“España respalda totalmente la propuesta, pero no podemos seguir debatiendo el proyecto eternamente”. Estas palabras, del ministro de Economía español, Luis de Guindos, muestran claramente la situación de bloqueo en la que se encuentra la puesta en funcionamiento del impuesto a las transacciones financieras.

En junio de 2011, el Euro-barómetro del Parlamento Europeo, Los Europeos y la Crisis, hacía la siguiente pregunta: “El Parlamento Europeo ha aprobado recientemente la introducción de un impuesto sobre los Transacciones a nivel mundial, o al menos en la UE al principio. Este impuesto sería muy bajo: 0,05% en cada transacción financiera. No se aplicaría al público en general, sino a las transacciones entre actores financieros (bancos, hedge funds, etc.). Por favor, dígame si usted está a favor o en contra…”. La respuesta de los europeos no dejó lugar a dudas. El 61 por ciento afirmaba apoyar el impuesto; un 26 por ciento se oponían; y un 13 por ciento no expresan su opinión.

En este contexto, hace cuatro años, la voluntad política nos ofreció una noticia positiva en medio de una Europa devastada por el sufrimiento, la angustia y el dolor. Los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea, en su reunión del Ecofin, habían aprobado por fin, la puesta en marcha de la tasa a las transacciones financieras (ITF) en once países europeos (Alemania, Francia, España, Italia, Austria, Bélgica, Portugal, Eslovenia, Grecia, Eslovaquia y Estonia). Para conseguirlo, utilizaron el Mecanismo de Cooperación Reforzada. Una figura importante para el progreso presente y futuro del bienestar en nuestro continente, que evitaba que una minoría bloqueara avances como al que nos estamos refiriendo.

En un momento de clamoroso rechazo a las políticas burocráticas de Bruselas, parecía que se producía un cambio de rumbo guiado por la opinión de los europeos, que era tenida en cuenta. Pero, cuatro años después, parece que los largos pasillos de Bruselas y de Estrasburgo están logrando derrotar, o cuanto menos aplazar, de nuevo, la puesta en funcionamiento del impuesto a las transacciones financieras.

Un error económico de primera magnitud, en una UE que no pudo extender el acuerdo a todos los países por la negativa o abstención de países como el Reino Unido (que tiene su propia tasa sobre operaciones de acciones) Suecia, República Checa, Malta y Luxemburgo. Y que ahora se enfrenta al Brexit y unos populismos que quieren acabar con la Unión.

Pero también un error político, porque alimenta un discurso fácil contra la conveniencia de seguir perteneciendo a una Unión Europea que identifican con unas elites económicas y políticas que van contra el bienestar de los europeos de a pie. Olvidando, que es la mayor y mejor construcción humana de paz y de bienestar, aunque necesite de una reorientación ante las políticas de la última década principalmente.

La puesta en funcionamiento del impuesto es necesaria ya, incluso para un sistema financiero que necesita mejorar su reputación ante los ciudadanos, y contribuir a la equidad en Europa. Algo lógico dentro del contrato social que fundamenta nuestra sociedad. Pero aún más, si se recuerda que los europeos han aportado más de 5 billones de euros al sector financiero en los últimos años.

La puesta en funcionamiento del impuesto es necesaria ya, precisamente ahora que se incrementan las incertidumbres políticas en Europa, ya sean por los posibles impactos que puede traer el Brexit; las elecciones en Holanda, Francia y Alemania, o la desregulación del sector financiero que anunció el presidente de EE.UU.

Ya lo afirmé en su momento. Era un primer paso. Y, los ciudadanos tenían que seguir presionando a los gobiernos, que ellos han elegido con su voto, para que se pusiera en funcionamiento, se extendiera y fuera el comienzo para acabar con los paraísos fiscales. Primero, con los que existen en Europa, para dar ejemplo, y después, o en paralelo, con los del resto del mundo.

La puesta en funcionamiento del impuesto es necesaria ya. Y hay que presionar para que en la reunión del Ecofin de marzo se ponga una fecha, sin más excusas ni dilaciones. Este paso, servirá para recuperar una concepción de la democracia donde el ciudadano y su bienestar están por encima de unas oligarquías que vacían de contenido la democracia para solo mantener la ficción de su nombre. Este paso será una forma de decir que queremos otro tipo de sociedad y ya no vamos a parar hasta conseguirlo.

Como dijo Roosevelt, el 4 de marzo de 1933 en su toma de posesión como Presidente de los Estados Unidos de América, “necesitamos dos garantías para impedir que vuelvan los males anteriores: debe haber supervisión estricta de todas las operaciones bancarias, así como de los créditos e inversiones; hay que poner término a las especulaciones que se hacen con el dinero de la gente y contar con una disposición que establezca una moneda corriente, adecuada y firme”

¡Salvemos del ITF!

 

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