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Sala familiar Ronald McDonald, un cálido rincón en el Hospital Vall D’Hebron

Andrea Vinyamata de Gibert
Andrea Vinyamata de Gibert
Project Manager & Social Media Manager. Articulista en Diario16. Líder Coach. RRHH y formación. Presentadora de conciertos y eventos. Experta Universitaria en Redes Sociales, Marketing y Contenidos. Estudios en psicología.
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análisis

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Qué bonitas son esas imágenes de cuentos y películas en las que un niño recorre una oscura zona boscosa, que aunque llena de frutos esperanzadores y bondadosos animales, no consigue discernir debido a que la noche es negra, y la luna llena no consigue llegar a todos los rincones con su tenue luz. Qué esperanzador es cuando el protagonista de la historia, encuentra una puerta camuflada en la corteza de una majestuosa encina, y al abrirla halla un mundo lleno de fantasía, colores, alegría, música, duendes que le abren sus cálidos brazos y, sobre todo paz, mucha paz. El espectador se siente bien al observar que ese niño, del que ya se ha encariñado aun siendo ficticio, ha conseguido desconectar de un entorno que, a pesar de ser un bosque lleno de posibilidades inimaginables, en sus noches se transforma en algo difícil de sobrellevar por ese pequeño que se siente, a ratos, desbordado por la aventura que está viviendo.

Me atrevo a decir que, en la vida real, a veces también encontramos esas puertecitas que nos llevan a mágicos rincones repletos de armonía, y he tenido la suerte de descubrir una de ellas. Está camuflada en un hospital, el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Todos sabemos que se trata de un hospital referente en el mundo en muchos aspectos, que inciden directamente en la salud de las personas. La mayoría conocemos el hecho de que el personal que en él lleva a cabo su labor, se esfuerza día a día en que los pacientes que allí depositan sus esperanzas, miedos y necesidades, estén lo mejor tratados posible, tanto médica como emocionalmente. Están en las mejores manos. Pero es un hospital, y los hospitales, a veces, para esos niños que sufren duras enfermedades que los retienen días, e incluso meses entre sus paredes, pueden transformarse, a momentos, en algo parecido a esos bosques tapados por la oscuridad de las noches eternas. Y esos niños, y sus familias, necesitan desconectar del ambiente hospitalario, y esos niños, y sus familias, incluyendo a sus propios hermanos, saben que allí, camuflada entre paredes y camillas, está la puerta de la Sala Familiar de la Fundación Infantil Ronald McDonald… En esa sala los duendes de abiertos brazos cálidos son los voluntarios y voluntarias que, día a día, están allí para regalarles sonrisas, cariño, actividades lúdicas que les permitan divertirse y reír. Los verdes prados donde se estiran en los cuentos, son esas butacas reclinables que la Sala contiene para poder descansar cómodamente, donde familiares que pasan largas horas junto a las camas de sus hijos ingresados, pueden relajarse a ratos, dormir, escuchar música… Los colores vivos y pastel hacen de la Sala un entorno entrañablemente acogedor. No hay mariposas mágicas que se posen sobre flores que se mueven y sonríen, pero hay una preciosa sala de juegos donde los pequeños pueden pasar su tiempo haciendo lo que deberían poder hacer siempre, ser niños… También encontramos sala de lectura, ordenadores conectados a internet, quizás más necesarios que nunca, ya que internet y los libros, son una ventana a un mundo infinito que, cuando uno ha de estar tiempo ingresado, no puede visitar directamente.

En la Sala Familiar de Ronald McDonald no tienen árboles de colores con exquisitos frutos envueltos en purpurina como en esas películas, pero tienen una amplia cocina con comedor, que permite a las familias cocinar siempre que lo necesiten, cosa que implica comodidad, que evita tener que salir del hospital, y que además supone un ahorro económico eludiendo tener que comer en restaurantes o bares a esas personas cuya prioridad son sus hijos ingresados.

La sala de estar con televisión es perfecta para los hermanos, que también pasan largas horas en el hospital, y las duchas con taquillas les proporcionan un entorno agradable para asearse y relajarse sin tener que estar en la habitación del hospital durante ese ratito tan personal.

Ojalá los protagonistas de estas historias reales no tuviesen que lidiar, desde tan jóvenes, con estas aventuras que nadie desea vivir… Pero la realidad, a diferencia de los cuentos y películas infantiles, en ocasiones es dura, complicada, difícil… Y es por ello que he querido hablar de la Sala Familiar de la Fundación Infantil Ronald McDonald en el Hospital Vall d’Hebron, porque es uno de esos espacios escondidos en uno de esos bosques que a veces nuestros hijos, y nosotros mismos, podemos encontrarnos. Y esa magia que nos regala ese oasis de paz pintada de colores, no sólo es agradable y necesaria, sino que puede incidir directamente, y de forma muy positiva, en la salud de los niños, y en el bienestar emocional tanto de ellos mismos, como de sus familias.

¡Sea bienvenida, de vez en cuando, la fantasía a nuestras vidas!

#mantenemosalasfamiliascerca

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