fuerte en Galicia y mantiene el tipo en Euskadi.

De lo que no cabe duda es que, en caso de repetirse elecciones en diciembre –algo que Sánchez dijo contundente que no se produciría en ningún caso–, todos los líderes en liza acudirían muy dañados en su credibilidad política, sobre todo los dos que acudirán después de ser rechazadas sus investiduras: Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.

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