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Respeta a tu prójimo como a ti mismo

Antonio Fernández-Fígares Morales
Antonio Fernández-Fígares Morales
Presidente de la ONG Paz en Acción, director de Radionuevaera.es, Coproductor del programa Tiempo de Cambio, colaborador de la revista Ser Consciente, coach, empresario, escritor y conferenciante. Tiene un profundo interés por todos los conocimientos humanísticos, dedicándose al estudio de la Psicología, especialmente el análisis de C.G.Jung, mediante una introspección de más de dos años. Su interés por comprender al ser humano y su destino le lleva a estudiar también Filosofía durante ocho años. Se forma en técnicas bioenergéticas durante un año y medio, y meditación, tres años. Es colaborador en periódicos, televisiones y especialmente en numerosas radios. Desarrolla varios productos que comercializa a nivel nacional como: -CURSOS DE AUTOAYUDA (12 TÍTULOS) -REVISTA: EL MUNDO DE LO INCREIBLE –PROGRAMAS: ELIMINE SU ESTRÉS Y VALORES PARA UNA CULTURA DE PAZ -LIBROS: RELACIONES HUMANAS, TECNICAS ÉTICAS DE VENTA y ESTRELLAS DE ESPERANZA. Imparte el taller: SER CONSCIENTE EN EL AHORA.
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análisis

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Tal vez el mandato cristiano de amar al prójimo sea excesivo para los mortales normales, eso requiere un alto grado de consciencia y de bondad, y aunque se pueda conseguir con esa práctica, es decir, uno amando universalmente se eleva a una condición de consciencia superior, porque como decían los antiguos textos tibetanos: “el conocimiento de uno mismo es hijo de las buenas obras”, hay que empezar por un peldaño más abajo, y este peldaño es el respeto.

Vivimos en una sociedad en la que salvo gloriosas excepciones los líderes políticos se descalifican con frecuencia e incluso insultan sin inmutarse, y esto es un mal ejemplo para la población. En las familias y en las parejas con asiduidad se habla con crudeza y en ocasiones esto desemboca en malos tratos. Necesitamos aprender a tratarnos con consideración y cortesía, que no debe considerarse algo manido ni trasnochado, sino como las formas correctas de la convivencia. Y es que sin ellas degenera todo.

El respeto a la ley, a la verdad, a lo que piense el otro, a su color, credo, raza, identidad sexual o forma de vida elegida es lo que se debería inculcar desde pequeños, reforzar en la adolescencia y en la primera juventud.

Es necesaria la corrección, para considerarse una sociedad civilizada, pero esta debe nacer del sentimiento de que las personas o cosas que tratamos no se pueden maltratar porque las consecuencias de esto es un mal también para uno mismo.

Nacemos inocentes, si bien, en poco tiempo empezamos a imitar algunas actitudes incorrectas, y para que una sociedad sea justa y equilibrada, la consideración debe ser la reina de nuestras normas de convivencia. No se puede apabullar, avasallar, y actuar de forma despótica, cosa que ocurre también en algunas empresas, y esperar que eso no se convierta en una maléfica epidemia que enferme a la sociedad.

Las discrepancias deben ser sobre aspectos que no impliquen el ataque personal o la descalificación. Las despreciativas generalizaciones siempre son injustas y en todo colectivo hay personas de todo tipo. Es difícil saber las motivaciones de muchos individuos que siempre están condicionados por su pasado, y que casi siempre desconocemos, pero la intolerancia no es el camino. Tampoco el exceso de familiaridad es buena, porque esto lleva a traspasar fronteras emocionales en las que numerosas personas se resienten, debe quedar para el ámbito doméstico y aún así, teniendo cuidado.

El ser humano puede ser muy susceptible, sobre todo en los malos tiempos, cuando la frustración y el dolor emocional, por las separaciones, las rupturas, los conflictos y la falta de realización profesional o humana le atacan desde lo más hondo, por lo que es necesario tacto y amabilidad en la relaciones, y el respeto es de las cosas que más agradecemos todos. Tal vez no sea fácil amar a quien no me produce algún tipo de bien, pero es necesario, vital para la convivencia, saber escuchar, pedir en vez de ordenar, saludar, colaborar de la mejor manera y desear siempre lo mejor. Dicen que la envidia es el pecado nacional de los españoles, estaría bien trabajar en alegrarse del bien ajeno, no nos gustaría que nos envidiaran con un sentimiento negativo proyectado hacia nosotros , y además la envidia es un sentimiento inútil ya que no podemos ser el otro o la otra y vivir su vida.

Cuando respetamos hacemos muchas cosas positivas, nos hacemos más universales, ya no es nuestra pequeña parcela la que es valorada sobre todas las cosas, sino que somos capaces de tender puentes, y empezamos a comunicarnos en un ambiente de reciprocidad valorativa.

Además, el que respeta es respetado normalmente, a no ser que haya circunstancias muy negativas. La acritud y la agresividad deben de ser controladas lo más posible, es difícil la comunicación con quien grita o adopta actitudes impositivas.

Respeto también es reconocer los derechos de los demás, sus cualidades y virtudes, muchas de estas cosas parecen obvias, pero no se hacen en muchos casos, solo tenemos que ver las intimidaciones a los médicos y profesores, el acoso hacia niños y adolescentes y entre ellos.

Y también es bueno ser fuerte, y no responder a las provocaciones, si alguien nos increpa en un nivel bajo emocional no le respondamos en el mismo nivel. Más que poner la otra mejilla es mejor alejar la cara. Nada nos obliga a un sufrimiento que pensemos que no nos compensa. Es útil prevenir antes de curar y estar atento a los indicios que si se acumulan tienen tanta importancia como una prueba.

Respetar es desear al otro lo mejor que nos deseamos a nosotros mismos, no solo no querer lo que no queramos para él o ella, pero sabiendo que cada persona necesita y le gustan cosas particulares, y aunque haya un bien universal, hay muchas estaciones antes de llegar a él.

Cada generación debe ser crítica con el modelo de sociedad en el que vive e intentar mejorarlo, ya que está es la única manera de que se produzca el progreso de todos. El darle importancia a los valores humanos que antes estaban representados por dioses o como animales míticos es necesario para que todo vaya mejor, por simple pragmatismo. Cada vez es más claro que el idealismo es sumamente práctico, porque hace la vida ordenada, feliz y la dota de sentido.

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