Desde el año 1991, en que implosionó la extinta Unión Soviética, Rusia ha ganado todos los conflictos de la posguerra fría. La primera de ellas fue la de Transnistria, una entidad separatista enclavada en Moldavia, en la que el XIV ejército ruso se implicó en apoyar a los separatistas eslavos que no querían pertenecer a un país de mayoría rumana.

En muy poco tiempo, en apenas unas semanas del año 1992, los separatistas de la capital de Transnistria, Tiraspol, se atrincheraron en este territorio de apenas 4.000 kilómetros cuadrados y algo más de 500.000 habitantes. Y, siguiendo un guión después puesto en práctica en otros lugares, proclamaron su independencia frente a las autoridades de Moldavia. Los rusos, más de la mitad del censo de este territorio, contaron con el inestimable apoyo de Moscú en esta crisis y al día de hoy Transnistria sigue siendo un «Estado» fantasma no reconocido internacionalmente. Los rusos no iban a perder esta importante base militar sin disparar un solo tiro.

Transnistria hoy cuenta con una frontera, incluidas aduanas, con Moldavia, el ruso es su lengua oficial y su moneda, obviamente, es el rublo. Fue el primero de los grandes conflictos de la posguerra fría en que Rusia se impuso militarmente en contra de los deseos de Occidente, que siempre defendió la integridad territorial de los nuevos Estados surgidos tras la caída del Muro de Berlín y el final de la Unión Soviética.

En 1991, cuando Georgia declaró su independencia, como el resto de las naciones que hicieron lo propio cuando se disolvió como un azucarillo el «imperio» soviético, Osetia del Sur -una región dentro de ese pequeño país- también anunció la proclamación de su independencia, nunca aceptada por las autoridades georgianas. En el año 2008, una vez que el problema no se resolvía y la tensión iba en aumento, el ejecutivo de Georgia lanzó una ofensiva militar con el fin de ocupar militarmente este pequeño enclave, provocando la reacción de Moscú y la derrota de las fuerzas georgianas. Más tarde, Osetia del Sur fue reconocida por Moscú y, como en el caso de Transnistria, sigue actuando como una entidad independiente no reconocida internacionalmente.

De la misma forma, el mismo guión se repitió en Abjasia, otro pequeño territorio dentro de Georgia y que fue apoyado por Rusia en su exitosa estrategia de secesión. Independizada en 1991, tras haberse creado una milicia y un ejecutivo plegado a los intereses geopolíticos de Rusia, Abjasia vivió  una cruenta guerra civil contra los georgianos que se saldó con la cruenta derrota de los mismos y el cierre de la frontera con Georgia. Entre el año 1992 y el 1994, en que se firmó un alto el fuego tras el conflicto, se calcula que hubo unas veinte mil víctimas y miles de desplazados -sobre todo georgianos- que todavía no han podido regresar a sus casas y que malviven en campos de refugiados. Como ocurrió con Osetia del Sur, Rusia también reconoció diplomáticamente a esta realidad política que tan solo fue reconocida por cuatro países de entidad menor.

Chechenia es otra de las guerras ganadas por Rusia. Moscú derrotó en varias ocasiones a los separatistas e impuso el orden en dos guerras que se desarrollaron entre 1994 y 2009. Los deseos independentistas de esta pequeña república dentro de Rusia fueron ahogados en sangre, las víctimas se contaron por miles, también los desplazados, y se acabó instalando una administración plegada a los intereses de Moscú en esta zona convulsa e inestable. En la actualidad, se detecta alguna actividad guerrillera en las montañas chechenas y, muy de vez en cuando, se produce algún atentado en la capital de Chechenia, Grozni. La periodista rusa Anna Politkóvskaya, asesinada en 2006, en un casi seguro crimen de Estado nunca aclarado, denunció en varios de sus escritos y libros la brutal política de represión llevada a cabo por Rusia, más concretamente por la administración de Vladimir Putin, en esta pequeña república del Cáucaso. Las víctimas en el conflicto, aunque no hay datos fehacientes debido a las miles de desapariciones y desplazados, podrían llegar hasta los 50.000 e incluso más.

DE UCRANIA A SIRIA

Ucrania, que vive en una grave crisis política, social y económica desde hace tres años, también fue otro territorio víctima de la codicia y la ambición de Rusia. Aprovechando la caída de un gobierno prorruso y en medio del caos total, Rusia provocó la independencia de la península de Crimea, en el mar Negro, para, a renglón seguido, declarar su anexión tras una suerte de consulta independentista de dudosa legalidad celebrada en el año 2014. Crimea tiene una extensión de 27.000 kilómetros cuadrados y dos millones de habitantes, una buena parte de ellos de origen ruso aunque también hay ucranianos, tártaros y armenios. A pesar de que nadie ha reconocido internacionalmente esta anexión por parte de la Federación Rusa, que tiene una importante base naval en la ciudad de Sebastopol, es muy difícil que Ucrania pueda recuperar en el futuro este territorio y que Crimea vuelva a manos ucranianas en los próximos años. Otra victoria más que se apunta Putin a su larga lista.

Finalmente, la situación de Siria está evolucionando en la dirección que anhelaban las autoridades de Moscú y la guerra civil en este país ha cambiando de rumbo tras las recientes intervenciones aéreas rusas en favor del régimen de Damasco. Así las cosas, las fuerzas sirias de Bashir al-Asad han conseguido en las últimas semanas recuperar algunos territorios, tomar la iniciativa sobre el terreno y mostrarse más sólidas de cara a las próximas conversaciones auspiciadas por la comunidad internacional, pero especialmente por los Estados Unidos y Rusia. El principal aliado de Moscú en Oriente Medio es Siria, base militar de Tartus por medio sobre el Mediterráneo, y los ataques rusos han estado más dirigidos contra la oposición siria que contra el Estado Islámico que supuestamente iban a atacar en coordinación con las potencias occidentales. Para concluir, si Rusia perdió la guerra fría parece que ahora está ganando la posguerra y se afianza como un actor fundamental y protagónico en la escena internacional.

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