En un famoso discurso, Franklin D Roosevelt, el presidente de Estados Unidos que logró sacar a su país de la Gran Depresión, dijo que “a lo único que se debe tener miedo es al hecho mismo de tener miedo”. Roosevelt, que articuló el New Deal, hoy sería tildado de populista. Y lo sería no tanto porque se atrevió a romper con la ortodoxia económica dominante, ortodoxia que llevó a su país y a todo el mundo al abismo, y dio un giro radical con la articulación de las políticas económicas diseñadas por Keynes; lo sería porque se atrevió a desafiar a buena parte de las élites de su país.

Roosevelt hoy sería calificado despectivamente como “populista”. Y lo sería no sólo por la derecha, la conservadora y la neoliberal; lo sería también por la supuesta izquierda gobernante, por los Renzi, los Valls, los González, Clinton, o Susana Díaz. Hasta este punto de ignominia hemos llegado.

Para entender la situación en la que nos encontramos, tal vez lo mejor sea retrotraerse a la revolución conservadora de los ochenta que impulsaron Reagan y Thatcher, una revolución conservadora que no sólo se dedicó en cuerpo y alma a demoler todo lo construido por el New Deal; se dedicó a articular como pensamiento único el neoliberalismo. De hecho es significativa la frase de Margaret Thatcher en el sentido de que su mayor triunfo fue Tony Blair, y lo es porque el verdadero logro de los neoliberales fue que la izquierda gobernante e institucional renegara del keynesianismo y entrara en “terceras vías” a lo Giddens y demás zarandajas. Para entenderlo mejor; se abandonó la propia esencia de la socialdemocracia y se abonó el terreno, con eso del “gato blanco, gato negro, qué más da” de Felipe González o “bajar impuestos es de izquierdas” del señor Zapatero, para que el neoliberalismo se encontrase sin rival y marcando el terreno de juego. Y en esas estamos todavía hoy, con la ayuda enorme de los medios de comunicación de masas convencionales y con el desconcierto de muchos que no dudan en rasgarse las vestiduras ante Trump, pero que hicieron lo imposible para que el único que podía derrotarle, Bernie Sanders, fuese apartado del camino. Otra vez las “terceras vías” dejando al pensamiento único neoliberal como eje central y dominante.

El esperpento es tal que la propia izquierda institucional, ante el regocijo de la derecha, no ha dudado en calificar despectivamente cualquier política keynesiana como algo “populista”. Así, si repasamos el programa político de Bernie Sanders, o del Corbyn en Gran Bretaña, o el de Montebourg o Melenchon en Francia, nos daremos cuenta cómo son simple y llanamente keynesianos, cómo lo más lejos que van es a asumir el pensamiento de Piketty, Stiglitz y algo de Jones y poco más. Es decir, socialdemocracia clásica pura y dura. De hecho, el programa económico de Podemos fue diseñado por dos socialdemócratas keynesianos clásicos como son Juan Torres y Vicenç Navarro. Es más, incluso puede considerarse que este pensamiento de los “antisistema” (como les llaman despectivamente los medios, los neoliberales y la supuesta izquierda institucional) es demasiado clásico y poco arriesgado ante los cambios que se están produciendo. Claro que cuando el sistema es pura y llanamente neoliberal, es cuando Roosevelt, Keynes, Johnson o los que articularon el Estado de Bienestar se convierten en revolucionarios anti-sistema (léase también “populistas”).

 

3 COMENTARIOS

  1. Opinión bastante coherente, por dejarles a los que no piensen como nosotros margen de duda, jeje, y lectura clara y rápida. Chapó Miguel.

  2. La verdad es que Reagan no desmontó los logros del New Deal (ya se veía como parte del sistema), ni siquiera tocó la «Gran Sociedad» de LBJ. Este artículo no tiene ni pies ni cabeza. Tras la revolución conservadora de los 80, la mayor parte de los programas sociales de las décadas anteriores seguían en pie.

  3. El neoliberalismo no existe, solo hay tres escuelas del pensamiento liberal: El liberalismo clásico; El minarquismo y el anarcocapitalismo, y lo que la izquierda llama neoliberalismo es el liberalismo clásico, es decir de nuevo no tenía nada, y por lo tanto solo es una chicana política. Por otra parte el tan maravilloso estado de bienestar es una forma de fascismo buenista que lleva a la quiebra del estado, si no me cree le aconsejo que done la mitad de su sueldo a un mendigo distinto todo los meses y verá que al final del año estará quebrado y los mendigos seguirán mendigando.

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