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Salud

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Con los años las experiencias de enfermar comienzan a acumularse de modo que lo que va quedándole a uno en claro es que lo extraño no es tanto la enfermedad como el milagro de la salud y por ello desencadena la pregunta acerca de cómo uno debe orientarse en su vida práctica respecto de la enfermedad y de la salud.

La salud no es algo que se pueda hacer. Pero ¿qué es, en realidad, la salud? Porque, en definitiva, cuando aparece la enfermedad, la meta suprema es volver a estar sano y así olvidar que uno lo está.

En el mundo que viene, tendrá más valor la mera supervivencia, la mera protección de la vida, que la vida plena en libertad. Tradicionalmente, la libertad se ha entendido como más valiosa que la vida, por lo que en múltiples ocasiones se ha sacrificado ésta por la otra. Así, la vida solo vale la pena si se coloca a algo por encima de ella. La pandemia, sin embargo, supone una ruptura con esta idea.

Hay una vieja idea política de Europa según la cual la libertad es más valiosa que la vida. Recientemente, la canciller Angela Merkel ha homenajeado a los héroes que intentaron asesinar a Hitler y lo pagaron con la vida. La autoridad germana calificó como «patriotas” a quienes organizaron el atentado, a los que ensalzó por haber actuado movidos por la «obligación a desobedecer” a la dictadura nazi.

La descomposición comunitaria va del brazo de la descomposición sanitaria. Cuando esto ocurre lo que queda es una libertad vacía: individuos que intentan sobrevivir fuera de la comunidad. Se trata entonces, simplemente, de procurar restablecer el curso natural perturbado y hacer que el paciente se reencuentre con el equilibrio oculto. En tal sentido, curar tiene funciones político-sociales, pues no es otra cosa que reincorporar a los enfermos a la vida comunitaria.

La catástrofe que estamos viviendo nos obliga a plantearnos ¿es la salud un valor fundamental? Ciertas culturas, ciertos movimientos espirituales, lo han negado. Pero la medicina está en connivencia con el querer vivir. Es cierto, la medicina es hoy más científica, más ética, más jurídica, más económica, más organizada y más controlada… pero es menos medicina. Lo deseable es que la medicina sea más sin ser menos.

De ahí una orientación de la medicina que ya no se interesaría sólo por las prácticas de curación y las teorías subyacentes, sino que aplicaría su interés al sistema de valores de una sociedad. De ese modo, la medicina se encontraría con la historia mucho más general de los valores que reconocen los hombres, de las reglas de vida que adoptan. Junto a la medicina tendría que haber la moral. La ética no es algo que se sobreañade a la medicina: le es consustancial.

Al final, podemos hablar de virus, de futuras pandemias pero uno de los factores que perjudica más la salud es la soledad forzada, lo cual me parece uno de los mayores crímenes que infligimos a nuestros ancianos. Y corresponde a cada uno de nosotros el gesto de tender los brazos y al mismo tiempo no constreñir a las personas, pero se debe también amar la soledad para llegar a no estar solo.

Los pájaros regresan en primavera porque vuelven a encontrar “su árbol” que ha atravesado lo que podríamos llamar la soledad del invierno. Esperemos que así sea.

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