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Rif 1921, el desastre militar que cambió a España

Aquel inmenso descalabro colonial protagonizado por la monarquía de Alfonso XIII, en el infernal verano de 1921, llevó a la tumba a miles de españoles destinados como soldados en el norte de África

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análisis

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O todos o ninguno. Porque yendo todos, los mismos instintos que hacen que las fieras defiendan a sus hijos obligarían a la burguesía, promovedora de todas las guerras, a moderar sus afanes bélicos y a procurar que fuese un hecho la paz”. El Socialista, 14 de junio de 1913, sobre el descontento popular por el injusto reclutamiento que hacía que solo los más pobres sirvieran en el ejército de reemplazo. Los ricos podían eludirlo si pagaban para no ir al servicio militar (redención en metálico). Para intentar acallar las agitaciones sociales, el Gobierno de Canalejas, en 1912, cambia parcialmente el sistema pues redujo el servicio militar activo de seis a tres años, pero creó la figura del soldado de cuota, al que se le rebajaba el tiempo a solo cinco meses si pagaba 2.000 pesetas o a ocho meses si pagaba 1.000 pesetas. A la guerra solo seguían yendo los pobres, que cantaban: “Si te toca te jodes / que te tienes que ir / que tu madre no tiene / para librarte a ti”. La guerra del Rif fue una guerra de pobres, de españoles y rifeños.

Aquel inmenso desastre protagonizado por la monarquía de Alfonso XIII, en el infernal verano de 1921, llevó a la tumba a miles de españoles destinados como soldados en el norte de África, consecuencia de la prepotencia política y militar de quienes pretendían sustituir los tiempos del imperio perdido en ultramar. De aquel conflicto nacieron dos repúblicas, la República del RIF de forma inmediata y la II República española diez años después, ambas de corta vida. Esta última sería abortada por los militares africanistas que hace cien años protagonizaron el fracaso colonialista español en África y una de las mayores tragedias de nuestra historia. Las pobres tribus rifeñas bereberes (cabilas) destruyeron al ejército regular de África, un acontecimiento conocido como el desastre de Annual.

La guerra del Rif (1921-1927) se enclava en los intentos de España por penetrar en África desde finales del siglo XIX, pero no sería hasta después de perder las últimas colonias ultramarinas en América, Asia y el Pacífico cuando España asumió un nuevo papel como potencia militar (?) en África. En realidad, todo fue consecuencia de las rivalidades imperialistas de las tres grandes potencias europeas del momento, Inglaterra, Francia y Alemania. El papel de España estuvo muy limitado por las migajas recogidas de Francia y Reino Unido, que intentaban contener las intenciones germánicas en el reparto realizado en la Conferencia de Algeciras, en 1906. El Reino Unido no quería tener frente a Gibraltar a una potencia rival, como Francia, y por eso se le ofreció a España la peor porción en el norte de África. Unamuno denunció ese mismo año en El Socialista “el conato de imperialismo, vergonzante por ridículo”. A España le asignaron administrar las muy pobres zonas del Rif, Gomara y Yebala (Protectorado Norte), situadas en el norte del actual Marruecos. Con un papel secundario, siempre a remolque de Francia, nuestro país pagó por aquella ocupación un precio muy caro en recursos y en vidas humanas para los escasos réditos políticos y económicos que obtuvo. Francia no solo se quedó con la casi totalidad del Magreb (Túnez, Argelia, Mauritania y la mayor parte de Marruecos) sino que se adjudicó las zonas económicamente más ricas, agregando incluso territorios concedidos inicialmente a España. Será en el Tratado de Fez, de 1912, cuando se formalice el reparto definitivo hispano-francés, reconociendo a España el árido y pedregoso Rif.

La ocupación y expansionismo militar en el paupérrimo y belicoso Rif se convertiría en un gran cementerio para miles de españoles y la inmensa derrota militar trascendería en el devenir histórico y político de España. Sin embargo, Annual no aparece como un desastre aislado en la historia de la ocupación española del Rif.

El desprestigio por el papel de España en el norte de África caló profundamente en la sociedad española, pues las derrotas se sucedían y los muertos se acumulaban sobre la clase política incapaz de encontrar una solución al avispero africano. El costo social y económico fue enorme y aún más la pérdida de vidas humanas. El suelo de aquel terreno montañoso y baldío solo se regaba con la sangre de una juventud obligada a luchar en una guerra en la que no creían y para la que ni estaba dotada de medios (equipamiento y alimentación) ni instruidos (preparados militarmente), con una recluta que tenía el 70 por ciento de analfabetismo, pero que servía para gloria militar de los mandos y las proclamas políticas grandilocuentes de demagógicas oratorias.

«Los distintos recortes sobre el Protectorado español a favor de Francia limitaron lo acordado anteriormente en Algeciras, de tal forma que en el Tratado de Fez de 1912 se fijaron los límites definitivos. Dicho Tratado fue firmado por el Sultán Mulay Hafiz que cedió a las presiones occidentales y posteriormente abdicó en su hermano Mulay Yusuf. Francia tenía como administrador de su zona, al  Residente General, al general Louis Hubert Gonzalve Lyautey y España nombró Alto Comisario al general Dámaso Berenguer, superior de las comandancias establecidas en Ceuta, Melilla y Larache, para controlar el territorio asignado. El historiador Azpeitua ante los profundos recortes territoriales franceses lo resumió diciendo, “el rico bocado de tierra de Taza, los fértiles campos de Werga y las riquezas de las llanuras del Garb, se fueron perdiendo en los distintos tratados y España se quedó con el hueso de Yebala y la espina del Rif».

A pesar de la pobreza del territorio asignado, el capital español vio una oportunidad en las minas de hierro del Rif, de tal forma que ya en 1907 se establece la Compañía Española de Minas del Rif con principal participación de la familia Romanones, iniciándose inmediatamente la explotación de los recursos. Los rifeños se oponen y hay escaramuzas y ataques a las instalaciones que paralizan su actividad en agosto de 1908.  Es en junio de 1909 cuando se retoma la explotación minera, muy próxima a Melilla, sin que el Gobierno español hubiera negociado con los rifeños ni reforzado militarmente la zona. Tras algunos encontronazos y detenciones, las cabilas colindantes a Melilla se sublevan el 9 de julio atacando la construcción del ferrocarril y matando a varios obreros españoles, por lo que el gobierno de Maura decide al día siguiente movilizar a los reservistas de la península, que en aquella época servían tres años en los cuarteles y quedaban otros tres en sus casas como reservistas. Eran los pobres, porque los ricos que podían pagar 2.000 pesetas se libraban del servicio militar. Pero muchos reservistas licenciados ya estaban casados y con hijos, por lo que sus mujeres al quedar desamparadas iniciaron una protesta que terminaría con un levantamiento popular en Madrid, Valencia, Zaragoza y, especialmente, en Barcelona, que desembocó en los sucesos de la Semana Trágica (26 de julio-2 de agosto), en los que van a morir en los disturbios unas cien personas. El ejército, garante en aquel tiempo del orden público se enfrenta, bajo el paraguas del Estado de Guerra, a una población indefensa y reprime con dureza la quema de conventos e iglesias. Francisco Ferrer Guardia, anarquista creador de la Escuela Moderna, es falsamente acusado de los desordenes, condenado a muerte y fusilado. Eso provocará grandes protestas internacionales que va a terminar con la dimisión de Maura y el principio del fin de la Restauración Borbónica de 1876. Así que miles de soldados bisoños se vieron de pronto en África para hacer cumplir el mandato del Protectorado. Pronto entrarían en combate y pronto conocerían la sangre y el dolor de la derrota.

Justamente, mientras en la península se ‘combate’ en las calles oponiéndose a la guerra de África, en el Rif se produce el precedente de lo que doce años más tarde será Annual. Los melillenses viven un momento angustioso porque los rifeños se acercan y en la ciudad apenas hay 3.000 soldados. A la ciudad llegan refuerzos, precisamente de Barcelona (3ª Brigada de Cazadores, con cerca de 6.000 soldados), que aseguran la ciudad el 18 de julio de 1909 e inmediatamente se despliegan en el entorno tomando en combate algunas colinas y estableciendo blocaos (fortines defensivos) para proteger el camino a las minas, a unos 30 kilómetros. Llegan nuevos refuerzos, pero tras atracar en el puerto entran en acción. La situación es compleja, porque desembarcan el 23 de julio cansados, sin conocer el terreno ni al enemigo y los obligan a combatir ese mismo día. Forman la 1ª Brigada de Cazadores, que sufre numerosas bajas. Avanzan hacia el Monte Gurugú, desde donde los rifeños acosan a Melilla, pero la actuación preventiva de la artillería española apenas hace daño, porque el rifeño está disperso y bien parapetado al abrigo del terreno pedregoso que conoce bien, todo lo contrario que las tropas del general Pintos Ledesma, que marchan muy concentradas por un camino difícil y angosto y que convergen, el 27 de julio de 1909, en el estrechamiento y embudo del barranco del río Lobo. Ahí son presa fácil de los tiradores rifeños (pacos) hasta el punto de que el general Pintos muere. Se produce una retirada hacia Melilla dejando en el campo unos 500 muertos. Las noticias en la Península agudizaron el levantamiento popular contra la guerra. Pero los militares no aprendieron y van a repetir sus errores en Annual. A finales de septiembre, mejor organizados, se logra tomar el monte Gurugú. Son los precedentes del gran desastre. Para entonces todos los soldados de África ignoraban lo que vendrían, pero ya cantaban: “En el Barranco del Lobo hay una fuente que mana sangre de los españoles que murieron por la Patria / Pobrecitas madres, cuanto llorarán al ver que sus hijos a la guerra van / Melilla ya no es Melilla, Melilla es un matadero donde van los españoles a morir como corderos”. Es un fragmento de una canción muy popular. Habría otra campaña en 1911.

Antes de llegar a 1921, los militares rivalizan entre sí. Los junteros (Juntas de Defensa, una especie de sindicato de los militares peninsulares, con carácter prorrepublicano) levantan la voz (entre ellos Queipo de Llano) porque ven limitados sus ascensos, siendo apoyados por socialistas, sindicatos y catalanistas, mientras que los militares africanistas obtenían ascensos y mejores ingresos por su acción (algunos falsos, alterados o magnificados) en África. Esto crea un cisma que va a coincidir con la crisis económica tras la I Guerra Mundial, con una fuerte devaluación de la peseta y una enorme inflación que afecta a los más pobres y va a dar en la gran huelga general de 1917, además de la llamada Asamblea de Parlamentarios, una piedra en el zapato del llamado régimen de la Restauración que derivará en la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en 1923. Las organizaciones obreras, especialmente UGT y CNT, van a adquirir una gran fuerza. La situación en España, como vemos, es muy convulsa y deriva en el asesinato de Eduardo Dato, en 1921. Es el tercer presidente del Gobierno (del Consejo de Ministros) asesinado con Alfonso XIII, siendo él mismo objeto de atentado anarquista el día de su boda, en 1906. Cánovas fue asesinado en 1897 y Canalejas en 1912. Pero lo cierto es que los militares vivían en aquel momento en un mundo paralelo, ya que la sociedad española rechazaba aquella gravosa, sangrienta e impopular guerra.

El desastre

Será en 1921 cuando España, hace cien años, sangrará terriblemente en el Rif.  El responsable del Protectorado como Alto Comisario, desde 1919, era el general de División, Dámaso Berenguer, quien dirigía la Comandancia General de Ceuta, con las mejores tropas operativas, desde donde combatía a los rebeldes de la Yebala y Gomara dirigidos por Muly Ahmed El Raisuni, de la cabila de Beni Arós, una personalidad compleja con un doble juego que le hacia combatir a los españoles o colaborar con ellos, según le convenga. Solía decir, “los españoles son lo suficientemente fuertes para ayudarme, pero no lo bastante para someterme”. Terminó muriendo en 1925 prisionero de Abdelkrim, mientras las cabilas que anteriormente le siguieron se unieron al líder rifeño frente a la ocupación española. El Sultán de Marruecos lo consideraba un bandido (no sin razón) y nunca lo nombró Jalifa, su representante en el Protectorado, lo que lo enemistó con él y abogó por la independencia de su país. Las derrotas hicieron que Millán Astray crease la Legión Extranjera, en 1920, a imitación de la francesa y Franco, como comandante, quedó al mando de una Bandera (Batallón), precisamente en la zona oeste del Protectorado.

En Melilla, en 1921, el Comandante General era el general de División Manuel Fernández Silvestre, cubano de origen como Dámaso Berenguer, y rival de este en los méritos de guerra, pero su subordinado. Entre ellos existía una competencia. Disponía de menos de 30.000 hombres, aunque muchos dedicados a tareas administrativas o no operativas y tras ser jaleado por el Rey decide traspasar las líneas rojas, primero del río Kert y después del río Amekran para atacar el corazón de la sublevación rifeña, Alhucemas/Axdir. Desde 1909 la ocupación española era mínima y de ahí el absurdo deseo de conquistar una zona pobre e inhóspita, solo porque allí estaba el jefe de los rifeños, Mohamed Ibn Abdelkrim El Jattabi. Alfonso XIII le había venido a decir que no había “cojones” para ocupar Alhucemas, a lo que Silvestre, amigo personal, se comprometió a hacerlo.

El tema es que Silvestre, en el inicio del verano de 1921, se adentra con muy poca resistencia y pocas bajas, lo que lo envalentona. Los sobornos a algunas cabilas no serán suficiente y crea una ilusoria seguridad. Marcha rápido y no asegura bien el terreno conquistado, ya que los puestos de defensa (blocaos, pequeños fortines) se encuentran en altura tratando de controlar la vía de comunicación, pero quedan lejos de las aguadas, por lo que necesitaban ser abastecidos a diario en un tórrido verano. Se establece así un rosario de posiciones, sin garantizar la línea de suministros, que van a resultar poco efectivas. La advertencia de Abdelkrim para que Silvestre no pase el último límite del río Amekran no se cumple. El general español se encuentra ya cerca de Alhucemas, tal como prometió al Rey, desprecia al rifeño y se va a encontrar con su propia muerte. Piensa que su fuerza es superior y los rifeños unos andrajosos mal preparados. El campamento principal, como posición de vanguardia, se establece en Annual, donde llegan a concentrarse unos 5.000 hombres. Desde Annual manda tomar defensivamente nuevas posiciones, especialmente Abarrán, donde dejan un pequeño destacamento de casi 300 hombres, de los que 200 eran indígenas, pero cuando las tropas españolas de apoyo y suministro abandonan la posición, los rifeños se abalanzan sobre ella aprovechando que aun no está fortificada. Los pasaron a degüello, tras asesinar los rifeños al servicio de España a sus propios oficiales. Solo uno sobrevivió, el teniente Flomesta, capturado para que les enseñara a manejar los cañones capturados, quien posteriormente moriría en cautividad. El incendio del Rif acaba de comenzar, siendo Abarrán la primera pieza del dominó que terminará por derrumbarse, pues una a una irán cayendo  las posiciones a lo largo de los 130   kilómetros que hay hasta Melilla.

Silvestre se llegó a entrevistar con Berenguer en el crucero Príncipe de Asturias y le pide unos refuerzos que el Alto Comisario niega instándole a esperar tres meses, “diremos a Abdelkrim que nos espere”, llega a decir Silvestre. No hay buena comunicación. Berenguer tiene 56.000 efectivos en la zona occidental que combaten a los 2.000 harqueños de El Raisuni, mientras Silvestre se adentró en el Rif con un ejército de casi 20.000 hombres que fue dispersando en 130 posiciones, extendiendo las líneas de defensa irresponsablemente. Con unos 5.000 se establece en Annual, ya cerca de su objetivo, desde donde tomó la loma de Abarrán, pero lo peor está por llegar cuando el 17 de julio de 1921 Abdelkrim ataca Igueriben, la segunda pieza del dominó en el flanco izquierdo de Annual. Es defendido con bravura por el comandante Julio Benítez, pero nadie acude en su auxilio y cae. De 271 efectivos, solo doce supervivientes llegan huyendo a Annual, a hora y media de marcha, pero la mayoría también morirá por el esfuerzo y por atracarse de agua. El historiador Juan Pando, sostiene que para subsistir en Igueriben, sin agua ni víveres, “machacaban y chupaban la pulpa de las patatas. Bebían sus orines con azúcar y hasta la tinta y la colonia”.

Pero en esos momentos Annual se encuentra en situación precaria, con baja moral y con un Silvestre que se autobloquea en el peor momento, cuando ya tiene encima a miles y miles de rifeños envalentonados, haciendo que su orgullo retrase pedir auxilio cuando ya era tarde. Los refuerzos no llegan y entre la duda de resistir o escapar se decide por lo segundo, haciendo que ni los oficiales ni la tropa se entiendan, es un sálvese quien pueda y el caos domina la situación cuando algunos oficiales huyen en coches con sus equipajes. Soldados de quinta, de reemplazo, sin conocer su misión, mal instruidos, mal equipados, mal alimentados,  mal organizados y mal dirigidos frente a un ejercito irregular de miles de rifeños en defensa de un terreno que conocen bien. 

España y los rifeños

Para mal de males, los rifeños de la policía indígena española comienzan a pasarse al enemigo, aunque la mayoría de los que están en las unidades de Regulares se mostrarán fieles y leales. Silvestre, cuyo cadáver nunca se encuentra, muere ¿suicidio? No podrá cumplir la bigotada que le hiciera a Alfonso XIII. Sus imprudentes fallos le costarán muy caro, extender sus líneas en 130 kilómetros sin asegurar la retaguardia, no atender los avisos de Abarrán e Igueriben y ordenar un repliegue caótico que llevó a sus hombres a la más terrible emboscada. Lo peor, la falta de comunicación en la cadena de mando, con un general Berenguer (su superior) que ‘competía’ en la zona Oeste y no supo leer los mensajes sobre la situación real en Annual, por lo que le negó los auxilios que hubieran evitado el desastre. Nadie previó la fuerte resistencia rifeña.

Una huida a la carrera, por barrancos pedregosos, sin agua, sin refugio. Los rifeños lo tienen fácil, los españoles son simples conejos ante el paqueo rifeño (francotiradores emboscados). Son menos, pero arrasan según avanzan. Annual ha sido una ratonera y los soldados huyen en desbandada: No habrá refugio para “un ejercito en estampida de más de 20.000 hombres”, dice el historiador británico Geoffrey Regan. El general Felipe Navarro, segundo de Silvestre, alcanza una buena posición de defensa en Dar Drius (tenía agua y cañones), pero la abandona con más de 3.000 soldados aterrorizados y alcanza Monte Arruit. Piensa que puede recibir auxilio, pues solo está a 30 kilómetros de Melilla. Pero en la ciudad apenas quedaban tropas para defender su perímetro. Los rifeños asedian Monte Arruit, más difícil de defender y sin agua, hasta que finalmente, el 9 de agosto, Navarro no resiste y se rinde tras negociar el respeto a las vidas, sin tener en cuenta el exterminio llevado a cabo en todas las posiciones perdidas anteriormente. Los rifeños no respetan las condiciones. Apartan a los jefes y oficiales, casi 500, mientras que con el resto de los soldados, desarmados e indefensos, inician una orgía de aberraciones, torturándolos cruelmente, mutilándolos, crucificándolos y asesinándolos, muchos a degüello, para finalmente quedar sus espectros, miles, expuestos al infernal sol rifeño y a las alimañas de aquel pedregal.  Tenían sed de venganza contra los españoles que habían entrado en su tierra. Los rifeños capturan, además, mucho armamento, especialmente más de cien cañones y se hacen con todo el control del Rif.

A Alfonso XIII se le atribuye una terrible frase, “resulta cara la carne de gallina”. Al final se pagará el rescate por los prisioneros, de 4 millones de euros, en 1923, pero para entonces habían muerto 138, de los 489 prisioneros iniciales. Abdelkrim y los suyos llegan hasta las puertas de Melilla, una ciudad mal defendida llena de pavor ante los testimonios de los pocos supervivientes que han conseguido escapar de la barbarie rifeña. Sin embargo, el historiador Vicente Moga, sostiene que Abdelkrim no la toma, lo tenía fácil, porque es consciente de la reacción internacional que se pondría en contra de los rifeños. Navarro sería rescatado tras pagar España a Abdelkrim, pero morirá no con las balas rifeñas, sino republicanas en Paracuellos, al inicio de la guerra civil, aunque no participó en el golpe de estado de 1936. Un sinsentido de la historia.

Un año después, de aquel terrible 22 de julio de 1921, el general Juan Picasso y González (1857-1935) fue el encargado de buscar responsabilidades, eso sí, mientras no se tirara hacia lo más alto.  Instruye el caso en 1922 en una completa Sumaria que concluye: “Sensible es confesar que se derivan graves cargos contra la oficialidad y que, en general, su conducta no ha respondido a lo que de ella debía esperarse en la crisis suprema de aquellas circunstancias, sin que esto quiera decir que no se hayan registrado casos aislados de abnegado proceder”. Es el caso, por ejemplo, del Regimiento de Caballería Alcántara, al mando del teniente coronel Fernando Primo de Rivera, que en la desorganizada retirada vuelve sobre sus pasos para cargar y cubrir una y otra vez la retirada. Hizo hasta ocho cargas, la última al paso por el agotamiento de los caballos, pero consiguió que muchos hombres en huida pudieran llegar a Monte Arruit. El Regimiento Alcántara fue prácticamente aniquilado.

El Expediente (18/4/1922) es demoledor sobre las responsabilidades y la corrupción del ejército, a pesar de los vetos impuestos por el ministro de la Guerra, La Cierva, quien intenta que ningún general aparezca como responsable y aún menos, el Rey. Todos miran a Silvestre porque está muerto, pero hay otros. Se abrió una profunda crisis de Estado y el Congreso se dividió entre acusaciones, creando Comisiones que serán disueltas ante la agitación de una España revuelta y un golpe militar de Primo de Rivera que zanja el asunto. Indalecio Prieto, diputado socialista por Vizcaya, pide responsabilidades y dice que “la monarquía es moralmente un cadáver y un cadáver en descomposición pestiferal “. Lo cierto, es que el informe Picasso detalla las injerencias del propio Rey, la corrupción del ejército, la dejación de funciones de los mandos, muchos de ellos no se encontraban en sus puestos y ahonda en la situación de una soldada sin instrucción, mal equipados, con pocos suministros y con armas anticuadas. Según sus datos, entre el 21 de julio y el 9 de agosto de 1921 mueren en el Rif “al menos 10.973 soldados españoles y 2.390 soldados auxiliares indígenas al servicio de España”. Un informe que se diluyó y del que desaparecieron incluso algunos capítulos.

Abdelkrim tras su rápida y sorprendente victoria, en la que recupera en solo unos días todo el territorio ocupado por España, declara la República del Rif, con Tribunal Supremo y planes educativos, de carretas y telefónico, con bandera y moneda propia, pero comete el error de pasar al Protectorado francés y atacarlo. El general Miguel Primo de Rivera aprovecha su golpe de Estado para conseguir medios, tropas y la decisión de entrar en el Rif, para lo que establece una alianza con el general francés Petain, héroe de la I Guerra Mundial y se decide, cuatro años después de Annual, el primer desembarco anfibio aeronaval y con carros de combate de la historia militar (1925), Alhucemas. La alianza tiene éxito y Abdelkrim piensa que los franceses lo tratarán mejor que los españoles que buscan venganza. Los franceses lo deportarán a la isla de La Reunión, pero en 1947 escapa a Egipto, donde morirá en 1956. Nunca aceptó la autoridad del Sultán marroquí y sus restos aun están lejos del Rif, donde se le venera, algo que sienta muy mal a la monarquía alauita. La guerra en la zona oeste continuaba, con una retirada más ordenada en Xauen, pero también muy sangrienta.

Aquella impopular guerra condicionó la vida española. En principio, el Rey ante el inmenso descrédito, se refugió en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) a quien sucederá, en lo que se conoce como la dictablanda (1930), el general Berenguer, uno de los máximos responsables del goteo de muertos y de la gran matanza del Annual y quien reconoció que en 1921 “se perdió todo, hasta el honor”. Muerto Silvestre, Alfonso XIII tiene a Berenguer como su favorito. Pero la guerra había creado una irreparable quiebra social, siendo esta vez las clases populares las que se levantan contra la situación y la ineptitud política y pone las bases para la llegada de la II República. Poco durará, como poco duró la República Islámica del Rif, los generales africanistas, y el propio Ejército de África, van a protagonizar el golpe militar que desemboca en la guerra civil (1936-1939). Aquel desastre estuvo en la mente de Franco, que no pudo acudir en ayuda de los sitiados en Annual o Monte Arruit, por eso decide parar su avance sobre Madrid y acudir en ayudar de los sitiados en el Alcázar de Toledo. Esto cambia el desarrollo de la guerra civil, porque retrasa su avance sobre la capital y porque será clave para construir el mito franquista y encumbrar a Franco como jefe único, “Generalisimo”. Vicente Moga sostiene que “la guerra civil española fue la última campaña de Marruecos”. Africanistas son Sanjurjo, Mola, Millán Astray, Yagüe y Franco. No acabaron con Abdelkrim, pero masacraron a media España utilizando las tropas de Marruecos, incluidas tropas moras.

Una aproximación a Abdelkrim

Abdelkrim (Axdir, 1882-El Cairo, 1963). De familia notable,era hijo del cadí (juez y jefe espiritual) de Axdir, muy cerca de Alhucemas, en el corazón de la tribu de los Beni Urriagel, la más belicosa del Rif. Estudió leyes en Fez y su hermano magisterio, en Málaga, e ingeniería de minas, Residencia de Estudiantes, en Madrid. A su padre le quemaron varias veces la casa “por colaboracionista de los españoles”. Funcionario de España en Melilla, colaboró en el diario El Telegrama del Rif, pero su posición germanófila en la I Guerra Mundial lo llevó, acusado de espía, a la cárcel de Rostrogordo, de donde escapó dejándole una cojera de por vida. Nunca lo perdonó.

Sumándose a la voluntad popular, logró unificar bajo su mando a las tribus (cabilas) y preparar la sublevación del Rif con un Ejército irregular para combatir la ocupación de España. Se aprovechó de la consentida corrupción en el ejército y se hizo con armas españolas de contrabando, que le sirvieron para las primeras victorias que llenó a los rifeños de moral y del abundante armamento español abandonado. Nunca aceptó políticamente al sultán Mulai Yusuf (1882-1927), padre de Mohamed V, aunque respetó su autoridad religiosa.

Quiere lo mejor para su pueblo y establece una república, con leyes y planes para modernizar el Rif. Con sus ministros, gobernadores locales, con relaciones diplomáticas y con el empeño de dar educación a su pueblo. Bandera y moneda propia. Las lenguas, tamazight rifeño y español, frente al árabe y el francés del sur marroquí. Su error fue atacar a los franceses, que al ver en peligro su Protectorado hacen pinza con España para combatirlo. El poder militar hispano-francés lo arrincona y decide entregarse a Francia (1926), siendo desterrado a La Reunión. Posteriormente escapa (1947) y se refugia en Egipto hasta morir en El Cairo.Su influencia en los movimientos revolucionarios es inmensa.Sostenía que no combatía contra los españoles, sino contra el colonialismo. El socialista Indalecio Prieto lo llegó a calificar como “el más formidable de nuestros enemigos”.

Abdelkrim a la Sociedad de Naciones

“Nosotros, el Gobierno de la República del Rif, instaurado en julio de 1921, queremos declarar y hacer ver a los países participantes en el acuerdo de Algeciras en 1906 que las altas ambiciones que auspiciaron dicho tratado no pueden ser llevadas a cabo, cosa que ya la historia evidenció tiempo atrás, y esto debido a una premisa inicial falsa que afirma que nuestro país, el Rif, es parte de Marruecos. Nuestro país es geográficamente parte de África, y sin embargo es una entidad claramente individual, y por lo consiguiente se ha diferenciado étnicamente del resto de etnias de África, mezclándose con europeos y fenicios hace cientos de años resultado de la migración. Nuestra lengua también se diferencia claramente del resto de lenguas, de la marroquí, la africana o de otras. Porque nosotros, los rifeños, nunca hemos sido marroquíes, del mismo modo que los ingleses no pueden considerarse a sí mismos alemanes, y tal vez esta mezcla étnica es lo que nos hace más parecidos a los ingleses en cuanto a nuestra fuerte convicción en la independencia y en nuestro deseo de estar en contacto con el resto de las naciones del mundo. Hacemos un llamamiento, mediante este comunicado, a todas las naciones de cualquier parte del mundo para que vengan y descubran nuestras regiones ignotas, y para que las visiten mediante científicos, geólogos, químicos e ingenieros, con motivos comerciales y sin ninguna intención militar.

Defendemos nuestra tierra contra la invasión de las fuerzas españolas que nos obliga a la guerra con la excusa del acuerdo de Algeciras, pero este acuerdo declara la independencia del Sultán de Marruecos, su soberanía, la salvaguarda de sus territorios, la independencia de su economía sin diferenciación alguna, y nosotros estamos de acuerdo con los dos puntos anteriores con relación a sus tierras, por ello llamamos a algo parecido para nuestro Rif que nunca ha pagado impuesto alguno al Majzén (gobierno marroquí), ni tampoco recibe por parte de éste ayuda o subvención para el desarrollo del Rif. Aspiramos a establecer la libertad económica sin diferenciación en nuestra república, y para ello hemos nombrado a un representante económico para desarrollar la gran riqueza de nuestro país y hacer un llamamiento a los distintos agentes económicos de todas las naciones para que prevalezca la regla de orden, paz y prosperidad.

En julio de 1921 hicimos constar a los embajadores ingleses, americanos, franceses e italianos en Tánger que hemos establecido la República del Rif, y que no despreciamos embarcarnos en una guerra legítima contra España en defensa de nuestra independencia, y que perseveraremos en ello hasta obtener la paz, la libertad y el reconocimiento de nuestra independencia con todos sus territorios; desde los límites fronterizos con Marruecos hasta el mar Mediterráneo y del río Muluya hasta el océano Atlántico. Y llamamos a todos los países a establecer servicios consulares y diplomáticos en la sede de nuestro actual Gobierno, en Ajdir, se les dará todas las facilidades y serán bien recibidos”.

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1 COMENTARIO

  1. Muy bien detallado y expuesto con rigor periodístico este hecho histórico tan triste y trágico para España. Aunque siempre entendí que Monte Arruit fue abandonada por el ejército y quedándose en ella Silvestre y algún que otro oficial. Navarro se rindió durante la larga marcha camino hacia Melilla

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