Escribo con un nudo en la garganta, qué forma de sacudir este país, lo primero que pensé fue en mis hijos, mis dos pequeños niños, fueron eternos minutos de angustia hasta saber que su escuela soportó el sismo, son cientos de muertos entre los escombros, como siempre las cifras oficiales tratan de minimizar el tamaño de la tragedia, pero ver a los bebés ser rescatados fue tan demoledor como el temblor, siempre pensé que a mi vuelta del exilio encontraría a la Ciudad de México muy distinta, lo suponía por el auge inmobiliario depredador y por la inminencia de cambios políticos.

No imaginé que sería tan abrupto, tal como lo fue hace treinta y dos años, tenía escasos 3 años de edad, vivía en pleno Tlatelolco cuando el terremoto de 1985, esa mañana del 19 de septiembre, estaba listo para ser llevado a la guardería, tengo en mis recuerdos el muro del baño tirado en la regadera de la que acababa de salir mi madre, son vagas las imágenes, la edad y el tiempo, o quizá el bloqueo me hicieron perderlas con claridad, me quedé tan sólo con las calles llenas de gente angustiada y los edificios derruidos que me hicieron llorar sin la conciencia aún de las vidas que encerraron.

A partir de ese desastre se desató una nueva época para el Distrito Federal, el presidente de la República y su regente en la Ciudad al igual que ahora envueltos en corrupción quedaron rebasados por la sociedad, la tragedia hizo que el egoísmo y la individualidad cedieran a la solidaridad, a la acción colectiva, en fin, a los más nobles sentimientos humanitarios.

Nació el movimiento popular con reivindicaciones que iban más allá de indemnizaciones, no se trataba nada más de luchar por vivienda para quienes lo perdieron todo, sino de construir poder popular, se hizo desde las calles, la demanda fue democracia, gobernarse así mismos, este movimiento se tradujo en la reforma política del Distrito Federal de 1987 por la que se creó la Asamblea como el incipiente espacio de representación popular en la Ciudad.

De ese sismo se originaron importantes cambios políticos más allá de la Ciudad el Frente de Izquierdas que se tradujo al Frente Democrático que postuló al ingeniero Cárdenas derrotó al partido de Estado que era el viejo PRI, la historia es conocida, se llevó acabo un fraude más en la historia para imponer a Salinas de Gortari como presidente, desde esa usurpación vivimos la implementación de las más salvajes políticas del libre mercado.

Por eso estamos en resistencia combatiendo ese modelo económico no sin conquistas hoy en la Ciudad hemos alcanzado derechos que eran impensables hace tres décadas, la lucha por democracia hizo al sistema de partido único cambiar, es verdad que los cambios no han sido en el sentido que queremos la derecha ha usurpado las victorias de la lucha popular.

  Ese terremoto fue un antes y un después no sólo dejó desgracia y muerte sino otra Ciudad y las bases para el Estado social democrático, el terremoto de ahora no sólo nos va a dejar la pena por la muerte de nuestros seres queridos y la pérdida de bienes materiales, va hacernos comprender que es la lucha colectiva la que debe quitar nuestro porvenir de las manos mercenarias que hacen de nuestros derechos solo negocios.

El México de 1985 es distinto al del 2017 pero sus gobiernos siguen siendo iguales, corruptos y represores, pero nosotros debemos ser cómo nuestros padres y abuelos, los defeños de los ochenta, exigentes y convencidos de que es la acción colectiva la que hace los cambios, es verdad que los terremotos son inevitables, pero sí podemos evitar que en ellos muera tanta gente a causa de la corrupción: desarrollismo y congestionamiento.

Ayer como hoy la gente reaccionó de inmediato, puso manos a la obra y todo lo que tiene a disposición de quienes cayeron en desgracia, de quienes aún se encuentran entre el escombro, los sobrevivientes que serán rescatados por la solidaridad de sus vecinos y no por la tardía ayuda del gobierno, que ni siquiera hizo uso de las redes sociales cómo lo hizo la ciudadanía.

Volveré a una Ciudad de la que tuve salir por negarme a servir a su corrupto gobierno, una Ciudad en la que se experimentó la desgracia, pero sobre todo las consecuencias de la corrupción en medio de ella, tendrá otro semblante y la comunión renovada, la sociedad participativa será la diferencia.

Lo que estoy seguro que marcará por siempre mis recuerdos es el vacío y la impotencia de no estar en auxilio de los que más lo necesitan, mi sentido pésame para quienes perdieron lo más sagrado que tenemos que son nuestros seres queridos, en especial quedan en nuestro corazón y en la memoria colectiva los pequeños inocentes de la escuela Enrique Rébsamen, mi más profunda condolencia para con sus familias, por los que aun tengan aliento imploro por su vida y apelo a la solidaridad para que no quede una sola piedra sin remover en busca de ellos.

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