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República

José Antonio Vergara Parra
José Antonio Vergara Parra
Licenciado en Derecho por la Facultad de Murcia. He recibido específica y variada formación relacionada con los trabajos que he desarrollado a lo largo de los años.
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análisis

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Los recientes acontecimientos han reabierto un debate por otra parte preexistente y me temo que inacabado. ¿República o monarquía parlamentaria? Dat is de cuéstion, que vocalizaría yo con pésima pronunciación; Sir William.

A la Antigua Roma debemos el concepto que, desde el punto de vista etimológico, viene a significar la cosa pública. Desde el año 509 a.C., en el que fue expulsado el último rey de Roma (Tarquinio el Soberbio), la voz república ha ido limando sus significados hasta alcanzar lo que por ella entendemos hoy.

Quedémonos en Europa. Hallaremos monarquías parlamentarias y repúblicas donde la democracia es relativamente indiscutible. La presencia o ausencia de monarca es lo que marca la diferencia. Las repúblicas de Francia, Alemania e Italia son democracias consolidadas. España, Holanda, Gran Bretaña o Dinamarca, todas ellas monarquías, también lo son. Monarquías parlamentarias donde el rey reina pero no gobierna.

Más allá de nostalgias pretéritas o legítimos anhelos, las circunstancias históricas de cada país explican la presencia de uno u otro modelo.

La confusión es considerable y conviene sacudir de ambos conceptos el polvo acumulado en el camino. Sólo si esclarecemos la esencia de ambas formas de gobierno, estaremos preparados para usar la democracia en la búsqueda de la más idónea de las opciones posibles.

Las monarquías parlamentarias son absoluta y radicalmente legítimas pues se fundamentan en la Ley aprobada por el pueblo. Las preferencias particulares, bajo ningún concepto, pueden servir de coartada para despreciar o deshonrar el sistema de gobierno imperante. La democracia permite, incluso apremia, la búsqueda de los sueños particulares pero exige el respeto a la mayoría. Si la Ley no gusta, hay solución: otra Ley, con las mayorías y cauces previamente concertados.

La República es daltónica desde el punto de vista ideológico. La alternancia entre republicanos y demócratas,  rojos y azules no sólo es posible sino terapéutica. Mas la república precisa de unos contrafuertes mínimos e inalterables que protejan a aquella de los vaivenes y ocurrencias de sus procuradores.

Sólo la palabra, sólo la razón, sólo las urnas, sólo la democracia, son instrumentos válidos de acción política. De igual modo, no todos los fines políticos pueden ser tolerados. Cualquier objetivo que socave los cimientos de la democracia misma, que suponga un peligro contra los derechos fundamentales, que lesione la libertad ajena o atente contra la integridad territorial de la nación debe estar proscrito y perseguido.

Algunos se han apropiado de la república y otros han caído en la trampa porque aquella es de todos y no es de nadie. En realidad, más que una forma de gobierno, es el diseño de la Jefatura del Estado. En países como Alemania o Italia, sus más altas magistraturas tienen apariencia bicéfala, pues el primer ministro lidera el poder ejecutivo y el presidente goza de un perfil más bien representativo. Con algunos matices, tendría un papel como el de nuestro Rey pero elegido en las urnas, lo que no es una diferencia menor.

Siempre he sido espartano y los tiempos aconsejan un modelo como el norteamericano. Un presidente en el que converjan el poder real y la más alta dignidad del país. Porque los jarrones chinos son muy caros y perfectamente prescindibles. Que cada cual se pague las gambas y las fiestas. Que andan menguadas las ubres y dilatada la indignación.

No temáis. La república es ansiada por gente de bien. Esos que os inquietan no andan interesados en una verdadera república sino en la devastación de cuanto odian o ignoran. La II República Española fracasó porque sus valedores más destacados no quisieron o no supieron contener a un magma carcomido por el odio y la ignorancia. Una eventual república no estaría, necesariamente, condenada al fracaso por un par de precedentes baldíos. Pensad la de monarquías absolutistas y taradas que han padecido nuestros ancestros hasta el advenimiento de una medio decente y legítima.

Como es natural, olvídense de esos regímenes fascistas, comunistas o bananeros donde la democracia ni estaba ni se le esperaba y que, con cinismo superlativo y casi hilarante, se autodenominaban como repúblicas democráticas. Porque no sólo la inocencia puede ser mancillada; también el verbo.

En el fondo, la monarquía parlamentaria o la república nunca fueron el problema. Acaso los cafres y sus rabadanes para los que lo uno o lo otro son meros pretextos para rebuznar.

Don Manuel Azaña, con sagaz lucidez, llegó a decir que “El museo del Prado es lo más importante para España, más que la Monarquía y la República juntas”

Creo entrever en Don Manuel lo que siempre pensé; que la cultura y la razón son tan escasas como sobreros los cornalones.

Majestad. La insistencia de su padre me ha convencido. Ahora soy republicano, aunque de orden, como está mandao.

Descuide, Don Manuel; yo, que soy gente de provincias, prometo volver al Prado en cuanto me sea posible. Allí me aguarda el Jacob onírico de José de Ribera, sereno, con ese grandioso claroscuro en su rostro; sombrío porque duerme, luminoso porque ve cómo los Ángeles suben y bajan constantemente. Andamos faltos de ángeles y sobrados de demonios pero, si no es mucho pedir, pasen por las urnas aquestos y esotros.

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3 COMENTARIOS

  1. Estais inflando el globo de la farsa. Lo que nos preocupa el constante aumento de contagio del COVID-19, la economía y el paro.
    Lo que no nos contáis es que el REY es el único en el gobierno que no tiene ni paro ni pensión. En la república TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS y son cada cuatro años más o menos, si es que se limita, que se debe limitar el mandato a un máximo de 8, cobran pensión y puerta giratoria, como el Felipe, que ha reinado bastantes décadas y nadie investiga qué, como y de donde se lo ha llevado. Como economía, la monarquía parlamentaria. Como pesebre perenne, la republicana.

  2. Solo algunos matices. ‘La presencia o ausencia de monarca es lo que marca la diferencia.’ Lo que marca la diferencia es un país democrático, decente y con proyecto propio, sea monarquía o república.

    ‘España, Holanda, Gran Bretaña o Dinamarca, todas ellas monarquías, también son democracias consolidadas.’ España, a la cola de los mejores índices europeos y a la cabeza de los peores está a años luz de ser una democracia consolidada.

    ‘Monarquías parlamentarias donde el rey reina pero no gobierna.’ En el caso de Cataluña el rey no se mantuvo neutral, como ocurre, p. ej., en el Reino Unido, sino que se decantó el 3-10-17 con un ‘a-por-ellos’ infame para perder emocionalmente y para siempre Cataluña.

    ‘Las monarquías parlamentarias son absoluta y radicalmente legítimas pues se fundamentan en la Ley aprobada por el pueblo.’ En 1975 la monarquía española recibió su ‘legitimidad’ de manos de un dictador, y solo fue implícitamente refrendada de manera engañosa y fraudulenta dentro de un paquete constitucional, hoy anacrónico, periclitado y antidemocrático, redactado a punta de pistola.

    Hay que recordar las declaraciones de Adolfo Suárez a Victoria Prego cuando, tapando el micrófono, le reconoció que la inclusión de la monarquía dentro del referendum constitucional fue la única manera de salvarla, porque todas las encuestas de que disponía aseguraban que un referendum sobre la monarquía se iba a perder.

    ‘La República es daltónica desde el punto de vista ideológico.’ Y también son monarquías daltónicas y respetuosas con la democracia las del Reino Unido, Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca. Volvemos a lo mismo, la línea la marca el respeto al pueblo. Ecuanimidad.

    ‘Sólo la palabra, sólo la razón, sólo las urnas, sólo la democracia, son instrumentos válidos de acción política.’ Son parámetros necesarios pero no suficientes. En Cataluña en 2017 se practicó la palabra, la razón, las urnas, y la respuesta fue la cárcel, el exilio y la represión.

    Azaña también dijo: «Yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno. Si esas gentes (-los catalanes-) van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien fuere, pero estos hombres (-los catalanes-), (por cierto, ¿las catalanas no contaban?) son inaguantables. Acabarán por dar la razón a Franco». Queda claro que también para Azaña la unidad de España estaba por encima de democracias, dictaduras, repúblicas o monarquías. Igual de lamentable que hoy.

    ‘En el fondo, la monarquía parlamentaria o la república nunca fueron el problema.’. En efecto, depende de la actitud democrática y del respeto a la soberanía del pueblo con que un país se gobierne. La clave es el respeto a la soberanía del pueblo.

    “El museo del Prado es lo más importante para España, más que la Monarquía y la República juntas”. Una frase bonita pero lapidaria que en la España de 1936 y en la de hoy es francamente vacua y utópica. Millones de españoles, mucha ‘gente de provincias y que no lo es’, tampoco ha acudido jamás a una pinacoteca, a una biblioteca o a una sala de conciertos. Sin embargo, millones de ellos y ellas votan partidos homófobos, racistas, xenófobos, machistas, demófobos y neofranquistas. Lo del museo del Prado era una bonita imagen, nada más.

    ‘No temáis.’ ¿A quién dirige el artículo con ese tratamiento? No a un lector libre y dueño de su propio criterio. Además, si el autor se reconoce como republicano no debería proteger de temores a quien no desea ver al frente de la Jefatura del Estado. Debería desearle directamente su abdicación.

  3. Se olvidó explicar las «Monarquías Bananeras», donde encuadramos a la española, es decir, cómo funciona la Cueva de Alí Babá mientras el Rey se pasea desnudo por ella.

    Un saúdo

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